Raúl Quinto es poeta aun cuando escribe en prosa, como es el caso de su última obra, ‘Martinete del rey Sombra’ (Jekyll & Jill, 2023), el relato de la gran redada emprendida por el Marqués de la Ensenada para expulsar y exterminar a los gitanos
ALMERÍA HOY / 17·06·2023
- Este último libro es el relato de un oculto episodio de la Historia, disciplina que no abandona ni en su obra poética.
- En efecto, es una de las líneas de fuerza que recorren mi obra. En ‘La flor de la tortura’, un libro de 2008, ya aparecen poemas que tienen como referencia acontecimientos históricos. Supongo que tendrá que ver con mi oficio de profesor de Historia. Es parte de mi cotidianeidad y de mi vida de manera natural. No tengo que buscarla. A partir de ahí, utilizo la poesía y mi literatura para formular preguntas sobre la condición humana. El ser humano es un animal histórico con un pasado, una forma de relacionarse consigo mismo y el mundo que, a veces, nos pone los pelos de punta. Es crucial conocer su Historia porque, para conocernos hoy, es necesario saber nuestro ayer. Por eso suelo indagar en acontecimientos oscuros, olvidados y extraños que nos colocan en un aprieto sobre lo que entendemos por normalidad o nos mueven el suelo acerca de las convenciones asumidas. Con frecuencia, la Historia nos sitúa delante de un espejo en el que resulta difícil mirarnos. Enfrentarnos a él desde la literatura puede ayudarnos a romperlo de manera oportuna, no sé si para abrir los ojos, tomar conciencia o, simplemente, formularnos preguntas más afiladas con sus cristales rotos.
- Como en su anterior publicación, ‘La canción de NOF4’, donde narraba la vida y vicisitudes de un hombre internado en un hospital psiquiátrico italiano, en ésta revela un episodio de la Historia vinculado a una minoría, ¿por qué?
- ‘Martinete del rey Sombra’ tal vez esté más relacionado con ‘La lengua rota’, que incluye un poema dedicado a la gran redada contra los gitanos. La Historia no deja de ser un relato que nos contamos. Es la memoria colectiva condicionada por intereses del presente. El relato del pasado se construye por medio de determinadas inercias. No siempre existe detrás un plan determinado para eliminar ciertos sucesos o dar más relevancia a unos que a otros. En lo que afecta a las minorías, la diversidad o episodios de represión no suele investigarse con la misma profundidad que, por ejemplo, asuntos que afectan a la identidad nacional. Entre otras cosas porque, como en el caso de los gitanos, sus protagonistas aparecen encasillados como ‘el otro’, un extraño inhabilitado para escribir su propia Historia precisamente por la marginación a la que ha estado sometido, que le ha impedido difundir temas como el que relato en este libro, en el que explico cómo los vemos, cómo se ven ellos a sí mismos y de qué manera se ha construido un relato trufado de huecos. Es importante llenar esos agujeros con información, documentación y la realidad de lo que ocurrió. Ocultar las cosas puede ser rentable para determinados intereses políticos, económicos e, incluso, académicos, pero nos aleja de la verdad.
- ¿Cuál fue el motivo que llevó al Marqués de la Ensenada a emprender la gran redada contra los gitanos?
- La decisión no fue una ocurrencia excéntrica de Ensenada. La idea de expulsar y borrar a los gitanos del mapa no era nueva. La primera noticia que se tiene de la llegada a la península de los ‘egipcianos’, que así se les llamó en un primer momento, se remonta a 1425. Arribaron al Reino de Aragón y, después, se expandieron por el resto de lo que hoy es España. No transcurrieron muchos años hasta que los Reyes Católicos dictaron en 1499 una ley proscribiendo el uso de su lengua, la forma de vestir y el nomadismo. Entre otras cosas, estipulaba cortar las dos orejas a los prófugos. Carlos I condenó a los varones a prestar servicio en las galeras del rey, aunque no hubieran cometido ningún delito. Con Felipe IV, el ansia por acabar con los gitanos llegó a tal extremo que prohibió la palabra ‘gitano’. El marqués de la Ensenada se limitó a dar un paso más.
- ¿Por qué fracasó?
