Asediado el Cantón de Cartagena por las tropas fieles a la I República, los insurgentes controlaban parte de la Armada española y la usaron para conseguir víveres y dinero con los que continuar su rebelión. Una de las incursiones les condujo a Garrucha
Antonio Gálvez –con barba en el centro- en una caricatura de la época. |
JOSÉ BERRUEZO / ALMERÍA HOY / 03·06·2023
Amanecía el 3 de octubre de 1873 cuando los garrucheros divisaron dos buques militares fondeados frente a su playa. Eran la fragata ‘Tetuán’ y el transporte ‘Despertador’. A bordo se encontraban 1.600 soldados bajo el mando del comandante en jefe de las tropas cantonalistas, Antonio Gálvez, de los que desembarcaron 600, con el propio Gálvez a la cabeza.
El diario madrileño ‘El Imparcial’ relató el 12 de octubre de 1873 que “La Junta Cantonal se estableció en casa del juez municipal D. Juan Francisco Berruezo, y allí fueron los cónsules de Francia, Portugal (Francisco Berruezo López) e Italia a conferenciar con Gálvez, quien les manifestó que respetaría los intereses de los súbditos extranjeros y, en general, los de los vecinos de Garrucha, pues su único objeto era arbitrar recursos y víveres en los pueblos inmediatos al Cantón, ofreciendo pagarlos con los efectos de que se podía disponer en Cartagena, como cáñamo, lonas, etc. Más tarde fueron llamados a capítulo los comerciantes y mayores contribuyentes y los administradores de aduanas y de estancadas, que habían puesto pies en polvorosa, presentándose en su lugar el contador de aduanas y un empleado de estancadas. A los primeros se les informó la orden de aprontar mil duros, y aunque a duras penas, los aprontaron, y a los segundos se les mandó abrir las cajas y almacenes, en los cuales, como es consiguiente, se hizo el vacío. El contador de aduanas fue amenazado, por no presentar los libros, con ser conducido a Cartagena a responder de aquella informalidad. (…) El ayudante de marina estuvo también en peligro, como el contador de aduanas, de ser llevado a Cartagena, destino que consiguió evitar gracias a que se refugió a tiempo en casa del cónsul inglés”.
Por su parte, el periódico ‘El Cantón murciano’ narró el 8 de octubre lo acontecido de la siguiente manera: “En la noche del 2 [de octubre] salieron de nuestro puerto el ‘Despertador’ y la ‘Tetuán’ llevando a su bordo fuerzas de voluntarios de desembarco y la compañía de guía del general en jefe, todo al mando del ciudadano Antonio Gálvez, en la mañana siguiente daban fondo en el pueblo de Garrucha, distante 13 leguas de Almería; el desembarco se hizo con gran precisión y rapidez; pero no hubo resistencia alguna, antes al contrario, la población, excepción hecha de alguno que otro ciudadano que tuvo por conveniente poner en salvo su pellejo, se mostró simpático a nuestros expedicionarios, fraternizando a los entusiastas vivas dados a la República Federal, el Cantón murciano y al jefe de la expedición, Antonio Gálvez, que era objeto por parte de todos de las mayores atenciones, siguiéndole por doquiera una multitud ansiosa de conocer y de estrechar su mano. Después de haber tomado raciones y organizado el servicio de Administración para las incautaciones de víveres, en dicho pueblo quedó una comisión encargada y alguna fuerza”.
SAQUEOS
Pese a que el periódico cantonalista comentaba que se acogió “con entusiasmo” en Garrucha a la fuerza invasora, lo cierto es que no debieron despertar excesivas simpatías en el municipio, sino más bien temor.
Los cartageneros saquearon los almacenes, la Aduana y la Administración de Rentas. También exigieron al Ayuntamiento, presidido por D. Pedro Berruezo Soler, un elevado tributo para su causa. La Municipalidad sólo disponía de 3.000 reales, por lo que tuvo que solicitar a las familias pudientes un préstamo con la finalidad de completar 20.000 reales, es decir, los 1.000 duros demandados por los intransigentes para, así, evitar males mayores.
