José Mª Arenzana se curtió escribiendo crónicas de guerra para las páginas de ‘ABC’, ‘El Correo de Andalucía’ o ‘Cambio 16’ u colaboró con Jesús Quintero en ‘El loco de la colina’. Sostiene que el periodismo dejó hace tiempo de “contar la Historia” y vive “al servicio del poder”
ALMERÍA HOY / 11·06·2022
José María Arenzana se curtió escribiendo crónicas de guerra desde “el corazón del infierno” para las páginas de ‘ABC’, ‘El Correo de Andalucía’ o ‘Cambio 16’. Colaboró con Jesús Quintero en ‘El loco de la colina’ y llegó a formar parte del Consejo Audiovisual de Andalucía, donde no dejó de perseguirle la polémica. Tampoco el largo ‘régimen andaluz’ previo a la llegada del PP, por expresar sus singulares opiniones. Sostiene que el periodismo dejó hace tiempo de “contar la Historia” y vive “al servicio del poder”. No obstante, Arenzana insiste en compartir la realidad desde el “ángulo particular de su mirada”.
- A usted le precede la fama de periodista polémico. ¿Qué opinión le merece la profesión en el momento actual?
- Antes que nada, le diré que la polémica está en el que escucha más que en mi intención. El periodismo no existe. Me refiero a esa bendita profesión que consistía en ofrecer a los ciudadanos una información veraz que les sirva para ejercer sus derechos ante la sociedad. De eso me di cuenta hace mucho tiempo, unos 25 ó 30 años. Es posible que entonces fuera una intuición premonitoria. La verdad es que lo vi muy claro cuando, siendo reportero, empezaron a encargarme crónicas sobre los mejores lugares para tomar daiquiris en Eritrea o en el Congo, en vez de pedirme que escribiera sobre las matanzas que acontecían a diario en esos países que siempre están en guerra. Me pareció un abuso por parte de los medios que me contrataran para eso, aunque ellos lo hacían porque conocían mejor que nadie a su clientela, es decir, a los lectores. Pero yo no estaba dispuesto a entrar en ese juego. Me parecía insultante hacer una guía sobre la ruta del mojito en Oriente Medio, de las mejores playas para hacer snorkel en Sudán o en otras naciones en que las personas se exterminaban a machetazos todos los días.
- ¿Le pagaban por eso?
- ¡Vaya! Unas 15.000 pesetas de la época por una crónica así desde el corazón del infierno. Sin embargo, me parecía un insulto escribir sobre esos asuntos o de la guerra de Siria desde un hotel de Atenas o Estambul.
- Elaborar crónicas pretendidamente in situ, cuando se escribían a miles de kilómetros de donde se producían los hechos…
- Como se lo digo. Es la tragedia de lo que todavía llamamos periodismo y no lo es. No estamos contando la Historia, que es el principal deber del periodista. Me parece un abuso.
- ¿Cómo el profesional sobrevive a eso desde el punto de vista ético?
- Deduzco que los periodistas de verdad, ahora se dedican a otra cosa. Yo, he podido hacerlo gracias a las bienaventuranzas y a dar pena. Hago radio -que me encanta-, escribo y tengo amigos que confían aún en el valor de la palabra y las noticias bien escritas, aunque sé que me proponen los encargos por amistad.
- ¡Qué triste!
- Es lo que hay. A eso he dedicado buena parte de mi vida profesional. También me surgió la oportunidad de ganarme la vida formando parte del Consejo Audiovisual de Andalucía. Sin embargo, incluso en una institución como ésa me ha perseguido la polémica. E, insisto, la polémica está en el oído de quien escucha e interpreta lo que otros quieren entender que has dicho, no lo que realmente has expresado. Pero eso va en el oficio. No obstante, en cualquier foro en que se ha contado con mi participación, siempre he aportado un punto de vista diferente y he contado la realidad desde el ángulo particular de mi mirada. He procurado contribuir a hacer digerible esa tortilla intragable de un mundo en el que todos piensan igual. Entiendo que en eso consiste la democracia.
- Hay que estar muy ciego para no observar que, a pesar de las formas democráticas, existe una suerte de represión contra todo el que no comulga con el pensamiento políticamente correcto.
- Y cada día más, aunque de una forma que no tiene nada que ver con la que se ejercía en el pasado. Ahora se tortura con el olvido. Sartori decía que en nuestra época democrática, no te meten en la cárcel, pero te dejan fuera de todos los sitios. Es una persecución. Una forma más sutil de aplastar la libertad. Yo me opongo a eso, pero no por valentía, sino por coherencia.
- ¿Merece la pena?
