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CLEMENTE FLORES
La gota fría. El fenómeno se produce históricamente en otoño. El 29 de octubre se desbordaron los cauces que confluyen en el río Magro y, sobre todo, la Rambla de Poyo. La zona afectada ocupa una extensión de unos 530 km2, con más de 70 municipios y una población de 1.8 millones de personas. Murieron más de 220 vecinos y los demás daños fueron incalculables, afectando a más de 113.000 viviendas, 2.500 turismos arrastrados e inutilizados muchos más. Calles, carreteras y otras infraestructuras cubiertas de lodo…
El desastre se podría y se debía haber evitado. Nuestro país no ha dejado de luchar contra las inundaciones a lo largo de la historia. Las actuaciones tradicionales han consistido principalmente en plantear y ejecutar soluciones estructurales, como presas, encauzamientos, diques o desvíos y/o mantenimiento de cauces. A veces se ha recurrido a correcciones hidrogeológicas de cuencas, haciendo repoblaciones arbustivas en laderas que favorecen la retención de aguas y evitan arrastres sólidos. Como complemento, ahora, se deben implantar sistemas automáticos de alerta y planes de protección civil, que son medidas efectivas y eficientes para minorar los posibles daños por inundaciones. Todos los expertos señalan que la mejor forma de minorar los daños es conseguir que no se construya en zonas inundables. Es la experiencia más eficaz después de miles de años de lucha y observaciones.
Todas estas soluciones son de sobra conocidas y su conocimiento no ha servido, en este caso, para evitar o paliar los efectos de la gota fría, aún existiendo registros históricos desde hace cientos de años.
¿Cuál ha sido el papel que han jugado las instituciones del Estado en relación con el desastre natural?
-Presidente del Gobierno: “Si quieren algo que lo pidan”. No hay calificativos para tamaña inoperancia y desprecio hacia los que han perdido todo y se encuentran desesperados. “Más vale un toma, que un cien te daré”.
Un recibimiento arrojándole barro y un amago de apaleamiento ¿puede ser la respuesta espontánea que cabría esperar de un pueblo sumido en la desgracia? Personalmente hubiese valorado su disposición real al frente del país por voluntad propia, con todo su equipo para tomar soluciones y hacer frente a los problemas. Se llama “estar al pie del cañón”.
¿Qué hizo el presidente? Largarse unos días de España y acudir a la cumbre climática de Baku para decir que la “dana” y los muertos eran una “consecuencia del cambio climático”. Sr. Sánchez, ¿los mas de 20 episodios similares registrados históricamente han sido también consecuencia del cambio climático? Tenemos un presidente cuya actuación miserable me produjo estupor y desprecio. Ningún representante de su gobierno acudió en un primer momento al lugar del desastre.
-Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. Las responsabilidades le afectaban en varios campos y le inculpan por las cosas que ha dejado de hacer en tiempos pasados, por lo que se ha dejado hacer y por la forma como ha funcionado el Ministerio y la Confederación en el momento del suceso. Para muestra, un somero comentario.
Las obras e infraestructuras están condicionadas por las características de las cuencas vertientes de grandes pendientes que favorecen la concentración de caudales y la cantidad de suelo ocupado cerca de los barrancos. Fruto de experiencias de riadas anteriores fue el proyecto “Adecuación ambiental y drenaje de la cuenca del Poyo vertiente a la Albufera de Valencia” sometido a evaluación de impacto ambiental el 14 de diciembre de 2006, que Teresa Ribera aprobó, sin prisas, como secretaria de Estado el 12 de diciembre de 2011. La vicepresidenta, antes de salir hacia Europa, recordó en el Congreso de los Diputados que si las obras no se construyeron la responsabilidad corresponde al Gobierno de Mariano Rajoy que vino detrás, y no le falta razón, porque el Gobierno del PP (2012-2018) no las acometió. Lo que la señora vicepresidenta no dijo es que las obras tampoco fueron acometidas por los gobiernos posteriores (años 2018 a 2024) en que ha gobernado el PSOE y que, de ella, ministra de Cambio Climático, ha dependido la Confederación Hidrográfica del Júcar, que debía acometer las obras cuyo objetivo era la reducción del riesgo de inundación en las poblaciones afectadas y la protección del Parque Natural de la Albufera. Ni ésta ni ninguna actuación ha acometido durante su mandato la Confederación, quien debía, además, haber denunciado y evitado la ocupación de cauces por urbanizaciones y viviendas, el aterramiento de cauces, la colocación de pilas de puentes con orientación desfavorable al curso de las aguas, y el crecimiento descontrolado de maleza en esos cauces. No hay que olvidar que la Confederación ha elaborado los mapas de zonas inundables y de riesgo a que obligan las leyes europeas traspuestas al Ordenamiento Jurídico español por el RD 903/2010 y otros. ¿Cómo es posible que los autores de esos mapas no hayan denunciado también el estado de los cauces? Costará muchos años borrar las huellas de su paso por el Ministerio.
