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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos
Se esperan con ilusión todos los veintidós de diciembre. Se confía en ellas, en que los que nos quitan con sus martingalas los políticos nos las puedan devolver esas voces que suenan tal día como hoy cada año buscando la ilusión de los españoles. Nos cantan esos números que hemos comprado a lo largo de los últimos meses, en algunos casos haciendo un esfuerzo, quitando unas cervezas, unos cafés y algunas palomillas entre los amigos y todos esperamos que sean los que nosotros llevamos.
Pero si en los políticos no podemos confiar, si ellos nos están llevando cada día que pasa a un callejón sin salida, se habla de más de diez millones de familias españolas a las que les cuesta sudor, lágrimas y hasta un préstamo llegar a final de mes, si mirar a las alturas no soluciona los problemas de nuestras casas, es normal que el pagano ciudadano busque otros dioses a los que elevar sus ojos, entre ellos al gran “Lotero”. Y ahí aparecen los puros, castos y cantores niños de la lotería. Y por unas horas los convertimos en los otros dioses de nuestro olimpo, creado para el día en el que ellos se convierten en cantores de bendiciones y alegrías.
Empezamos buscando el gordo, no nos importa si es feo y tiene un ojo tuerto, si tenemos que repartirlo con el cuñado o con el vecino del primero que nos cae fatal, el caso es que no pase de largo de nuestra casa. Tampoco nos vendría mal el segundo, y si es el tercero, no hay que hacerle ascos a un tercer premio, colega. Recoge lo que te toca y a disfrutar de la Navidad.
Mañana, tras darnos cuentas de que los primeros premios se han portado como los políticos, buscaremos la pedrea, a ver si con ella podemos acercarnos a comprar un billete para el cinco del mes que viene, la que se celebra en el mes de enero y que se llamaba antiguamente la del Niño, pero que, con esto de las leyes de Irene, la gran investigadora sobre la vida y los milagros de don Pablo Iglesias, no quiere que se le vuelva a llamar así, ya que se está discriminando, según ella, a las mujeres.
Yo llevo desde las nueve de la mañana viendo la tele, con los billetes delante, como si estuviera jugando al bingo, y cada vez que los niños, las niñas y los otros, cantan un número, miro, repaso y hasta ahora solo me he llevado disgusto tras disgusto. He llegado a pensar que con esto de la lotería los únicos que ganan son de nuevo los políticos. Impuestos antes de cantar los premios, impuestos después de cantarlos, impuestos al ir a cobrarlos. Creo que nos vuelven a llevar al huerto. Esto de la lotería y don Lotero no deja de ser un camelo, en la que solo ganan ellos.
Pero y si me toca el gordo. Hay seguir jugando. Hay seguir haciéndole el caldo gordo a los políticos del gobierno.
Qué duro signo el nuestro, nunca levantaremos la cabeza, siempre tendremos el yugo sobre nuestros cuellos.
Por cierto: ¿En qué ha terminado el gordo?
Pero si en los políticos no podemos confiar, si ellos nos están llevando cada día que pasa a un callejón sin salida, se habla de más de diez millones de familias españolas a las que les cuesta sudor, lágrimas y hasta un préstamo llegar a final de mes, si mirar a las alturas no soluciona los problemas de nuestras casas, es normal que el pagano ciudadano busque otros dioses a los que elevar sus ojos, entre ellos al gran “Lotero”. Y ahí aparecen los puros, castos y cantores niños de la lotería. Y por unas horas los convertimos en los otros dioses de nuestro olimpo, creado para el día en el que ellos se convierten en cantores de bendiciones y alegrías.
Empezamos buscando el gordo, no nos importa si es feo y tiene un ojo tuerto, si tenemos que repartirlo con el cuñado o con el vecino del primero que nos cae fatal, el caso es que no pase de largo de nuestra casa. Tampoco nos vendría mal el segundo, y si es el tercero, no hay que hacerle ascos a un tercer premio, colega. Recoge lo que te toca y a disfrutar de la Navidad.
Mañana, tras darnos cuentas de que los primeros premios se han portado como los políticos, buscaremos la pedrea, a ver si con ella podemos acercarnos a comprar un billete para el cinco del mes que viene, la que se celebra en el mes de enero y que se llamaba antiguamente la del Niño, pero que, con esto de las leyes de Irene, la gran investigadora sobre la vida y los milagros de don Pablo Iglesias, no quiere que se le vuelva a llamar así, ya que se está discriminando, según ella, a las mujeres.
Yo llevo desde las nueve de la mañana viendo la tele, con los billetes delante, como si estuviera jugando al bingo, y cada vez que los niños, las niñas y los otros, cantan un número, miro, repaso y hasta ahora solo me he llevado disgusto tras disgusto. He llegado a pensar que con esto de la lotería los únicos que ganan son de nuevo los políticos. Impuestos antes de cantar los premios, impuestos después de cantarlos, impuestos al ir a cobrarlos. Creo que nos vuelven a llevar al huerto. Esto de la lotería y don Lotero no deja de ser un camelo, en la que solo ganan ellos.
Pero y si me toca el gordo. Hay seguir jugando. Hay seguir haciéndole el caldo gordo a los políticos del gobierno.
Qué duro signo el nuestro, nunca levantaremos la cabeza, siempre tendremos el yugo sobre nuestros cuellos.
Por cierto: ¿En qué ha terminado el gordo?