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CLEMENTE FLORES
He llegado a los ochenta y me siento confundido porque, contrariamente a lo que cabría suponer, tengo más preguntas sin respuestas que respuestas asumidas. La vida de una persona es un proceso de continuo cambio hacia un futuro incierto, que se inicia con su nacimiento y se acaba con su muerte. Desde este punto de vista, se podría afirmar que el hombre pasa su vida en una crisis continua y las secuencias de lo que acaece, y que se ha ido repitiendo de forma constante, y en parte predecible, se rompe cuando convergen en el tiempo una serie de acontecimientos que dan lugar a un cambio de las circunstancias que condicionan el proceso de cambio continuo de forma acelerada. Estas secuencias repetidas en el tiempo dan lugar a tradiciones tan aferradas a nuestras vidas, que a veces las utilizamos como argumentos contra el progreso, sin darnos cuenta, que, los progresos, sobre todo en materia de moral, se han realizado dinamitando “tradiciones”.
Si ahora, en los momentos actuales, miramos hacia atrás, podemos concluir, no siendo cortoplacistas, que prácticamente han coincidido en el tiempo la globalización liberal del movimiento de capitales, personas y tecnologías, la revolución tecnológica en el campo de las comunicaciones, la posibilidad del trabajo a distancia y los grandes avances en el campo de la medicina. Son circunstancias que, individualmente o juntas y añadidas a otras, no se frenan ante barreras, estados o fronteras y nos abocan irremediablemente a la crisis de nuestros conocimientos, creencias y valores.
Cuando ha aparecido la crisis, los octogenarios, de forma especial, pero no exclusiva, nos damos cuenta de que disminuye de forma progresiva y acelerada el control que antes podíamos tener sobre el devenir de los acontecimientos, y eso crea incertidumbre, inseguridad, falta de confianza y tribulaciones sucesivas. Unos botones de muestra.
1ª Tribulación: La Patria-Las autonomías.- Cuando somos muy niños aprendemos a hablar y a comunicarnos, primero con las personas más allegadas y, por extensión, con todos los demás. Casi de forma simultánea y durante unos cuantos años aprendemos y “aprehendemos” la naturaleza y el medio ambiente físico y emocional que nos rodea. Esas primeras aprehensiones tienen emocional y conceptualmente mucha fuerza y suelen quedar muy arraigadas, de forma que todos, o casi todos, los conceptos sobre la naturaleza y sobre la vida, en general, que manejemos en nuestra existencia, tendrán como primera referencia las experiencias emocionales y cognitivas de esos años iniciales. Es una marca que nos puede acompañar toda la vida que hace que reconozcamos un lugar como nuestra PATRIA CHICA y que hace que nos identifiquemos con él y lo queramos de una forma especial. Yo, que nací en Mojácar, sé muy bien cuál es mi patria chica y cómo eran sus calles sus plazas, sus gentes y los escombros de sus casas en los años cuarenta, cuando correteaba por allí. Es una patria que nadie ha tenido que mostrarme nunca porque siempre ha estado y está conmigo.
Alguien debió considerar que no era un sentimiento suficiente porque desde los seis años que asistí a la escuela mis profesores intentaron meterme en la cabeza que mi Patria era España. “España era una unidad de destino en lo universal”, que es algo que nunca llegué a entender por mucho que me lo hicieran repetir y aprender de memoria.
El Poder no desfallece, han pasado casi ochenta años y desde las más altas esferas del país me instruyen y sermonean con pujantes afirmaciones sobre si somos un Estado Plurinacional, una Nación de Naciones o un Estado Federal. He visto a lo largo de mi vida retorcer conceptos y palabras manipulando el lenguaje, para conseguir que en cada momento el significado de ellas sea diferente al tradicional, consiguiendo provocar emociones y conductas contradictorias Desde que yo era niño, la entidad más reconocida, en todo Occidente, era la del Estado-Nación, que es una mezcla de términos que tampoco resulta demasiado precisa y que hacía referencia a una estructura político-administrativa que controlaba un territorio y ejerce poderes soberanos sobre él. La Nación era un sujeto etéreo que formaba parte de la identidad de las personas y reforzaba sus necesidades psicológicas de pertenencia a un grupo e incluso a una tierra. El Estado se había legitimado históricamente a partir de la nación tratando de identificarse con ella como un todo único. Ahora las cosas han cambiado y el “patriotismo”, o como le queramos llamar, tiene sus fundamentos teóricos y racionales en la Constitución o Ley de Leyes, e importan poco y tienen que importar cada vez menos: la lengua, la religión, la raza o el parentesco. El único imperio, o fuente de poder, a reconocer, debe ser el de la ley. En consonancia con nuestra historia, ocurre que no todos están de acuerdo en ceñirse a la Ley y añoran los tiempos en que tenían, en exclusiva, un ascua arrimada a su sardina, y como no lo ven claro, con reino o república, ni acudiendo a la gracia de Dios, se han ido creando las autonomías, que es una forma de asumir parcelas de poder de forma más exclusiva. Por el interés te quiero Andrés y se crearon nuevos cariños y amores hacia los recursos económicos de cada comunidad y adhesiones que nada tenían que ver con las patrias chicas ni en principio con el espíritu de la Constitución.