Recogiendo fallos y negligencias de la Confederación hay que decir que los más graves, a mi juicio, han sido la mala aplicación y utilización de los recursos y técnicas disponibles para aviso e información de que la riada iba creciendo según se acercaba a las zonas habitadas. La Confederación disponía desde hace más de veinte años de una red automática de mediciones de lluvias y caudales para intervalos de tiempo de cinco minutos. Resulta increíble que con estos medios se dejara perder un tiempo que hubiera podido “in extremis” salvar muchas vidas. Todo aviso para ser medianamente práctico necesita que se dé bien, a la persona adecuada, y que se esté seguro de que el mensaje es bien entendido. Lo demás son chapuzas y medias tintas y en este caso los afectados por la riada no estuvieron informados del peligro en ningún momento. Si eso fue cierto es porque los sistemas fallaron y ahora será el país quien lo pague. Otro problema serán las causas y responsabilidades sobre los fallos. Los muertos no perdonan.
-La Generalitat Valenciana. El mayor problema no es el cúmulo de imprevisiones del primer momento. Antes de que Alfonso el Magnánimo, en 1418, asistiese a las Cortes Valencianas existía el fenómeno de la gota fría. En el estatuto de la Generalitat de 17 de julio de 1982, ya se reconocía “competencia exclusiva a la Generalitat en materia de ordenación del territorio y del litoral urbanismo y vivienda”.
El desarrollo del urbanismo rampante antes de que acabase el siglo XX, sin ningún respeto a la naturaleza y a las leyes naturales, ya había ocupado cauces y había hecho desaparecer, incluso, barrancos en las zonas hoy devastadas. También extensas zonas de huertas que llegaron en explotación a principios de siglo han desaparecido ocupadas por la trama urbana, por zonas industriales y por servicios varios. No hacen falta sesudos análisis. Aproximadamente la mitad de los cadáveres que nos ha dejado la riada han aparecido dentro de los edificios.
¿Quién ha aprobado los proyectos y controlado la construcción de edificios en zonas inundables? ¿Quién ha aprobado los Planes de Ordenación Urbana de los Municipios?
No se puede culpar al “cambio climático”, no. Las pequeñas variaciones climáticas en algunos periodos de la historia han existido siempre, pero las leyes de la naturaleza nunca han dejado de cumplirse. Los hombres somos tan ignorantes que nos ponemos, o nos ponen, una venda para que no veamos la realidad y nos responsabilicemos de los hechos. Lo que ha ocurrido en Valencia era previsible y las causas estaban a la vista. El drama venía amasándose desde tiempo atrás.
Ninguna Administración del Estado ha estado a la altura que se podía esperar ni en la planificación a largo plazo ni a corto ni en el momento de producirse el fenómeno. Han fallado todas las instituciones y ahora todos se culpan entre ellos. No tenemos un Estado decente, pero podemos celebrar que, al menos, tenemos un país solidario para hacer el futuro. Ahí están los voluntarios.
El desastre se podría y se debía haber evitado. Nuestro país no ha dejado de luchar contra las inundaciones a lo largo de la historia. Las actuaciones tradicionales han consistido principalmente en plantear y ejecutar soluciones estructurales, como presas, encauzamientos, diques o desvíos y/o mantenimiento de cauces. A veces se ha recurrido a correcciones hidrogeológicas de cuencas, haciendo repoblaciones arbustivas en laderas que favorecen la retención de aguas y evitan arrastres sólidos. Como complemento, ahora, se deben implantar sistemas automáticos de alerta y planes de protección civil, que son medidas efectivas y eficientes para minorar los posibles daños por inundaciones. Todos los expertos señalan que la mejor forma de minorar los daños es conseguir que no se construya en zonas inundables. Es la experiencia más eficaz después de miles de años de lucha y observaciones.
Todas estas soluciones son de sobra conocidas y su conocimiento no ha servido, en este caso, para evitar o paliar los efectos de la gota fría, aún existiendo registros históricos desde hace cientos de años.
¿Cuál ha sido el papel que han jugado las instituciones del Estado en relación con el desastre natural?
-Presidente del Gobierno: “Si quieren algo que lo pidan”. No hay calificativos para tamaña inoperancia y desprecio hacia los que han perdido todo y se encuentran desesperados. “Más vale un toma, que un cien te daré”.
Un recibimiento arrojándole barro y un amago de apaleamiento ¿puede ser la respuesta espontánea que cabría esperar de un pueblo sumido en la desgracia? Personalmente hubiese valorado su disposición real al frente del país por voluntad propia, con todo su equipo para tomar soluciones y hacer frente a los problemas. Se llama “estar al pie del cañón”.
¿Qué hizo el presidente? Largarse unos días de España y acudir a la cumbre climática de Baku para decir que la “dana” y los muertos eran una “consecuencia del cambio climático”. Sr. Sánchez, ¿los mas de 20 episodios similares registrados históricamente han sido también consecuencia del cambio climático? Tenemos un presidente cuya actuación miserable me produjo estupor y desprecio. Ningún representante de su gobierno acudió en un primer momento al lugar del desastre.
-Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. Las responsabilidades le afectaban en varios campos y le inculpan por las cosas que ha dejado de hacer en tiempos pasados, por lo que se ha dejado hacer y por la forma como ha funcionado el Ministerio y la Confederación en el momento del suceso. Para muestra, un somero comentario.
Las obras e infraestructuras están condicionadas por las características de las cuencas vertientes de grandes pendientes que favorecen la concentración de caudales y la cantidad de suelo ocupado cerca de los barrancos. Fruto de experiencias de riadas anteriores fue el proyecto “Adecuación ambiental y drenaje de la cuenca del Poyo vertiente a la Albufera de Valencia” sometido a evaluación de impacto ambiental el 14 de diciembre de 2006, que Teresa Ribera aprobó, sin prisas, como secretaria de Estado el 12 de diciembre de 2011. La vicepresidenta, antes de salir hacia Europa, recordó en el Congreso de los Diputados que si las obras no se construyeron la responsabilidad corresponde al Gobierno de Mariano Rajoy que vino detrás, y no le falta razón, porque el Gobierno del PP (2012-2018) no las acometió. Lo que la señora vicepresidenta no dijo es que las obras tampoco fueron acometidas por los gobiernos posteriores (años 2018 a 2024) en que ha gobernado el PSOE y que, de ella, ministra de Cambio Climático, ha dependido la Confederación Hidrográfica del Júcar, que debía acometer las obras cuyo objetivo era la reducción del riesgo de inundación en las poblaciones afectadas y la protección del Parque Natural de la Albufera. Ni ésta ni ninguna actuación ha acometido durante su mandato la Confederación, quien debía, además, haber denunciado y evitado la ocupación de cauces por urbanizaciones y viviendas, el aterramiento de cauces, la colocación de pilas de puentes con orientación desfavorable al curso de las aguas, y el crecimiento descontrolado de maleza en esos cauces. No hay que olvidar que la Confederación ha elaborado los mapas de zonas inundables y de riesgo a que obligan las leyes europeas traspuestas al Ordenamiento Jurídico español por el RD 903/2010 y otros. ¿Cómo es posible que los autores de esos mapas no hayan denunciado también el estado de los cauces? Costará muchos años borrar las huellas de su paso por el Ministerio.
Recogiendo fallos y negligencias de la Confederación hay que decir que los más graves, a mi juicio, han sido la mala aplicación y utilización de los recursos y técnicas disponibles para aviso e información de que la riada iba creciendo según se acercaba a las zonas habitadas. La Confederación disponía desde hace más de veinte años de una red automática de mediciones de lluvias y caudales para intervalos de tiempo de cinco minutos. Resulta increíble que con estos medios se dejara perder un tiempo que hubiera podido “in extremis” salvar muchas vidas. Todo aviso para ser medianamente práctico necesita que se dé bien, a la persona adecuada, y que se esté seguro de que el mensaje es bien entendido. Lo demás son chapuzas y medias tintas y en este caso los afectados por la riada no estuvieron informados del peligro en ningún momento. Si eso fue cierto es porque los sistemas fallaron y ahora será el país quien lo pague. Otro problema serán las causas y responsabilidades sobre los fallos. Los muertos no perdonan.
-La Generalitat Valenciana. El mayor problema no es el cúmulo de imprevisiones del primer momento. Antes de que Alfonso el Magnánimo, en 1418, asistiese a las Cortes Valencianas existía el fenómeno de la gota fría. En el estatuto de la Generalitat de 17 de julio de 1982, ya se reconocía “competencia exclusiva a la Generalitat en materia de ordenación del territorio y del litoral urbanismo y vivienda”.
El desarrollo del urbanismo rampante antes de que acabase el siglo XX, sin ningún respeto a la naturaleza y a las leyes naturales, ya había ocupado cauces y había hecho desaparecer, incluso, barrancos en las zonas hoy devastadas. También extensas zonas de huertas que llegaron en explotación a principios de siglo han desaparecido ocupadas por la trama urbana, por zonas industriales y por servicios varios. No hacen falta sesudos análisis. Aproximadamente la mitad de los cadáveres que nos ha dejado la riada han aparecido dentro de los edificios.
¿Quién ha aprobado los proyectos y controlado la construcción de edificios en zonas inundables? ¿Quién ha aprobado los Planes de Ordenación Urbana de los Municipios?
No se puede culpar al “cambio climático”, no. Las pequeñas variaciones climáticas en algunos periodos de la historia han existido siempre, pero las leyes de la naturaleza nunca han dejado de cumplirse. Los hombres somos tan ignorantes que nos ponemos, o nos ponen, una venda para que no veamos la realidad y nos responsabilicemos de los hechos. Lo que ha ocurrido en Valencia era previsible y las causas estaban a la vista. El drama venía amasándose desde tiempo atrás.
Ninguna Administración del Estado ha estado a la altura que se podía esperar ni en la planificación a largo plazo ni a corto ni en el momento de producirse el fenómeno. Han fallado todas las instituciones y ahora todos se culpan entre ellos. No tenemos un Estado decente, pero podemos celebrar que, al menos, tenemos un país solidario para hacer el futuro. Ahí están los voluntarios.