ALMERÍA HOY / 10·06·2023
A Ignacio Martín Cuadrado le avalan más de cuatro décadas dedicadas al estudio de la conducta y la mente humana. Parte de los inmensos conocimientos adquiridos durante este tiempo los ha querido compartir durante un ciclo de conferencias bajo el título de ‘Psicología y misterio’. Entre otros asuntos, ha hablado del tránsito de la vida a la muerte.
- Utilizando el título de una de sus ponencias, ¿hay vida después de la vida?
- Es un tema fascinante que quizás nunca podremos descifrar del todo. Por eso considero necesario que la ciencia investigue qué ocurre durante el tránsito desde la vida a la muerte, a pesar del tabú que rodea al final de la existencia. Hemos de admitir que las experiencias cercanas a la muerte no revelan lo que hay al otro lado, pero sí proporcionan información muy valiosa sobre cómo actúa el cerebro en el momento del tránsito. Ese instante ha podido estudiarse en hospitales y universidades gracias al testimonio de personas que han muerto biológicamente y, después, han vuelto a la vida y contado las experiencias que han quedado grabadas en su memoria durante el tiempo trascurrido entre ambas situaciones. Estudiamos esos relatos, y garantizo que son apasionantes.
- Pero, ¿se puede afirmar que la experiencia de quienes vuelven tras haber sido diagnosticados como fallecidos es igual o similar a la de aquellos que realmente mueren?
- Los investigadores más escépticos niegan rotundamente que esos testigos hubieran llegado realmente a fallecer. En todo caso, sostienen que la situación de una muerte cierta es distinta y, por tanto, se trata de dos fenómenos totalmente diferentes sin que tenga por qué existir relación entre ellos. Reconozco que falta comprobar si las sensaciones percibidas por quienes vuelven a la vida son iguales o se asemejan a las experimentadas por los que fallecen de forma definitiva. Para estudiar este fenómeno, me aproximo al tránsito hacia la muerte con la objetividad del científico, pero, al mismo tiempo, con muchísimo respeto, porque tratamos con personas que han perdido a sus seres más queridos. De todos modos, si bien no tenemos la certeza de que se produzcan fenómenos semejantes en las dos situaciones, aún nos queda la duda. Es razón suficiente para continuar investigando.
- Algunos cuentan haber salido de su propio cuerpo y contemplado a sí mismos. Incluso haber escuchado conversaciones, ¿qué hay de cierto en eso?
- Los casos están ahí. Hablamos de cientos de personas que han reportado esa vivencia. Los científicos no hemos hallado aún una explicación. Se han descrito relatos contrastados de individuos que aseguran haber visto desde arriba su cuerpo sobre la mesa del quirófano y han contado, no sólo lo que hacían los cirujanos, sino conversaciones que mantenían otras personas en la sala de espera con total precisión y todo lujo de detalles. Conozco a un médico que, tras sufrir un accidente de tráfico, me contó que contempló desde dos metros de altura, fuera de su cuerpo, cómo fue atendido mientras estaba inconsciente.
- Entonces, ¿existe el alma?
- Unos hablan de alma, otros de conciencia no unida al cuerpo y otros de energía.
- ¿El alma es lo que diferencia al hombre de los animales o, por el contrario, todos los seres vivos la tienen, incluidas las plantas?
- Esa pregunta sólo puede responderse con otras preguntas: ¿los animales son conscientes de que van a morir? ¿las plantas sienten? Se han realizado experimentos en laboratorio que demuestran la existencia de reacciones químicas en plantas ante estímulos positivos. No significa que sientan emociones igual que un humano, pero tenemos la certeza de que responden ante acciones en su entorno. Sobre los animales sí existe la certeza de que sienten. Tienen capacidad de captar las emociones de los demás muy superior a la del ser humano. Son muy empáticos.
- Creyendo que los humanos somos los seres vivos más complejos, sorprende que otras especies perciban más que nosotros.
- En el fondo se trata de una cuestión bioquímica. Hay perros con un olfato impresionante que se utilizan, por ejemplo, para encontrar personas perdidas. También existen animales con un sistema nervioso menos evolucionado, como las aves, capaces de anticipar terremotos y otros tipos de catástrofes naturales. Además, los animales continúan albergando un instinto de supervivencia muy desarrollado que los humanos hemos adormecido por los condicionantes que ha procurado la civilización. Por eso ellos detectan siempre el sufrimiento de otros perros o personas, mientras que, a nosotros, con demasiada frecuencia nos pasa desapercibido. El hombre tenía mucho más acentuado ese sentido en la Prehistoria porque lo necesitaba para sobrevivir. Hoy ha generado otros como la ansiedad, relacionados con la velocidad que hemos impregnado a la vida moderna.
- ¿Cambiará algún día nuestro miedo a la muerte o al simple hecho de hablar de ello?