Personas de mi edad asumieron de buen grado que, a tenor de los tiempos, debían admitir una nueva Constitución que se iniciaba diciendo algo tan revolucionario como que “TODOS LOS ESPAÑOLES SON IGUALES ANTE LA LEY…”, y nacieron las autonomías, y crecieron paso a paso retorciendo y malinterpretando la Constitución, creando y duplicando tribunales superiores de justicia, congresos con facultad de hacer leyes y una serie de instituciones que consiguen multiplicar la burocracia de nueva administración y situar su eficacia y funcionalidad en grados esperpénticos.
A mi edad, y en la situación actual, contemplo el actual régimen autonómico como una flota de barcos a la deriva sin destino final prefijado, en la que cada capitán se empeña en navegar y pescar a su aire. Es difícil manejar un barco y su tripulación sin tener un destino definido a donde dirigirse. ¿Cómo una persona de mi edad no va a preocuparse ante tanta pregunta sin respuesta? ¿Es normal que al amparo de una Ley de Aguas la Administración del agua sea distinta en Cuevas del Almanzora y Pulpí? ¿Cuáles son las razones para que, en la margen izquierda del Almanzora, a la altura de la incorporación de la Rambla de Canalejas, se administre desde Murcia, y al cruzar el Río, y siempre sin salirse del término municipal de Cuevas, se administre desde Málaga? ¿Es extraño que la instalación de la desaladora se hiciese con permiso de la Confederación del Sur en terrenos que fueron inundados por un cauce que gestiona la Confederación del Segura? ¿Le puede extrañar a alguien que una riada despistada inutilizase la desaladora en 2012 “antes de que se inaugurase”? ¿Son cosas naturales y racionales o intereses personales? La historia de la duplicación de leyes se repite en temas sobre carreteras, sobre ruidos, sobre mal trato a los animales o sobre cualquier otra actividad de que nos ocupemos.
En todos los casos que preguntemos obtendremos respuestas similares. Nadie podrá racionalmente justificar que se redacte, se promulgue y se hagan cumplir, por ejemplo, distintas leyes de carreteras para Huércal Overa y para Puerto Lumbreras.
El aserto y la afirmación de que todos los españoles “somos iguales ante la Ley” no sólo es una mentira evidente, sino que es una mentira que cada día crece y se hace mayor. No hace falta salirse del tema de las autonomías del que estamos hablando. ¿Cuáles son las diferencias dotacionales, las atenciones médicas y las prestaciones a los enfermos entre unas comunidades y otras? ¿No ocurre igual en el sector de la enseñanza?
¿Puedo a mis ochenta años decir que ha desaparecido la segregación espacial de los españoles y que hoy justamente no estamos viviendo una reactivación de esa segregación? ¿Hay una forma más práctica de aumentar las desigualdades que darnos distintas leyes?
A modo de Colofón no quiero acabar esta primera entrega sin contar una pequeña anécdota en relación con mi Patria Chica. Transcurría el año 2009 y un arrasador fuego fue quemando incontroladamente más de cinco mil hectáreas de Sierra Cabrera, llegando hasta el núcleo urbano de Mojácar, algunas de cuyas casas quedaron ennegrecidas por el humo. Cuando el fuego se calmó decidí visitar el casco urbano para comprobar in situ los efectos del fuego. Al llegar al pie del monte me prohibieron subir. Miles de veces, a lo largo de mi vida, había hecho este recorrido, pero en ese momento, al prohibirme el acceso y que no valiese ninguna razón para acceder, tuve la sensación de que alguien me había robado un derecho tan inocente, profundo, arraigado y personal como el cariño y el amor al lugar donde había nacido. Las razones eran que el presidente andaluz José Antonio Griñán estaba con su séquito en el pueblo y no quería compartir con nadie más su estancia. Nunca me lo hubiera imaginado. Hoy sé que el presidente Griñán no pasará a la historia por este pequeño robo que me hizo.