- He trabajado para muchos medios de comunicación privados y para los públicos de Andalucía. Puse en marcha una empresa pionera que se dedicaba a redactar guiones para programas de Canal Sur como el de Carlos Herrera. Sin embargo, nunca fui llamado para participar en ninguno. No lo reprocho. Hace dos años comenzaron a pedirme colaboraciones y en 2021 me comunicaron que ya no contarían conmigo.
- ¿Por qué?
- No me dieron ninguna explicación, aunque supongo que no debió gustar a alguien algo de lo que dije. Yo me había limitado, como tertuliano, a expresar mis argumentos sobre los temas que se abordaban. De eso se trataba y para ese fin me contrataron. Después me ofrecieron dirigir un programa sobre el patrimonio histórico y cultural andaluz. Así suceden las cosas cuando uno se limita a ejercer su profesión. Por otra parte, me da pena y me indigna que los parlamentarios andaluces empleen su tiempo y el dinero de todos los andaluces en debatir lo que alguien ha dicho durante un debate en un programa de la tele. Creo que ése no es el objeto de todo un Parlamento de Andalucía, donde algunos han solicitado poco más o menos que me envíen a un gulag a ver si me muero de hambre.
- ¿Parlamentarios represores, con alma de verdugos?
- Así es. Aunque parezca mentira, en eso están los políticos de este país. Van a su bola y se creen con derecho a machacar a quienes no opinan como ellos.
- ¿Tiene usted el alma herida?
- Uno no puede presumir de ser libre. Un amigo, Arturo Pérez Reverte, me confesó que empezó a sentirse libre escribiendo novelas. Le permitió independizarse de los medios de comunicación.
- Me refiero a si aún masca las agresiones sufridas.
- No soy mucho de perdonar errores graves y gratuitos porque no son ajenos a la maldad. Sin embargo, tengo muy mala memoria para el rencor.
- Usted ha escrito “soy varón, hetero, creyente, taurinófilo, fumador, anti feminoide, omnívoro, me gusta el boxeo, etc., ahora he unido que soy concertado y diferenciado”. ¿Le gusta provocar? - Lo que ocurre es que muchos tienen vocación de ofendiditos. Son muy dados a victimizarse y convertirte en agresor. Yo no conozco a nadie que esté en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, pero seguir insistiendo en ese asunto es ahondar en un discurso ideológico muy probablemente con intereses difíciles de confesar. Hace unos días, alguien dijo que su marido, un escritor muy famoso de izquierdas, sostiene que pagar más impuestos es muy bueno porque denota que se gana más dinero. Pero es una absoluta falacia.
- Sin embargo, los gobiernos repiten ese mantra.
- Utilizan ese argumento maniqueo para subir los tributos mientras tú cobras lo mismo… luego te están empobreciendo. Si tan buenos son los impuestos, que papá estado nos cobre el 100% de lo que ganamos y se ocupe de mantenernos. Ese sistema tiene un nombre. Se corresponde con una ideología que no se demonizó cuando terminó la II Guerra Mundial. Es el comunismo. Tras más de un siglo de regímenes comunistas, no existe ni un solo ejemplo en el mundo que haya mejorado la vida de sus ciudadanos. Todos abominamos el fascismo y el nazismo por numerosas razones. Sin embargo, admitimos el comunismo a pesar de los 150 millones de muertos que ha provocado.
- Se ha sentido perseguido por el PSOE, ¿ha calculado cuándo empezará a serlo por el PP?
- Tampoco me doy tanta importancia como para sentirme un perseguido. He sido orillado, eso sí. Los gobiernos socialistas me impidieron entrar en determinados circuitos. Instauraron un régimen y convirtieron Andalucía en su cortijo. Comprendo su actitud conmigo, porque yo no coincidía con nada de lo que estaban haciendo. Ahora espero que ese régimen se desmonte, pero en la mentalidad de los ciudadanos más que en la estructura de la Administración y las Instituciones. Prueba de que esa dictadura estaba interiorizada y aceptada por los andaluces es que todos los alcaldes manifiestamente corruptos han sacado invariablemente mayorías absolutísimas. Es fruto de la clientela que ha generado el político. A mí me ha dicho un pariente de uno de ellos que la gente le decía por la calle, como si fuera un piropo, ‘¡olé tus cojones, que te lo estás llevando crudo!’ La corrupción es estructural y se desarrolla con la complicidad de los ciudadanos. Los políticos no son extraterrestres. Han nacido entre nosotros. A mí me gustaría que nadie obligue al periodista a jugarse el pecho, pero también que los medios dejen de estar al servicio del poder.
- Golpes Bajos cantaba aquello de ‘Malos tiempos para la lírica’, pero ¿ha habido alguna vez en la España de la democracia una época buena para la lírica, el conocimiento y el periodismo?
