Efrén Cuesta fue el primero en entrar al monumento natural hace 25 años, aunque sin llegar a calibrar la importancia del hallazgo
Efrén Cuesta en el interior de la Geoda el 1 de enero de 2000. Tenía 19 años |
ALMERÍA HOY / 28·12·2024
- Acaban de cumplirse 25 años del descubrimiento de la Geoda, pero ¿fue el 4 ó el 5 de diciembre de 1999?
- En realidad no lo tenemos muy claro. Solíamos visitar minas en puentes y días sin clase. Lo único seguro es que fue durante el puente de la Constitución de ese año, pero no podríamos asegurar si el 4 ó el 5 de diciembre.
- ¿Recuerda cómo se produjo el hallazgo?
- Éramos unos amigos interesados por los minerales que, aunque asturianos, formábamos parte del Grupo Mineralogista de Madrid y nos juntábamos en fiestas para practicar nuestro pasatiempo favorito. Uno de nosotros, Gonzalo García, editaba la revista ‘Bocamina’, y ese puente nos dirigimos a la Mina Rica para realizar un reportaje fotográfico, conocer sus galerías y picar para buscar minerales. Debo confesar que a mí no me gustaba mucho picar y bajé a un pozo, donde vi una pared que me pareció esconder algo, y se lo dije a mi padre que, al día siguiente, la picó y apareció la geoda.
- ¿Qué pensó entonces?
- En realidad, hasta el 1 de enero del 2000 no la vi, porque el día que se abrió me quedé fuera. Cuando salieron mi padre, mi hermano y el resto del grupo, me dijeron que detrás de la pared había algo impresionante. Después, volvimos en el puente de Año Nuevo y fui el primero en entrar. Fue una experiencia única. Yo llevaba en el mundo de los minerales toda la vida. Desde muy pequeño había visto muchísimas geodas, pero la mayoría del tamaño de un puño, y la más grande como una caja de cartón mediana. Nunca una en la que pudiera entrar. Me sentí muy pequeño.
- ¿Qué le indujo a creer que detrás de aquella pared podría ocultarse algo importante?
- Vi en el entorno gran cantidad de cristales de yeso de alta transparencia. Eran indicios de que allí podría encontrarse un importante filón mineral. La pared se hallaba en un lugar inaccesible. Tuve que recurrir a una escalera para llegar a ella; por eso la alejó del interés de los mineralogistas, aunque algunos, como nosotros, buscamos precisamente esos rincones vírgenes de difícil acceso. Por eso me llamó la atención.
- ¿Fue consciente en aquel momento de la importancia de su descubrimiento?
- Para nada. Y nunca llegué a imaginar lo que Pulpí ha sido capaz de hacer con la Geoda. Conseguir que sea visitable y darle una proyección universal me parece todavía impensable. Por lo general, no se suele dar importancia a algo así, pero en Pulpí sí se la dieron y hoy tienen un monumento natural único que todo el mundo puede ver.
- ¿Qué le parece el resultado?
- Maravilloso. Sin restar importancia a la Geoda, donde la única intervención del hombre ha consistido en hacerla accesible, destaco la labor realizada en todo el trayecto, la adaptación de la mina y el relato de los guías. Aprecio más la recuperación de la mina y del patrimonio minero que la Geoda en sí, que no es obra del ser humano. Merece la pena valorar el sufrimiento de quienes trabajaron allí hace un siglo. Hoy existen otros medios, pero, entonces, la minería avanzaba a golpe de riñón.
- ¿Se siente valorado como descubridor de la Geoda?
- Lo cierto es que tardaron varios años en reconocer el hallazgo, y más en proponerse abrirla al público. En 2020 conocí a Juanba [López], el concejal de Geoda, y a Mila [Carretero], la geóloga a cargo del recinto, y surgió una amistad muy profunda. Me acogen muy bien; me hacen sentir como en casa. Nos tienen en muy alta consideración. El 4 de diciembre organizaron un acto muy emotivo para recordar el 25º aniversario del descubrimiento de la Geoda. Nos reunieron a todos los que participamos en el hallazgo, que no habíamos coincidido nunca más. Tenía muchas ganas de que se celebrase un evento como ése.
- ¿Encontrar la Geoda acabó separándoles?