Don Francisco Berruezo López, empresario y cónsul de Portugal, escribió el 12 de noviembre de 1873 a los Sres. Alesán Hermanos del comercio de Barcelona “(…) agradeciéndole su buen deseo, tengo el gusto de decirles que escapé regular de la invasión consabida, y que respetaron mi casa porque vieron izado el pabellón de la Nación que represento”, no olvidemos que era cónsul de Portugal.
En el mismo sentido, el comerciante Don Manuel Berruezo Ayora, en carta dirigida a los mismos empresarios de la Ciudad Condal el 18 de noviembre del mismo año, manifestó:
“Ya dije a Vdes. en mi carta del 11 pasado que los insumisos de Cartagena se habían llevado 200 sacos de los 500 que me habían Vds. mandado para llenarlos de jaboncillo, y gracias que pude salvar los otros 300. Vds. Saben ya las pérdidas que además sufrí yo (…)”.
El libro ‘Memoria fotográfica de Garrucha (1838-1936): La Historia Quieta’ recoge una anécdota de la invasión cantonalista que tuvo como protagonista a D. Miguel Sáez Rodríguez, empleado de la Casa comercial de D. Manuel Berruezo Ayora. Se cuenta que, llegados los cantonalistas a Garrucha, Sáez escondió en un pozo el importe económico completo de un embarque de mineral. Tras la marcha de los insurgentes, entregó a su jefe el dinero, a pesar de haber tenido la oportunidad de quedárselo, ya que todo el pueblo pensaba que había sido requisado por los revolucionarios. Este hecho le granjeó fama de hombre honorable e íntegro.
UN GRAN BOTÍN
Las tropas cantonalistas también lograron incautarse de comestibles y dinero en Vera y Cuevas del Almanzora e, incluso, llegaron en su afán de rapiña hasta Antas, Mojácar y Turre. Se hicieron con un elevado botín en metálico de 5.000 duros, equivalente a 100.000 reales ó 25.000 pesetas. El valor de los víveres incautados fue tasado en 10.000 duros. Además, llegaron a confiscar 20 caballos, aunque no pudieron embarcarlos por el mal tiempo que se dio en la mar.
Por fortuna, no hubo que lamentar muertes, ya que los pueblos afectados, todos sorprendidos de improviso, colaboraron para evitar problemas.
Finalmente, el 5 de octubre de 1873 se concentraron las tropas invasoras en Garrucha para proceder al embarque de toda la requisa y la fuerza expedicionaria. Al día siguiente, los buques partieron de regreso a Cartagena, devolviendo la tranquilidad y el alivio a la Villa.
El diario madrileño ‘El Imparcial’ relató el 12 de octubre de 1873 que “La Junta Cantonal se estableció en casa del juez municipal D. Juan Francisco Berruezo, y allí fueron los cónsules de Francia, Portugal (Francisco Berruezo López) e Italia a conferenciar con Gálvez, quien les manifestó que respetaría los intereses de los súbditos extranjeros y, en general, los de los vecinos de Garrucha, pues su único objeto era arbitrar recursos y víveres en los pueblos inmediatos al Cantón, ofreciendo pagarlos con los efectos de que se podía disponer en Cartagena, como cáñamo, lonas, etc. Más tarde fueron llamados a capítulo los comerciantes y mayores contribuyentes y los administradores de aduanas y de estancadas, que habían puesto pies en polvorosa, presentándose en su lugar el contador de aduanas y un empleado de estancadas. A los primeros se les informó la orden de aprontar mil duros, y aunque a duras penas, los aprontaron, y a los segundos se les mandó abrir las cajas y almacenes, en los cuales, como es consiguiente, se hizo el vacío. El contador de aduanas fue amenazado, por no presentar los libros, con ser conducido a Cartagena a responder de aquella informalidad. (…) El ayudante de marina estuvo también en peligro, como el contador de aduanas, de ser llevado a Cartagena, destino que consiguió evitar gracias a que se refugió a tiempo en casa del cónsul inglés”.