- Porque estuvo muy mal planificado. Fue una chapuza. Para empezar, no tenían muy claro la cantidad de gitanos que había en España. Habían previsto que los varones serían empleados como esclavos en los arsenales de la Marina para construir los buques de la nueva Armada, pero no habían pensado qué hacer con las mujeres. Por eso, aunque el exterminio llevado a cabo por los nazis en su ‘solución final’ fue mucho más eficiente y acabó con 6,5 millones de judíos y 1,5 de gitanos, la gran redada emprendida por el Marqués de la Ensenada llegó a ser más cruel precisamente por la improvisación con que se desarrolló. Fue una deriva de falta de ideas que arrastró a un buen número de seres humanos, sobre todo en el caso de las mujeres. Sobre ellas, lo único que tenían claro era separarlas de los hombres para evitar la procreación, pero, al no saber qué hacer con ellas, quedaron años almacenadas como trastos viejos en la Alcazaba de Málaga, el Palacio de Carlos V de Granada, en Denia y en un montón de sitios más. Fueron pasto de enfermedades, violaciones, hambre y el absurdo. Acabaron llevándolas a casas de misericordia para encauzarlas de alguna manera. Esa improvisación e ineficiencia fue lastrando la vida de miles de personas, resultó extremadamente cruel y abocó el intento al fracaso.
- ¿Cuánto tiene el racismo de miedo al desconocido?
- El racismo no es sólo una posición ante el extraño que viene de fuera. Basta observar cómo se nos ha educado con respecto a los gitanos, que están entre nosotros desde hace seis siglos. Aún aceptamos como naturales muchas expresiones antigitanas.
- De hecho, la palabra ‘gitano’ se usa a veces como insulto.
- Y ciertas expresiones: ‘vas sucio como un gitano’, ‘no me seas gitano’ para tildar a alguien de tramposo… ‘Cuidado con los gitanos, que te roban’, ‘no vayas allí que está lleno de gitanos’. Es racismo estructural. Forma parte de nuestra identidad como nación, porque, si hablamos de España, no podemos obviar esa parte de nuestra educación. El racismo más acendrado en nuestro país es el que tiene como víctimas a los gitanos. Es el más antiguo. No existe antisemitismo porque expulsamos a los judíos en el siglo XV. No ver el racismo sobre los gitanos es cerrar los ojos a la realidad.
- ¿Racismo o aporofobia?
- Van de la mano. El miedo al diferente pobre se inculca desde determinados poderes. Nadie se siente inseguro ante Rosario Flores o José Mercé. Al contrario, todo el mundo les admira. Sin embargo, ante una gitana de Los Almendros, la gente aprieta el bolso o se palpa la cartera. No verlo, insisto, es cerrar los ojos, y la literatura debe servir para abrirlos.
- Y usted lo hace siempre desde una perspectiva lírica, aun cuando escribe en prosa.
- Es que la poesía es un bisturí. Te permite abrir el lenguaje para observar la realidad con mayor precisión. Una descripción realista y roma de un acontecimiento no llega tan lejos al entendimiento completo. Para comprender algo hay que acercarse también desde la emoción, no sólo desde la razón y la comunicación. La poesía convoca esas emociones. Es un bisturí que permite operar con muchísima más profundidad.
- En efecto, es una de las líneas de fuerza que recorren mi obra. En ‘La flor de la tortura’, un libro de 2008, ya aparecen poemas que tienen como referencia acontecimientos históricos. Supongo que tendrá que ver con mi oficio de profesor de Historia. Es parte de mi cotidianeidad y de mi vida de manera natural. No tengo que buscarla. A partir de ahí, utilizo la poesía y mi literatura para formular preguntas sobre la condición humana. El ser humano es un animal histórico con un pasado, una forma de relacionarse consigo mismo y el mundo que, a veces, nos pone los pelos de punta. Es crucial conocer su Historia porque, para conocernos hoy, es necesario saber nuestro ayer. Por eso suelo indagar en acontecimientos oscuros, olvidados y extraños que nos colocan en un aprieto sobre lo que entendemos por normalidad o nos mueven el suelo acerca de las convenciones asumidas. Con frecuencia, la Historia nos sitúa delante de un espejo en el que resulta difícil mirarnos. Enfrentarnos a él desde la literatura puede ayudarnos a romperlo de manera oportuna, no sé si para abrir los ojos, tomar conciencia o, simplemente, formularnos preguntas más afiladas con sus cristales rotos.
- Como en su anterior publicación, ‘La canción de NOF4’, donde narraba la vida y vicisitudes de un hombre internado en un hospital psiquiátrico italiano, en ésta revela un episodio de la Historia vinculado a una minoría, ¿por qué?
- ‘Martinete del rey Sombra’ tal vez esté más relacionado con ‘La lengua rota’, que incluye un poema dedicado a la gran redada contra los gitanos. La Historia no deja de ser un relato que nos contamos. Es la memoria colectiva condicionada por intereses del presente. El relato del pasado se construye por medio de determinadas inercias. No siempre existe detrás un plan determinado para eliminar ciertos sucesos o dar más relevancia a unos que a otros. En lo que afecta a las minorías, la diversidad o episodios de represión no suele investigarse con la misma profundidad que, por ejemplo, asuntos que afectan a la identidad nacional. Entre otras cosas porque, como en el caso de los gitanos, sus protagonistas aparecen encasillados como ‘el otro’, un extraño inhabilitado para escribir su propia Historia precisamente por la marginación a la que ha estado sometido, que le ha impedido difundir temas como el que relato en este libro, en el que explico cómo los vemos, cómo se ven ellos a sí mismos y de qué manera se ha construido un relato trufado de huecos. Es importante llenar esos agujeros con información, documentación y la realidad de lo que ocurrió. Ocultar las cosas puede ser rentable para determinados intereses políticos, económicos e, incluso, académicos, pero nos aleja de la verdad.