- En realidad siempre hubo contacto, pero la vida nos llevó a cada uno por su lado. Una amistad de 30 años no puede perderse de la noche a la mañana, aunque la mayoría somos de distintos puntos de Asturias, Gonzalo de Madrid y Ángel Romero, que es de Almería, fue quien nos llevó a conocer la Mina Rica. Uno más, Fernando Palero, forma parte del equipo de la Geoda. Se quedó en Pulpí.
- En realidad no lo tenemos muy claro. Solíamos visitar minas en puentes y días sin clase. Lo único seguro es que fue durante el puente de la Constitución de ese año, pero no podríamos asegurar si el 4 ó el 5 de diciembre.
- ¿Recuerda cómo se produjo el hallazgo?
- Éramos unos amigos interesados por los minerales que, aunque asturianos, formábamos parte del Grupo Mineralogista de Madrid y nos juntábamos en fiestas para practicar nuestro pasatiempo favorito. Uno de nosotros, Gonzalo García, editaba la revista ‘Bocamina’, y ese puente nos dirigimos a la Mina Rica para realizar un reportaje fotográfico, conocer sus galerías y picar para buscar minerales. Debo confesar que a mí no me gustaba mucho picar y bajé a un pozo, donde vi una pared que me pareció esconder algo, y se lo dije a mi padre que, al día siguiente, la picó y apareció la geoda.
- ¿Qué pensó entonces?
- En realidad, hasta el 1 de enero del 2000 no la vi, porque el día que se abrió me quedé fuera. Cuando salieron mi padre, mi hermano y el resto del grupo, me dijeron que detrás de la pared había algo impresionante. Después, volvimos en el puente de Año Nuevo y fui el primero en entrar. Fue una experiencia única. Yo llevaba en el mundo de los minerales toda la vida. Desde muy pequeño había visto muchísimas geodas, pero la mayoría del tamaño de un puño, y la más grande como una caja de cartón mediana. Nunca una en la que pudiera entrar. Me sentí muy pequeño.
- ¿Qué le indujo a creer que detrás de aquella pared podría ocultarse algo importante?
- Vi en el entorno gran cantidad de cristales de yeso de alta transparencia. Eran indicios de que allí podría encontrarse un importante filón mineral. La pared se hallaba en un lugar inaccesible. Tuve que recurrir a una escalera para llegar a ella; por eso la alejó del interés de los mineralogistas, aunque algunos, como nosotros, buscamos precisamente esos rincones vírgenes de difícil acceso. Por eso me llamó la atención.
- ¿Fue consciente en aquel momento de la importancia de su descubrimiento?
- Para nada. Y nunca llegué a imaginar lo que Pulpí ha sido capaz de hacer con la Geoda. Conseguir que sea visitable y darle una proyección universal me parece todavía impensable. Por lo general, no se suele dar importancia a algo así, pero en Pulpí sí se la dieron y hoy tienen un monumento natural único que todo el mundo puede ver.
- ¿Qué le parece el resultado?
- Maravilloso. Sin restar importancia a la Geoda, donde la única intervención del hombre ha consistido en hacerla accesible, destaco la labor realizada en todo el trayecto, la adaptación de la mina y el relato de los guías. Aprecio más la recuperación de la mina y del patrimonio minero que la Geoda en sí, que no es obra del ser humano. Merece la pena valorar el sufrimiento de quienes trabajaron allí hace un siglo. Hoy existen otros medios, pero, entonces, la minería avanzaba a golpe de riñón.
- ¿Se siente valorado como descubridor de la Geoda?
- Lo cierto es que tardaron varios años en reconocer el hallazgo, y más en proponerse abrirla al público. En 2020 conocí a Juanba [López], el concejal de Geoda, y a Mila [Carretero], la geóloga a cargo del recinto, y surgió una amistad muy profunda. Me acogen muy bien; me hacen sentir como en casa. Nos tienen en muy alta consideración. El 4 de diciembre organizaron un acto muy emotivo para recordar el 25º aniversario del descubrimiento de la Geoda. Nos reunieron a todos los que participamos en el hallazgo, que no habíamos coincidido nunca más. Tenía muchas ganas de que se celebrase un evento como ése.
- ¿Encontrar la Geoda acabó separándoles?
- En realidad siempre hubo contacto, pero la vida nos llevó a cada uno por su lado. Una amistad de 30 años no puede perderse de la noche a la mañana, aunque la mayoría somos de distintos puntos de Asturias, Gonzalo de Madrid y Ángel Romero, que es de Almería, fue quien nos llevó a conocer la Mina Rica. Uno más, Fernando Palero, forma parte del equipo de la Geoda. Se quedó en Pulpí.