Sorbas y la falla de Carboneras


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

En estos días hemos vivido una sismo, así les llaman ahora, en el pueblo de los chorreones. Sorbas se despertó con miedo, y el resto de los almerienses pensamos en la tragedia que está viviendo Valencia, esperando que solo fuera un susto. Y eso fue para los vecinos, solo un susto. El temblor de ese día y lo que pueda ocurrir en nuestra provincia, me trajo a la memoria la famosa falla de Carboneras, de la que se dice manan todos los movimientos interiores de nuestra Almería.

Era la noche del jueves, 26 de octubre de hace un año. La falla de Carboneras, dicen que la más importante de la provincia, volvió a sorprender a propios y foráneos. Eran las once cerradas, y casi media, faltaban solo cuatro minutos, cuando decidió salir a saludar a sus vecinos. Una hermosa luna la esperaba a esa hora, así como cientos de vecinos de Carboneras que aún disfrutaban despiertos de la noche y de la conversación sobre la vida y milagros del ayuntamiento. Lo hizo con cierta elegancia, sin gran aparato, fue un ronquido de los aceptables, de los que todavía no necesitan máquina para el sueño reparador de la noche. Solo fue como anunciar que sigue ahí, que le gusta que el personal cuente con ella y que no la olvide. Casquivana falla ésta, que habita en las entrañas de Carboneras.

El hotel levantado en la playa del Algarrobico, el que algunos están empeñados en derribar y que paguemos los ciudadanos, notó como esa noche, a esa hora que cuentan en el pueblo que habló la falla, sus cimientos crujieron. Por un momento pensó que los ecologistas habían ganado la partida en la justicia, y que las máquinas de demolición estaban golpeando las columnas que lo anclan a esta tierra y su playa.

Pero la falla que se esconde bajo la tierra del pueblico, en esta ocasión solo había venido de visita, a saludar a los vecinos, le dijo al desesperado hotel, en medio de la oscuridad y de un fuerte ronquido, y dejó que el hotel siguiera durmiendo con tranquilidad en la noche carbonera. Y el llamado hotel del Algarrabico, en medio del temor y el miedo pasado durante unos segundos, mostraba su agradecimiento por esos días más de vida que la falla le concedía, a la espera de la sentencia de unos jueces, las alegaciones de unos ecologistas, y las posturas de unos políticos que a veces no se entienden bien los cambios que practican.

A la mañana siguiente todos los vecinos de Carboneras, incluidos los del Llano de don Antonio, hablaban de la falla y de su salida de las entrañas de la tierra. De su ronquido, y del pavor que sienten a que una de estas noches, con luna o sin ella, decida salir con el ánimo levantado contra todo el que vive sobre la tierra que la tiene atrapada, incluido ese mamotreto de hotel levantado y al que ha jurado derribar una de estas noches. Y en esas anda la falla de Carboneras, nos olvidamos de ella de vez en cuando, pero cuando tiembla Sorbas, y lo hacía hace unos días, volvemos a pensar en la falla, casquivana falla de Carboneras, que viene amenazando a esta tierra desde hace siglos. De la falla Salvador, que también da sorpresas, en este caso políticas, otro día.