El clan Fernández lucha para evitar el fin de sus 40 años manejando al PSOE carbonero

La dirección local ha maniobrado para evitar que tres de los seis concejales socialistas convocasen una Asamblea, que tendría, como fin último, acabar con cuatro décadas de poder absoluto de los Fernández


Capel, Fuentes, Espadas, Amérigo y Lorenzo el 28 de septiembre en Albox.

ALMERÍA HOY / 17·10·2024

El PSOE de Carboneras viene siendo controlado durante los últimos cuarenta y un años por una familia que nunca ha sido seriamente cuestionada en el seno del Partido: los Fernández. Los Fernández son, esencialmente, el patriarca Cristóbal Fernández y su hermana Charo, que es madre de los Amérigo Fernández, sobrinos de Cristóbal, tres de ellos muy vinculados al PSOE. De entre todos, han destacado Antonio Amérigo Fernández –que es gerente del PSOE de Almería- y José Luis Amérigo Fernández, -regidor entre 2019 y 2023- que cogió el testigo del liderazgo del partido en Carboneras cuando a su tío Cristóbal lo retiraron los ciudadanos, en 2011, después de casi treinta años siendo alcalde. En medio de esas tres décadas, inhabilitaciones para Cristóbal y su hermana –indultos de Zapatero incluidos- por comprar votos en un contexto inusual, donde el 15% de los vecinos participan en las elecciones votando por correo.

El pasado 16 de agosto, el regidor Salvador Hernández, de Cs, que había alcanzado la Alcaldía el 15 de marzo anterior, al pactar con los socialistas Fernández una moción de censura, decidió echar del Gobierno a Amérigo y a otros dos compañeros suyos: Francisco Capel y Vanesa Fuentes. El motivo: molicie, indolencia y absentismo. No acudían a trabajar, pese a estar liberados con sueldo completo. Además de no ir, enredaban.

Y es aquí donde se rompe el Grupo Municipal Socialista. Tres se van a la oposición y tres mantienen sus concejalías de Gobierno. José Luis Amérigo, en su papel de portavoz y secretario general, ordena a los tres díscolos abandonar al alcalde y pasarse también a la oposición. Pero éstos no obedecen.

La Dirección Provincial llama a los seis ediles socialistas el 2 de septiembre para tratar la situación. Acude también Cristóbal Fernández, que no está invitado, no es concejal, y le piden amablemente que abandone la sala. Aquel encuentro no consiguió una solución al problema. Dos semanas después, el 19 de septiembre, Amérigo convoca una reunión de la Ejecutiva y tampoco logra imponer su criterio, que es romper el pacto de Gobierno, y advierte a los tres concejales díscolos de expulsión. Éstos adujeron que si el pacto fue aprobado por la Asamblea, debía ser la Asamblea quien lo diera por terminado. De nada sirvió este lógico razonamiento. La opinión de los Fernández era inamovible: había que romper.

José Luis Amérigo Fernández insiste unos días más tarde, el 25 de septiembre, convocando de nuevo a los díscolos a capítulo. Pero éstos no sólo no acuden, sino que emprenden una recogida de firmas entre la militancia para forzar la Asamblea que Amérigo les niega. Les bastaba con 45 firmas, pero consiguen 85 de 137 posibles. La Asamblea debe convocarse con el orden del día que marcan los solicitantes: ratificar el acuerdo de Gobierno con Cs y apartar a José Luis Amérigo de la portavocía del Grupo Municipal. Todos interpretan que es una verdadera rebelión; el paso previo para elegir un nuevo Comité Ejecutivo que deje al Clan Fernández sin poder ni control en el partido. Sería la primera vez en cuarenta años.

VENDER CARA LA PIEZA

Pero la banda, la familia Fernández está decidida a vender cara la pieza. Pasando por encima de los estatutos del PSOE, que les obliga a obedecer el mandato de la militancia y reunirla en Asamblea, han decidido ignorar su propio reglamento interno, no tramitar la solicitud y –he aquí el conejo que se han sacado de la chistera- hacer ellos mismos una reunión asamblearia para el 18 de octubre, en la que marcarán el orden del día y se da por supuesto que ninguno de los temas que se traten cuestionará el poder absoluto de los Fernández en el PSOE de Carboneras. Alzados están los sables y las campanas tocan a difunto, que aún no tiene nombre. Porque hablamos de un grupo, una banda, un clan pegado al poder demasiados años. Y eso ha sido posible porque el fin principal de conservarlo ha justificado toda acción. Cuatro décadas con estos comportamientos acumulan muchos ‘cadáveres’ en el armario que, aún putrefactos, guardan la esperanza de poder contemplar a los Fernández ‘ajusticiados’, políticamente, claro.