.. |
PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Asesinos, asesinos, asesinos. He seguido, como no podía ser menos, todas las noticias que nos han ido llegando desde Valencia. Me he asomado a las llamadas televisiones generalistas nacionales para ver y escuchar lo que se pensaba y se decía sobre lo que venía sucediendo en las tierras devastadas del levante español. ¿Qué conclusión he sacado? Que en España no manda nadie, y que se quitan de en medio ante cualquier problema a las primeras de cambio. En unos programas la culpa era de Pedro Sánchez, en otros era del presidente valenciano, Mazón. Para la izquierda era el presidente del Pp, para la derecha era el presidente del Psoe.
Ante la situación que expresaban los sesudos comentaristas, uno, desde la no muy lejana Almería, que ha sufrido gotas frías aún recordadas, la del setenta y tres, por ejemplo, pensaba que España se merece tener un presidente, y a ser un posible un jefe de estado, que sea capaz de asumir la responsabilidad de un país ante el dolor de sus gentes. El problema quizás es que, para algunos, España ha dejado de ser un país (cuando le interesa), para convertirlo en diecisiete pandillas de políticos sin escrúpulos, sinvergüenzas hasta las trancas, peleándose los unos con los otros, sin saber dar ni siquiera la imagen de un país unido ante la mínima situación.
La impresión es que a Pedro le ha interesado, tras el paso de la gota fría por Valencia, dejar de ser el presidente de España, le convenía más convertir en responsable de lo que estaba ocurriendo al de la comunidad valenciana. “Pida que se le dará”, dijo cuatro días después. Y los días anteriores ¿a qué se dedicó el que dice ser el presidente de los españoles? ¿No eran los valencianos personas que estaban bajo la bandera de su gobierno? Para él no lo debían ser. ¿Tampoco para un rey que se dice jefe del estado? Durante cuatro días nadie se preocupó de ellos.
Se acercó a verlos con las cámaras de la tele para dejar su imagen inmortalizada ante la gran preocupación que sentía. ¿Sentía? Antes de llegar él a por la foto tendría que haber mandado al ejército. Pero claro, el presidente valenciano no lo había pedido. ¿Y quién es el general de los ejércitos? Si no tiene poder ¿de qué nos sirve? ¿De quién es la culpa de los muertos?, parecía decirnos con esa declaración Pedro el mentiroso. Cinco días después manifestaba: Pida que se le dará.
Cuando ha querido y le ha dado la gana, ha asumido la responsabilidad de jefe de gobierno español, y se ha pasado a las comunidades por el forro. ¿Lo que estaba sucediendo en Valencia no era para que hubiera tomado el control ante la catástrofe que estaban sufriendo los ciudadanos de estos pueblos? ¿Por qué no lo hizo? Era más importante echar la culpa al rival, que intentar salvar a cientos de españoles. Da la impresión de que esa era la intención. Echar la culpa al rival. Ya se dedicarán mis terminales a lavar mi cara y de darle caña al presidente de la comunidad, y cierto es que se la lavaron a él, y le dieron caña al rival. El sábado, en los gran programas de las Tv dedicados a Valencia, Mazón se llevó todos los palos. Algunos es posible que muy merecidos.
Tras dejar pasar unos días, y ver los acontecimientos que han ido pasando, solo puedo pensar que así no podemos seguir. Es preferible tener a un solo impresentable, mentiroso e inútil mandando en el país, o tener a diecisiete con la misma catadura. O nos sobra uno. O nos sobran diecisiete. La única verdad es que nuestra gente, la que se bajó al barro con palas y escobas, los españoles de a pie, los voluntarios que veías llenos de barro en las calles, no se merecen que los estén mandando unos grandísimos hijos de la gran puta, y que me perdonen sus madres, lo mismo ese alelo era el del padre.
Dirán, y no les falta razón, que estoy escribiendo desde la rabia, desde la sensación que tenían esos valencianos que tiraban piedras y barro a las autoridades presentes, empezando por el rey, si yo hubiera estado allí, habría hecho lo mismo. Llámenme exagerado, extremista o lo que les dé la gana, con cientos de muertos, con miles que se esperan, no se puede venir cinco días después a pasear sus palmitos, sus zapatos de cocodrilo por la calles de estos pueblos. Si tuvieran vergüenza, dimitirían todos: empezando por Pedro y Carlos. Ese pueblo no se merece a estos personajes. Se entiende el: asesinos, asesinos, asesinos.