Por su parte, el periódico ‘El Cantón murciano’ narró el 8 de octubre lo acontecido de la siguiente manera: “En la noche del 2 [de octubre] salieron de nuestro puerto el ‘Despertador’ y la ‘Tetuán’ llevando a su bordo fuerzas de voluntarios de desembarco y la compañía de guía del general en jefe, todo al mando del ciudadano Antonio Gálvez, en la mañana siguiente daban fondo en el pueblo de Garrucha, distante 13 leguas de Almería; el desembarco se hizo con gran precisión y rapidez; pero no hubo resistencia alguna, antes al contrario, la población, excepción hecha de alguno que otro ciudadano que tuvo por conveniente poner en salvo su pellejo, se mostró simpático a nuestros expedicionarios, fraternizando a los entusiastas vivas dados a la República Federal, el Cantón murciano y al jefe de la expedición, Antonio Gálvez, que era objeto por parte de todos de las mayores atenciones, siguiéndole por doquiera una multitud ansiosa de conocer y de estrechar su mano. Después de haber tomado raciones y organizado el servicio de Administración para las incautaciones de víveres, en dicho pueblo quedó una comisión encargada y alguna fuerza”.
SAQUEOS
Pese a que el periódico cantonalista comentaba que se acogió “con entusiasmo” en Garrucha a la fuerza invasora, lo cierto es que no debieron despertar excesivas simpatías en el municipio, sino más bien temor.
Los cartageneros saquearon los almacenes, la Aduana y la Administración de Rentas. También exigieron al Ayuntamiento, presidido por D. Pedro Berruezo Soler, un elevado tributo para su causa. La Municipalidad sólo disponía de 3.000 reales, por lo que tuvo que solicitar a las familias pudientes un préstamo con la finalidad de completar 20.000 reales, es decir, los 1.000 duros demandados por los intransigentes para, así, evitar males mayores.
Don Francisco Berruezo López, empresario y cónsul de Portugal, escribió el 12 de noviembre de 1873 a los Sres. Alesán Hermanos del comercio de Barcelona “(…) agradeciéndole su buen deseo, tengo el gusto de decirles que escapé regular de la invasión consabida, y que respetaron mi casa porque vieron izado el pabellón de la Nación que represento”, no olvidemos que era cónsul de Portugal.
En el mismo sentido, el comerciante Don Manuel Berruezo Ayora, en carta dirigida a los mismos empresarios de la Ciudad Condal el 18 de noviembre del mismo año, manifestó:
“Ya dije a Vdes. en mi carta del 11 pasado que los insumisos de Cartagena se habían llevado 200 sacos de los 500 que me habían Vds. mandado para llenarlos de jaboncillo, y gracias que pude salvar los otros 300. Vds. Saben ya las pérdidas que además sufrí yo (…)”.
El libro ‘Memoria fotográfica de Garrucha (1838-1936): La Historia Quieta’ recoge una anécdota de la invasión cantonalista que tuvo como protagonista a D. Miguel Sáez Rodríguez, empleado de la Casa comercial de D. Manuel Berruezo Ayora. Se cuenta que, llegados los cantonalistas a Garrucha, Sáez escondió en un pozo el importe económico completo de un embarque de mineral. Tras la marcha de los insurgentes, entregó a su jefe el dinero, a pesar de haber tenido la oportunidad de quedárselo, ya que todo el pueblo pensaba que había sido requisado por los revolucionarios. Este hecho le granjeó fama de hombre honorable e íntegro.
UN GRAN BOTÍN
Las tropas cantonalistas también lograron incautarse de comestibles y dinero en Vera y Cuevas del Almanzora e, incluso, llegaron en su afán de rapiña hasta Antas, Mojácar y Turre. Se hicieron con un elevado botín en metálico de 5.000 duros, equivalente a 100.000 reales ó 25.000 pesetas. El valor de los víveres incautados fue tasado en 10.000 duros. Además, llegaron a confiscar 20 caballos, aunque no pudieron embarcarlos por el mal tiempo que se dio en la mar.
Por fortuna, no hubo que lamentar muertes, ya que los pueblos afectados, todos sorprendidos de improviso, colaboraron para evitar problemas.
Finalmente, el 5 de octubre de 1873 se concentraron las tropas invasoras en Garrucha para proceder al embarque de toda la requisa y la fuerza expedicionaria. Al día siguiente, los buques partieron de regreso a Cartagena, devolviendo la tranquilidad y el alivio a la Villa.