Si ahora, en los momentos actuales, miramos hacia atrás, podemos concluir, no siendo cortoplacistas, que prácticamente han coincidido en el tiempo la globalización liberal del movimiento de capitales, personas y tecnologías, la revolución tecnológica en el campo de las comunicaciones, la posibilidad del trabajo a distancia y los grandes avances en el campo de la medicina. Son circunstancias que, individualmente o juntas y añadidas a otras, no se frenan ante barreras, estados o fronteras y nos abocan irremediablemente a la crisis de nuestros conocimientos, creencias y valores.
Cuando ha aparecido la crisis, los octogenarios, de forma especial, pero no exclusiva, nos damos cuenta de que disminuye de forma progresiva y acelerada el control que antes podíamos tener sobre el devenir de los acontecimientos, y eso crea incertidumbre, inseguridad, falta de confianza y tribulaciones sucesivas. Unos botones de muestra.
1ª Tribulación: La Patria-Las autonomías.- Cuando somos muy niños aprendemos a hablar y a comunicarnos, primero con las personas más allegadas y, por extensión, con todos los demás. Casi de forma simultánea y durante unos cuantos años aprendemos y “aprehendemos” la naturaleza y el medio ambiente físico y emocional que nos rodea. Esas primeras aprehensiones tienen emocional y conceptualmente mucha fuerza y suelen quedar muy arraigadas, de forma que todos, o casi todos, los conceptos sobre la naturaleza y sobre la vida, en general, que manejemos en nuestra existencia, tendrán como primera referencia las experiencias emocionales y cognitivas de esos años iniciales. Es una marca que nos puede acompañar toda la vida que hace que reconozcamos un lugar como nuestra PATRIA CHICA y que hace que nos identifiquemos con él y lo queramos de una forma especial. Yo, que nací en Mojácar, sé muy bien cuál es mi patria chica y cómo eran sus calles sus plazas, sus gentes y los escombros de sus casas en los años cuarenta, cuando correteaba por allí. Es una patria que nadie ha tenido que mostrarme nunca porque siempre ha estado y está conmigo.
Alguien debió considerar que no era un sentimiento suficiente porque desde los seis años que asistí a la escuela mis profesores intentaron meterme en la cabeza que mi Patria era España. “España era una unidad de destino en lo universal”, que es algo que nunca llegué a entender por mucho que me lo hicieran repetir y aprender de memoria.
El Poder no desfallece, han pasado casi ochenta años y desde las más altas esferas del país me instruyen y sermonean con pujantes afirmaciones sobre si somos un Estado Plurinacional, una Nación de Naciones o un Estado Federal. He visto a lo largo de mi vida retorcer conceptos y palabras manipulando el lenguaje, para conseguir que en cada momento el significado de ellas sea diferente al tradicional, consiguiendo provocar emociones y conductas contradictorias Desde que yo era niño, la entidad más reconocida, en todo Occidente, era la del Estado-Nación, que es una mezcla de términos que tampoco resulta demasiado precisa y que hacía referencia a una estructura político-administrativa que controlaba un territorio y ejerce poderes soberanos sobre él. La Nación era un sujeto etéreo que formaba parte de la identidad de las personas y reforzaba sus necesidades psicológicas de pertenencia a un grupo e incluso a una tierra. El Estado se había legitimado históricamente a partir de la nación tratando de identificarse con ella como un todo único. Ahora las cosas han cambiado y el “patriotismo”, o como le queramos llamar, tiene sus fundamentos teóricos y racionales en la Constitución o Ley de Leyes, e importan poco y tienen que importar cada vez menos: la lengua, la religión, la raza o el parentesco. El único imperio, o fuente de poder, a reconocer, debe ser el de la ley. En consonancia con nuestra historia, ocurre que no todos están de acuerdo en ceñirse a la Ley y añoran los tiempos en que tenían, en exclusiva, un ascua arrimada a su sardina, y como no lo ven claro, con reino o república, ni acudiendo a la gracia de Dios, se han ido creando las autonomías, que es una forma de asumir parcelas de poder de forma más exclusiva. Por el interés te quiero Andrés y se crearon nuevos cariños y amores hacia los recursos económicos de cada comunidad y adhesiones que nada tenían que ver con las patrias chicas ni en principio con el espíritu de la Constitución.