- Tal vez existió durante unos momentos de desconcierto del poder en los primeros años de la democracia. Sí que la hubo entonces, pero el régimen andaluz o estatal optimizó sus herramientas para acabar instaurando una dictadura encubierta extremadamente cruel, pero sustentada por la mayoría de los ciudadanos.
- ¿Recuerda algún tiempo profesional especialmente dulce?
- En lo profesional, no añoraré el momento actual. Sin embargo, he sido feliz en todos los sitios en que he estado, porque me he entregado con toda la pasión de que he sido capaz. Abandoné cada empleo cuando escuchaba el ‘click’ de un nuevo proyecto que me ilusionaba más, y me dedicaba en cuerpo y alma hasta que empezaba a oír ‘clack’ y cambiaba. Durante todo este tiempo, he trabajado con los mejores profesionales y me lo pasé muy bien en mi etapa de reportero descubriendo el mundo. No me quejo de mi vida profesional.
- Para terminar, ¿qué le parece el ‘buenismo’ que parece haberse instalado en la conciencia de la mayor parte de los ciudadanos?
- Una gran equivocación. Hay que tener mucho cuidado, porque puede provocar un efecto rebote. Alguien lo ha llamado ‘hipocondría moral’. Consiste en interiorizar los dolores ajenos que suceden a miles de kilómetros de nuestras casas. Nos ocupamos de resolver los problemas de Siria y se nos parte el corazón por un perrito herido en Alepo, pero no somos capaces de ver que el vecino del 3º lo está pasando mal. No podemos consideramos obligados a salvar el mundo y al gatito asustado en un árbol en medio de Afganistán. Sin embargo, la televisión ha contribuido con flashes de información muy parcial a infantilizarnos conectándonos a una visión manipulada de lo que ocurre en lugares remotos.
- Por cierto, ¿le han dicho que le da un aire a Joaquín Sabina?
- Sí que me han confundido con él. Y, como a Sabina, unos me han catalogado con una etiqueta y otros con la contraria. Eso me gusta. Me hace sentir conforme conmigo mismo.
- A usted le precede la fama de periodista polémico. ¿Qué opinión le merece la profesión en el momento actual?
- Antes que nada, le diré que la polémica está en el que escucha más que en mi intención. El periodismo no existe. Me refiero a esa bendita profesión que consistía en ofrecer a los ciudadanos una información veraz que les sirva para ejercer sus derechos ante la sociedad. De eso me di cuenta hace mucho tiempo, unos 25 ó 30 años. Es posible que entonces fuera una intuición premonitoria. La verdad es que lo vi muy claro cuando, siendo reportero, empezaron a encargarme crónicas sobre los mejores lugares para tomar daiquiris en Eritrea o en el Congo, en vez de pedirme que escribiera sobre las matanzas que acontecían a diario en esos países que siempre están en guerra. Me pareció un abuso por parte de los medios que me contrataran para eso, aunque ellos lo hacían porque conocían mejor que nadie a su clientela, es decir, a los lectores. Pero yo no estaba dispuesto a entrar en ese juego. Me parecía insultante hacer una guía sobre la ruta del mojito en Oriente Medio, de las mejores playas para hacer snorkel en Sudán o en otras naciones en que las personas se exterminaban a machetazos todos los días.
- ¿Le pagaban por eso?
- ¡Vaya! Unas 15.000 pesetas de la época por una crónica así desde el corazón del infierno. Sin embargo, me parecía un insulto escribir sobre esos asuntos o de la guerra de Siria desde un hotel de Atenas o Estambul.
- Elaborar crónicas pretendidamente in situ, cuando se escribían a miles de kilómetros de donde se producían los hechos…
- Como se lo digo. Es la tragedia de lo que todavía llamamos periodismo y no lo es. No estamos contando la Historia, que es el principal deber del periodista. Me parece un abuso.
- ¿Cómo el profesional sobrevive a eso desde el punto de vista ético?
- Deduzco que los periodistas de verdad, ahora se dedican a otra cosa. Yo, he podido hacerlo gracias a las bienaventuranzas y a dar pena. Hago radio -que me encanta-, escribo y tengo amigos que confían aún en el valor de la palabra y las noticias bien escritas, aunque sé que me proponen los encargos por amistad.
- ¡Qué triste!