- ¿Cuál fue el motivo que llevó al Marqués de la Ensenada a emprender la gran redada contra los gitanos?
- La decisión no fue una ocurrencia excéntrica de Ensenada. La idea de expulsar y borrar a los gitanos del mapa no era nueva. La primera noticia que se tiene de la llegada a la península de los ‘egipcianos’, que así se les llamó en un primer momento, se remonta a 1425. Arribaron al Reino de Aragón y, después, se expandieron por el resto de lo que hoy es España. No transcurrieron muchos años hasta que los Reyes Católicos dictaron en 1499 una ley proscribiendo el uso de su lengua, la forma de vestir y el nomadismo. Entre otras cosas, estipulaba cortar las dos orejas a los prófugos. Carlos I condenó a los varones a prestar servicio en las galeras del rey, aunque no hubieran cometido ningún delito. Con Felipe IV, el ansia por acabar con los gitanos llegó a tal extremo que prohibió la palabra ‘gitano’. El marqués de la Ensenada se limitó a dar un paso más.
- ¿Por qué fracasó?
- Porque estuvo muy mal planificado. Fue una chapuza. Para empezar, no tenían muy claro la cantidad de gitanos que había en España. Habían previsto que los varones serían empleados como esclavos en los arsenales de la Marina para construir los buques de la nueva Armada, pero no habían pensado qué hacer con las mujeres. Por eso, aunque el exterminio llevado a cabo por los nazis en su ‘solución final’ fue mucho más eficiente y acabó con 6,5 millones de judíos y 1,5 de gitanos, la gran redada emprendida por el Marqués de la Ensenada llegó a ser más cruel precisamente por la improvisación con que se desarrolló. Fue una deriva de falta de ideas que arrastró a un buen número de seres humanos, sobre todo en el caso de las mujeres. Sobre ellas, lo único que tenían claro era separarlas de los hombres para evitar la procreación, pero, al no saber qué hacer con ellas, quedaron años almacenadas como trastos viejos en la Alcazaba de Málaga, el Palacio de Carlos V de Granada, en Denia y en un montón de sitios más. Fueron pasto de enfermedades, violaciones, hambre y el absurdo. Acabaron llevándolas a casas de misericordia para encauzarlas de alguna manera. Esa improvisación e ineficiencia fue lastrando la vida de miles de personas, resultó extremadamente cruel y abocó el intento al fracaso.
- ¿Cuánto tiene el racismo de miedo al desconocido?
- El racismo no es sólo una posición ante el extraño que viene de fuera. Basta observar cómo se nos ha educado con respecto a los gitanos, que están entre nosotros desde hace seis siglos. Aún aceptamos como naturales muchas expresiones antigitanas.
- De hecho, la palabra ‘gitano’ se usa a veces como insulto.
- Y ciertas expresiones: ‘vas sucio como un gitano’, ‘no me seas gitano’ para tildar a alguien de tramposo… ‘Cuidado con los gitanos, que te roban’, ‘no vayas allí que está lleno de gitanos’. Es racismo estructural. Forma parte de nuestra identidad como nación, porque, si hablamos de España, no podemos obviar esa parte de nuestra educación. El racismo más acendrado en nuestro país es el que tiene como víctimas a los gitanos. Es el más antiguo. No existe antisemitismo porque expulsamos a los judíos en el siglo XV. No ver el racismo sobre los gitanos es cerrar los ojos a la realidad.
- ¿Racismo o aporofobia?
- Van de la mano. El miedo al diferente pobre se inculca desde determinados poderes. Nadie se siente inseguro ante Rosario Flores o José Mercé. Al contrario, todo el mundo les admira. Sin embargo, ante una gitana de Los Almendros, la gente aprieta el bolso o se palpa la cartera. No verlo, insisto, es cerrar los ojos, y la literatura debe servir para abrirlos.
- Y usted lo hace siempre desde una perspectiva lírica, aun cuando escribe en prosa.
- Es que la poesía es un bisturí. Te permite abrir el lenguaje para observar la realidad con mayor precisión. Una descripción realista y roma de un acontecimiento no llega tan lejos al entendimiento completo. Para comprender algo hay que acercarse también desde la emoción, no sólo desde la razón y la comunicación. La poesía convoca esas emociones. Es un bisturí que permite operar con muchísima más profundidad.