- Es cierto que la sola presencia de la palabra llega a generar aprensión. Incluso terror. Hemos de romper el tabú. Hoy se esconde la muerte a los niños, cuando deberíamos tratarla de una manera más natural, porque forma parte de la vida. Es preciso dejar de ocultarles algo tan esencial a la propia sustancia humana. Queda mucha pedagogía por hacer sobre este asunto.
- Utilizando el título de una de sus ponencias, ¿hay vida después de la vida?
- Es un tema fascinante que quizás nunca podremos descifrar del todo. Por eso considero necesario que la ciencia investigue qué ocurre durante el tránsito desde la vida a la muerte, a pesar del tabú que rodea al final de la existencia. Hemos de admitir que las experiencias cercanas a la muerte no revelan lo que hay al otro lado, pero sí proporcionan información muy valiosa sobre cómo actúa el cerebro en el momento del tránsito. Ese instante ha podido estudiarse en hospitales y universidades gracias al testimonio de personas que han muerto biológicamente y, después, han vuelto a la vida y contado las experiencias que han quedado grabadas en su memoria durante el tiempo trascurrido entre ambas situaciones. Estudiamos esos relatos, y garantizo que son apasionantes.
- Pero, ¿se puede afirmar que la experiencia de quienes vuelven tras haber sido diagnosticados como fallecidos es igual o similar a la de aquellos que realmente mueren?
- Los investigadores más escépticos niegan rotundamente que esos testigos hubieran llegado realmente a fallecer. En todo caso, sostienen que la situación de una muerte cierta es distinta y, por tanto, se trata de dos fenómenos totalmente diferentes sin que tenga por qué existir relación entre ellos. Reconozco que falta comprobar si las sensaciones percibidas por quienes vuelven a la vida son iguales o se asemejan a las experimentadas por los que fallecen de forma definitiva. Para estudiar este fenómeno, me aproximo al tránsito hacia la muerte con la objetividad del científico, pero, al mismo tiempo, con muchísimo respeto, porque tratamos con personas que han perdido a sus seres más queridos. De todos modos, si bien no tenemos la certeza de que se produzcan fenómenos semejantes en las dos situaciones, aún nos queda la duda. Es razón suficiente para continuar investigando.
- Algunos cuentan haber salido de su propio cuerpo y contemplado a sí mismos. Incluso haber escuchado conversaciones, ¿qué hay de cierto en eso?
- Los casos están ahí. Hablamos de cientos de personas que han reportado esa vivencia. Los científicos no hemos hallado aún una explicación. Se han descrito relatos contrastados de individuos que aseguran haber visto desde arriba su cuerpo sobre la mesa del quirófano y han contado, no sólo lo que hacían los cirujanos, sino conversaciones que mantenían otras personas en la sala de espera con total precisión y todo lujo de detalles. Conozco a un médico que, tras sufrir un accidente de tráfico, me contó que contempló desde dos metros de altura, fuera de su cuerpo, cómo fue atendido mientras estaba inconsciente.
- Entonces, ¿existe el alma?
- Unos hablan de alma, otros de conciencia no unida al cuerpo y otros de energía.
- ¿El alma es lo que diferencia al hombre de los animales o, por el contrario, todos los seres vivos la tienen, incluidas las plantas?
- Esa pregunta sólo puede responderse con otras preguntas: ¿los animales son conscientes de que van a morir? ¿las plantas sienten? Se han realizado experimentos en laboratorio que demuestran la existencia de reacciones químicas en plantas ante estímulos positivos. No significa que sientan emociones igual que un humano, pero tenemos la certeza de que responden ante acciones en su entorno. Sobre los animales sí existe la certeza de que sienten. Tienen capacidad de captar las emociones de los demás muy superior a la del ser humano. Son muy empáticos.
- Creyendo que los humanos somos los seres vivos más complejos, sorprende que otras especies perciban más que nosotros.
- En el fondo se trata de una cuestión bioquímica. Hay perros con un olfato impresionante que se utilizan, por ejemplo, para encontrar personas perdidas. También existen animales con un sistema nervioso menos evolucionado, como las aves, capaces de anticipar terremotos y otros tipos de catástrofes naturales. Además, los animales continúan albergando un instinto de supervivencia muy desarrollado que los humanos hemos adormecido por los condicionantes que ha procurado la civilización. Por eso ellos detectan siempre el sufrimiento de otros perros o personas, mientras que, a nosotros, con demasiada frecuencia nos pasa desapercibido. El hombre tenía mucho más acentuado ese sentido en la Prehistoria porque lo necesitaba para sobrevivir. Hoy ha generado otros como la ansiedad, relacionados con la velocidad que hemos impregnado a la vida moderna.
- ¿Cambiará algún día nuestro miedo a la muerte o al simple hecho de hablar de ello?
- Es cierto que la sola presencia de la palabra llega a generar aprensión. Incluso terror. Hemos de romper el tabú. Hoy se esconde la muerte a los niños, cuando deberíamos tratarla de una manera más natural, porque forma parte de la vida. Es preciso dejar de ocultarles algo tan esencial a la propia sustancia humana. Queda mucha pedagogía por hacer sobre este asunto.