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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Los gatos van a su aire, entran y salen del cortijo sin importarles si nos preocupamos por lo que les pueda ocurrir. Que no es mucho lo que nos preocupe. Desaparecen una noche, hay quien me dice que se van juerga con tito Berni, y se pasan dos o tres días sin dar señales de vida, cuando vuelven, siempre vuelven al plato seguro de comida, vienen cansados pero satisfechos, con algún rasguño en la cara, la nariz blanca de polvo de talco y dispuestos a dormir durante horas.
Las gatas se quedan a nuestro lado. Te siguen cuando paseas y se sientan cerca cuando descansas. La otra mañana, una de ellas, la que se ha erigido en portavoz de las demás, creo que hicieron primarias, como en el PSOE, vaya lío la lista de la capital, y las compañeras apostaron por cremita, una gata preciosa, pero protestona, se dirigió a la dueña del cortijo para pedirle dos cosas, la primera es una queja porque el pasado ocho de marzo, día de la mujer, no les hicimos ningún caso a ellas, que también son féminas, y la segunda que quieren conocer a las chicas del PACMA, las animalistas, para que vengan y les den algunas lecciones de lo que deben ser los nuevos ocho de marzo en el futuro de cara a ellas.
El encargo me lo ha pasado mi señora, por lo que tendré que buscar a estas chicas y que me den unas cuantas lecciones sobre la petición de mis gatas. Si quieren que les diga la verdad, por mis gatos no levanto la voz, andan y que les den a esos machistas, solo pensando en tener el plato de comida puesto e irse de juerga cada noche con tito ese y sus amigos, pero por mis gatillas, todo lo que ellas quieran y me pidan.
Según las animalistas, y a mis gatas les ha encantado la explicación, el ocho de marzo debe ser el día de todas las féminas del reino animal. Ellas, las gatas, también reivindican un día de lucha por sus derechos ante el machismo de los gatos, las violaciones que sufren y el desamparo que sienten cuando las abandonan solas con sus gaticos. Cuánta razón tienen las pobres mías. Paren solas, mientras ellos, los gatos, de juerga en otros lupanares de la zona.
¿Quién defiende a las gatas de esos matones, machistas y violadores que son los gatos?
¿Y a las ratas, quién las defiende de los violadores ratones?
¿Y a las cabras de los violadores cabrones?
¿Y a las gallinas de los cantores y duros espolones de los gallos?
Puestos a pensar como las chicas del Pacma, es de lógica llegar a la conclusión de que no podemos dejar a esas féminas en manos de sus violadores. No puedo seguir permitiendo que mis gatas sean violadas y abandonadas por unos brabucones gatos machistas, que encima se van de juerga con el putero tito ese, dejándolas solas y abandonadas. Y no son capaces ni de traerles un plato de comida para sus gaticos.
Las ha reunido mi señora en el patio y les ha prometido que el próximo año, cuando llegue el ocho de marzo, ellas estarán en la manifestación por la calles de la capital, llevando la pancarta, al lado de las chicas del Pacma y de las políticas que se apunten. Es lo menos que podemos hacer por ellas. Se han puesto contentas y han aplaudido a la señora. A mí me han mirado como diciendo: ¡toma ya, que hemos ganado!
¡Qué bonicas son mis gatas!
Las gatas se quedan a nuestro lado. Te siguen cuando paseas y se sientan cerca cuando descansas. La otra mañana, una de ellas, la que se ha erigido en portavoz de las demás, creo que hicieron primarias, como en el PSOE, vaya lío la lista de la capital, y las compañeras apostaron por cremita, una gata preciosa, pero protestona, se dirigió a la dueña del cortijo para pedirle dos cosas, la primera es una queja porque el pasado ocho de marzo, día de la mujer, no les hicimos ningún caso a ellas, que también son féminas, y la segunda que quieren conocer a las chicas del PACMA, las animalistas, para que vengan y les den algunas lecciones de lo que deben ser los nuevos ocho de marzo en el futuro de cara a ellas.
El encargo me lo ha pasado mi señora, por lo que tendré que buscar a estas chicas y que me den unas cuantas lecciones sobre la petición de mis gatas. Si quieren que les diga la verdad, por mis gatos no levanto la voz, andan y que les den a esos machistas, solo pensando en tener el plato de comida puesto e irse de juerga cada noche con tito ese y sus amigos, pero por mis gatillas, todo lo que ellas quieran y me pidan.
Según las animalistas, y a mis gatas les ha encantado la explicación, el ocho de marzo debe ser el día de todas las féminas del reino animal. Ellas, las gatas, también reivindican un día de lucha por sus derechos ante el machismo de los gatos, las violaciones que sufren y el desamparo que sienten cuando las abandonan solas con sus gaticos. Cuánta razón tienen las pobres mías. Paren solas, mientras ellos, los gatos, de juerga en otros lupanares de la zona.
¿Quién defiende a las gatas de esos matones, machistas y violadores que son los gatos?
¿Y a las ratas, quién las defiende de los violadores ratones?
¿Y a las cabras de los violadores cabrones?
¿Y a las gallinas de los cantores y duros espolones de los gallos?
Puestos a pensar como las chicas del Pacma, es de lógica llegar a la conclusión de que no podemos dejar a esas féminas en manos de sus violadores. No puedo seguir permitiendo que mis gatas sean violadas y abandonadas por unos brabucones gatos machistas, que encima se van de juerga con el putero tito ese, dejándolas solas y abandonadas. Y no son capaces ni de traerles un plato de comida para sus gaticos.
Las ha reunido mi señora en el patio y les ha prometido que el próximo año, cuando llegue el ocho de marzo, ellas estarán en la manifestación por la calles de la capital, llevando la pancarta, al lado de las chicas del Pacma y de las políticas que se apunten. Es lo menos que podemos hacer por ellas. Se han puesto contentas y han aplaudido a la señora. A mí me han mirado como diciendo: ¡toma ya, que hemos ganado!
¡Qué bonicas son mis gatas!