Personas de mi edad asumieron de buen grado que, a tenor de los tiempos, debían admitir una nueva Constitución que se iniciaba diciendo algo tan revolucionario como que “TODOS LOS ESPAÑOLES SON IGUALES ANTE LA LEY…”, y nacieron las autonomías, y crecieron paso a paso retorciendo y malinterpretando la Constitución, creando y duplicando tribunales superiores de justicia, congresos con facultad de hacer leyes y una serie de instituciones que consiguen multiplicar la burocracia de nueva administración y situar su eficacia y funcionalidad en grados esperpénticos.
A mi edad, y en la situación actual, contemplo el actual régimen autonómico como una flota de barcos a la deriva sin destino final prefijado, en la que cada capitán se empeña en navegar y pescar a su aire. Es difícil manejar un barco y su tripulación sin tener un destino definido a donde dirigirse. ¿Cómo una persona de mi edad no va a preocuparse ante tanta pregunta sin respuesta? ¿Es normal que al amparo de una Ley de Aguas la Administración del agua sea distinta en Cuevas del Almanzora y Pulpí? ¿Cuáles son las razones para que, en la margen izquierda del Almanzora, a la altura de la incorporación de la Rambla de Canalejas, se administre desde Murcia, y al cruzar el Río, y siempre sin salirse del término municipal de Cuevas, se administre desde Málaga? ¿Es extraño que la instalación de la desaladora se hiciese con permiso de la Confederación del Sur en terrenos que fueron inundados por un cauce que gestiona la Confederación del Segura? ¿Le puede extrañar a alguien que una riada despistada inutilizase la desaladora en 2012 “antes de que se inaugurase”? ¿Son cosas naturales y racionales o intereses personales? La historia de la duplicación de leyes se repite en temas sobre carreteras, sobre ruidos, sobre mal trato a los animales o sobre cualquier otra actividad de que nos ocupemos.
En todos los casos que preguntemos obtendremos respuestas similares. Nadie podrá racionalmente justificar que se redacte, se promulgue y se hagan cumplir, por ejemplo, distintas leyes de carreteras para Huércal Overa y para Puerto Lumbreras.
El aserto y la afirmación de que todos los españoles “somos iguales ante la Ley” no sólo es una mentira evidente, sino que es una mentira que cada día crece y se hace mayor. No hace falta salirse del tema de las autonomías del que estamos hablando. ¿Cuáles son las diferencias dotacionales, las atenciones médicas y las prestaciones a los enfermos entre unas comunidades y otras? ¿No ocurre igual en el sector de la enseñanza?
¿Puedo a mis ochenta años decir que ha desaparecido la segregación espacial de los españoles y que hoy justamente no estamos viviendo una reactivación de esa segregación? ¿Hay una forma más práctica de aumentar las desigualdades que darnos distintas leyes?
A modo de Colofón no quiero acabar esta primera entrega sin contar una pequeña anécdota en relación con mi Patria Chica. Transcurría el año 2009 y un arrasador fuego fue quemando incontroladamente más de cinco mil hectáreas de Sierra Cabrera, llegando hasta el núcleo urbano de Mojácar, algunas de cuyas casas quedaron ennegrecidas por el humo. Cuando el fuego se calmó decidí visitar el casco urbano para comprobar in situ los efectos del fuego. Al llegar al pie del monte me prohibieron subir. Miles de veces, a lo largo de mi vida, había hecho este recorrido, pero en ese momento, al prohibirme el acceso y que no valiese ninguna razón para acceder, tuve la sensación de que alguien me había robado un derecho tan inocente, profundo, arraigado y personal como el cariño y el amor al lugar donde había nacido. Las razones eran que el presidente andaluz José Antonio Griñán estaba con su séquito en el pueblo y no quería compartir con nadie más su estancia. Nunca me lo hubiera imaginado. Hoy sé que el presidente Griñán no pasará a la historia por este pequeño robo que me hizo.