Ante la situación que expresaban los sesudos comentaristas, uno, desde la no muy lejana Almería, que ha sufrido gotas frías aún recordadas, la del setenta y tres, por ejemplo, pensaba que España se merece tener un presidente, y a ser un posible un jefe de estado, que sea capaz de asumir la responsabilidad de un país ante el dolor de sus gentes. El problema quizás es que, para algunos, España ha dejado de ser un país (cuando le interesa), para convertirlo en diecisiete pandillas de políticos sin escrúpulos, sinvergüenzas hasta las trancas, peleándose los unos con los otros, sin saber dar ni siquiera la imagen de un país unido ante la mínima situación.
La impresión es que a Pedro le ha interesado, tras el paso de la gota fría por Valencia, dejar de ser el presidente de España, le convenía más convertir en responsable de lo que estaba ocurriendo al de la comunidad valenciana. “Pida que se le dará”, dijo cuatro días después. Y los días anteriores ¿a qué se dedicó el que dice ser el presidente de los españoles? ¿No eran los valencianos personas que estaban bajo la bandera de su gobierno? Para él no lo debían ser. ¿Tampoco para un rey que se dice jefe del estado? Durante cuatro días nadie se preocupó de ellos.
Se acercó a verlos con las cámaras de la tele para dejar su imagen inmortalizada ante la gran preocupación que sentía. ¿Sentía? Antes de llegar él a por la foto tendría que haber mandado al ejército. Pero claro, el presidente valenciano no lo había pedido. ¿Y quién es el general de los ejércitos? Si no tiene poder ¿de qué nos sirve? ¿De quién es la culpa de los muertos?, parecía decirnos con esa declaración Pedro el mentiroso. Cinco días después manifestaba: Pida que se le dará.
Cuando ha querido y le ha dado la gana, ha asumido la responsabilidad de jefe de gobierno español, y se ha pasado a las comunidades por el forro. ¿Lo que estaba sucediendo en Valencia no era para que hubiera tomado el control ante la catástrofe que estaban sufriendo los ciudadanos de estos pueblos? ¿Por qué no lo hizo? Era más importante echar la culpa al rival, que intentar salvar a cientos de españoles. Da la impresión de que esa era la intención. Echar la culpa al rival. Ya se dedicarán mis terminales a lavar mi cara y de darle caña al presidente de la comunidad, y cierto es que se la lavaron a él, y le dieron caña al rival. El sábado, en los gran programas de las Tv dedicados a Valencia, Mazón se llevó todos los palos. Algunos es posible que muy merecidos.
Tras dejar pasar unos días, y ver los acontecimientos que han ido pasando, solo puedo pensar que así no podemos seguir. Es preferible tener a un solo impresentable, mentiroso e inútil mandando en el país, o tener a diecisiete con la misma catadura. O nos sobra uno. O nos sobran diecisiete. La única verdad es que nuestra gente, la que se bajó al barro con palas y escobas, los españoles de a pie, los voluntarios que veías llenos de barro en las calles, no se merecen que los estén mandando unos grandísimos hijos de la gran puta, y que me perdonen sus madres, lo mismo ese alelo era el del padre.
Dirán, y no les falta razón, que estoy escribiendo desde la rabia, desde la sensación que tenían esos valencianos que tiraban piedras y barro a las autoridades presentes, empezando por el rey, si yo hubiera estado allí, habría hecho lo mismo. Llámenme exagerado, extremista o lo que les dé la gana, con cientos de muertos, con miles que se esperan, no se puede venir cinco días después a pasear sus palmitos, sus zapatos de cocodrilo por la calles de estos pueblos. Si tuvieran vergüenza, dimitirían todos: empezando por Pedro y Carlos. Ese pueblo no se merece a estos personajes. Se entiende el: asesinos, asesinos, asesinos.