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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
A lo largo de los últimos tiempos, desde aquellos movimientos que nos dieron a conocer lo que tras las concentraciones madrileñas sería el nacimiento de Podemos, Iñigo Errejón nos ha ido mostrando su forma de ser y de comportarse como político. Nos mostró que la traición está dentro de su gen y que la hipocresía no está lejos de su quehacer diario político. Mostró en la tribuna con sus palabras que puede servir a cualquiera que le ofrezca seguir en el poder, y que no le duelen prendas defender cualquiera de las dos opciones. Creíamos que lo conocíamos casi todo del personaje, y es posible que así fuera, pero nos dejaba fuera de lo que era como persona.
Ese Iñigo, pequeño personaje irascible con los rivales políticos, que sin levantar dos pies del suelo daba lecciones de moralinas a los del banco contrario, que se decía feminista y de izquierdas, que parecía estar todo el día enfadado con el mundo, quizá porque ese mundo no lo hizo más alto, más guapo o más chulo que aquel jefe de filas que se compró un casoplón en Galapagar, y se llevaba a las chicas más guapas de los mítines, para irlas cambiando a los pocos meses.
Aquel personaje que nos mostraba el político desde el escaño, o desde sus intervenciones en las redes sociales estaba en contra de la persona que ocupaba su cuerpo. El personaje festejaba la aprobación de una ley del sí es sí. Cantaba y defendía con toda la fuerza de su personaje político: Yo, sí te creo hermana.
Pero no era así, cuando en estos días estamos descubriendo al Iñigo Errejón persona. El Iñigo hombre, el gafitas que parecía un niño bueno cuando estaba callado, que no había roto un plato en el comedor de su hogar, no nos mostraba la doble personalidad con la que jugaba entre la vida pública y la privada. Ahora que las conocemos, que sabemos de su verdadero comportamiento, que nos ha mostrado abiertamente qué es y cómo es: Su mente y su personaje es profundamente de izquierdas, pero sus bajos, ay, sus bajos y su persona son neoliberales o muy de derechas.
Saben lo que no conocíamos del pequeño Errejón: La tiró sobre la cama, se bajó el pantalón y le enseñó la culebra. La culebra de este Errejón no la conocíamos. Desde entonces España está en vilo, expectante, deseosa y ansiosa por saber todos los datos de la culebra de Errejón. En los ambientes sociales y políticos, en los programas rosas, amarillos, todos y todas, “también les todes de Montero”, se preguntan lo mismo: ¿Cómo la tiene el pequeño Iñigo? A Errejón solo le queda mostrar a los españoles el tamaño de su culebra.
Si nos atenemos al cuerpo del caballero, decía una especialista en sexo en Tv, la culebra bien puede ser una culebrina. Si la medimos, como nos decían en una clase de sexo, y lo normal es que mida dos veces y media la circunferencia del dedo gordo de la mano derecha o izquierda, dependiendo de la ideología del medidor, puede ser algo más que una simple culebrina. Ante el despelote que se ha organizado en la sociedad española con la culebra del personaje, se hace necesario que el señor Errejón sea invitado a uno de esos programa de audiencia masiva, se baje ante millones de españoles los pantalones y nos saque de dudas, mostrando, como hizo aquel día en que tiró a la chica sobre la cama, se bajó los pantalones y le mostró su Pischa. ¡Que la muestre, que la muestre!
Ese Iñigo, pequeño personaje irascible con los rivales políticos, que sin levantar dos pies del suelo daba lecciones de moralinas a los del banco contrario, que se decía feminista y de izquierdas, que parecía estar todo el día enfadado con el mundo, quizá porque ese mundo no lo hizo más alto, más guapo o más chulo que aquel jefe de filas que se compró un casoplón en Galapagar, y se llevaba a las chicas más guapas de los mítines, para irlas cambiando a los pocos meses.
Aquel personaje que nos mostraba el político desde el escaño, o desde sus intervenciones en las redes sociales estaba en contra de la persona que ocupaba su cuerpo. El personaje festejaba la aprobación de una ley del sí es sí. Cantaba y defendía con toda la fuerza de su personaje político: Yo, sí te creo hermana.
Pero no era así, cuando en estos días estamos descubriendo al Iñigo Errejón persona. El Iñigo hombre, el gafitas que parecía un niño bueno cuando estaba callado, que no había roto un plato en el comedor de su hogar, no nos mostraba la doble personalidad con la que jugaba entre la vida pública y la privada. Ahora que las conocemos, que sabemos de su verdadero comportamiento, que nos ha mostrado abiertamente qué es y cómo es: Su mente y su personaje es profundamente de izquierdas, pero sus bajos, ay, sus bajos y su persona son neoliberales o muy de derechas.
Saben lo que no conocíamos del pequeño Errejón: La tiró sobre la cama, se bajó el pantalón y le enseñó la culebra. La culebra de este Errejón no la conocíamos. Desde entonces España está en vilo, expectante, deseosa y ansiosa por saber todos los datos de la culebra de Errejón. En los ambientes sociales y políticos, en los programas rosas, amarillos, todos y todas, “también les todes de Montero”, se preguntan lo mismo: ¿Cómo la tiene el pequeño Iñigo? A Errejón solo le queda mostrar a los españoles el tamaño de su culebra.
Si nos atenemos al cuerpo del caballero, decía una especialista en sexo en Tv, la culebra bien puede ser una culebrina. Si la medimos, como nos decían en una clase de sexo, y lo normal es que mida dos veces y media la circunferencia del dedo gordo de la mano derecha o izquierda, dependiendo de la ideología del medidor, puede ser algo más que una simple culebrina. Ante el despelote que se ha organizado en la sociedad española con la culebra del personaje, se hace necesario que el señor Errejón sea invitado a uno de esos programa de audiencia masiva, se baje ante millones de españoles los pantalones y nos saque de dudas, mostrando, como hizo aquel día en que tiró a la chica sobre la cama, se bajó los pantalones y le mostró su Pischa. ¡Que la muestre, que la muestre!