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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Los almerienses con ganas de investigar andan a la busca y captura de ese buen católico que acaba de quitarle un problema al obispo de la diócesis, don Antonio Gómez Cantero. No ha trascendido el nombre, ni la cantidad económica que ha hecho sonreir al obispo. Me asegura mi buen amigo Alfonso, que en alguna ocasión ha sido chofer de don Antonio, que es un hombre de bien, de los de corazón santo y generoso. En el caso del seminario se le ha aparecido la Virgen, mejor un santo con un maletín lleno de billetes para sacarle del lío en el que el hombre andaba metido: La venta del imponente edificio donde se ubicaba el seminario, hoy con los seminaristas por tierras murcianas.
No las tenía todas consigo don Antonio. Un buen número de ovejas se habían descarriado del pastor y andaban en la gresca de llevarle la contraria al bueno, según mi amigo Alfonso, del señor obispo. Tampoco se veía con buenos ojos el que se trajera un ecónomo catalán para la venta del patrimonio de la iglesia en Almería. Se decía que le gustaba demasiado la pela. Lo tenían aburrido al pobre y buen obispo. Se llegó a publicar que estaba pensando en dejar la diócesis, pedirle a Francisco un traslado a tierras donde le quisieran un poco más, o donde las ovejas fueran algo más obedientes, que éstas más bien habían salido bastante cabras.
¿Volverán los seminaristas a las tierras de Almería? Es de imaginar que, tras la magnanimidad de un ciudadano, lo mismo el edificio se dedica de nuevo al estudio de las cosas de las alturas, y don Antonio puede pensar en darle al edificio un mejor servicio en beneficio de la iglesia a la que representa y a los católicos a los que dice pastorear. Me quedo con unas ganas tremendas, lo entenderán ustedes, de saber el nombre y los millones, pues de ellos se trata. Se busca el nombre del benefactor y los dineros puestos, que no han debido ser pocos los dedicados a rescatar la sonrisas y la tranquilidad del pastor de ovejas católicas.
No estamos ante una x en la casilla de la renta, esta ha sido un renta entera y con bastantes ceros detrás. El señor Obispo no nos va a decir el nombre de la persona que se ha rascado el bolsillo buscando un buen puesto en el cielo, si no ha sido en secreto de confesión, se le parece mucho, por lo callado que se va a mantener don Antonio. Tendremos que esperar a llegar algún día al cielo y ver a ese paisano, sentado sonriente y feliz a la derecha del padre, seguro que será el que ha dado al obispo el más importante soplo de aire en su carrera apostólica en la provincia. Ese día les prometo, si es que logro llegar a esas alturas inalcanzables sin amistades que me echen una mano (perdón, siempre contaré con Paco Alarcón y su ayuda para salvar a este pecador), decirles el nombre de esa persona, almeriense él, que se encuentre sentado a la derecha del padre. Pero no tengan prisa en saberlo, por ahora el obispo no suelta prenda y yo no tengo ganas de mostrar suelas y verle la cara a San Pedro.
No las tenía todas consigo don Antonio. Un buen número de ovejas se habían descarriado del pastor y andaban en la gresca de llevarle la contraria al bueno, según mi amigo Alfonso, del señor obispo. Tampoco se veía con buenos ojos el que se trajera un ecónomo catalán para la venta del patrimonio de la iglesia en Almería. Se decía que le gustaba demasiado la pela. Lo tenían aburrido al pobre y buen obispo. Se llegó a publicar que estaba pensando en dejar la diócesis, pedirle a Francisco un traslado a tierras donde le quisieran un poco más, o donde las ovejas fueran algo más obedientes, que éstas más bien habían salido bastante cabras.
¿Volverán los seminaristas a las tierras de Almería? Es de imaginar que, tras la magnanimidad de un ciudadano, lo mismo el edificio se dedica de nuevo al estudio de las cosas de las alturas, y don Antonio puede pensar en darle al edificio un mejor servicio en beneficio de la iglesia a la que representa y a los católicos a los que dice pastorear. Me quedo con unas ganas tremendas, lo entenderán ustedes, de saber el nombre y los millones, pues de ellos se trata. Se busca el nombre del benefactor y los dineros puestos, que no han debido ser pocos los dedicados a rescatar la sonrisas y la tranquilidad del pastor de ovejas católicas.
No estamos ante una x en la casilla de la renta, esta ha sido un renta entera y con bastantes ceros detrás. El señor Obispo no nos va a decir el nombre de la persona que se ha rascado el bolsillo buscando un buen puesto en el cielo, si no ha sido en secreto de confesión, se le parece mucho, por lo callado que se va a mantener don Antonio. Tendremos que esperar a llegar algún día al cielo y ver a ese paisano, sentado sonriente y feliz a la derecha del padre, seguro que será el que ha dado al obispo el más importante soplo de aire en su carrera apostólica en la provincia. Ese día les prometo, si es que logro llegar a esas alturas inalcanzables sin amistades que me echen una mano (perdón, siempre contaré con Paco Alarcón y su ayuda para salvar a este pecador), decirles el nombre de esa persona, almeriense él, que se encuentre sentado a la derecha del padre. Pero no tengan prisa en saberlo, por ahora el obispo no suelta prenda y yo no tengo ganas de mostrar suelas y verle la cara a San Pedro.