- Es lo que hay. A eso he dedicado buena parte de mi vida profesional. También me surgió la oportunidad de ganarme la vida formando parte del Consejo Audiovisual de Andalucía. Sin embargo, incluso en una institución como ésa me ha perseguido la polémica. E, insisto, la polémica está en el oído de quien escucha e interpreta lo que otros quieren entender que has dicho, no lo que realmente has expresado. Pero eso va en el oficio. No obstante, en cualquier foro en que se ha contado con mi participación, siempre he aportado un punto de vista diferente y he contado la realidad desde el ángulo particular de mi mirada. He procurado contribuir a hacer digerible esa tortilla intragable de un mundo en el que todos piensan igual. Entiendo que en eso consiste la democracia.
- Hay que estar muy ciego para no observar que, a pesar de las formas democráticas, existe una suerte de represión contra todo el que no comulga con el pensamiento políticamente correcto.
- Y cada día más, aunque de una forma que no tiene nada que ver con la que se ejercía en el pasado. Ahora se tortura con el olvido. Sartori decía que en nuestra época democrática, no te meten en la cárcel, pero te dejan fuera de todos los sitios. Es una persecución. Una forma más sutil de aplastar la libertad. Yo me opongo a eso, pero no por valentía, sino por coherencia.
- ¿Merece la pena?
- He trabajado para muchos medios de comunicación privados y para los públicos de Andalucía. Puse en marcha una empresa pionera que se dedicaba a redactar guiones para programas de Canal Sur como el de Carlos Herrera. Sin embargo, nunca fui llamado para participar en ninguno. No lo reprocho. Hace dos años comenzaron a pedirme colaboraciones y en 2021 me comunicaron que ya no contarían conmigo.
- ¿Por qué?
- No me dieron ninguna explicación, aunque supongo que no debió gustar a alguien algo de lo que dije. Yo me había limitado, como tertuliano, a expresar mis argumentos sobre los temas que se abordaban. De eso se trataba y para ese fin me contrataron. Después me ofrecieron dirigir un programa sobre el patrimonio histórico y cultural andaluz. Así suceden las cosas cuando uno se limita a ejercer su profesión. Por otra parte, me da pena y me indigna que los parlamentarios andaluces empleen su tiempo y el dinero de todos los andaluces en debatir lo que alguien ha dicho durante un debate en un programa de la tele. Creo que ése no es el objeto de todo un Parlamento de Andalucía, donde algunos han solicitado poco más o menos que me envíen a un gulag a ver si me muero de hambre.
- ¿Parlamentarios represores, con alma de verdugos?
- Así es. Aunque parezca mentira, en eso están los políticos de este país. Van a su bola y se creen con derecho a machacar a quienes no opinan como ellos.
- ¿Tiene usted el alma herida?
- Uno no puede presumir de ser libre. Un amigo, Arturo Pérez Reverte, me confesó que empezó a sentirse libre escribiendo novelas. Le permitió independizarse de los medios de comunicación.
- Me refiero a si aún masca las agresiones sufridas.
- No soy mucho de perdonar errores graves y gratuitos porque no son ajenos a la maldad. Sin embargo, tengo muy mala memoria para el rencor.
- Usted ha escrito “soy varón, hetero, creyente, taurinófilo, fumador, anti feminoide, omnívoro, me gusta el boxeo, etc., ahora he unido que soy concertado y diferenciado”. ¿Le gusta provocar? - Lo que ocurre es que muchos tienen vocación de ofendiditos. Son muy dados a victimizarse y convertirte en agresor. Yo no conozco a nadie que esté en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, pero seguir insistiendo en ese asunto es ahondar en un discurso ideológico muy probablemente con intereses difíciles de confesar. Hace unos días, alguien dijo que su marido, un escritor muy famoso de izquierdas, sostiene que pagar más impuestos es muy bueno porque denota que se gana más dinero. Pero es una absoluta falacia.
- Sin embargo, los gobiernos repiten ese mantra.
- Utilizan ese argumento maniqueo para subir los tributos mientras tú cobras lo mismo… luego te están empobreciendo. Si tan buenos son los impuestos, que papá estado nos cobre el 100% de lo que ganamos y se ocupe de mantenernos. Ese sistema tiene un nombre. Se corresponde con una ideología que no se demonizó cuando terminó la II Guerra Mundial. Es el comunismo. Tras más de un siglo de regímenes comunistas, no existe ni un solo ejemplo en el mundo que haya mejorado la vida de sus ciudadanos. Todos abominamos el fascismo y el nazismo por numerosas razones. Sin embargo, admitimos el comunismo a pesar de los 150 millones de muertos que ha provocado.
- Se ha sentido perseguido por el PSOE, ¿ha calculado cuándo empezará a serlo por el PP?
- Tampoco me doy tanta importancia como para sentirme un perseguido. He sido orillado, eso sí. Los gobiernos socialistas me impidieron entrar en determinados circuitos. Instauraron un régimen y convirtieron Andalucía en su cortijo. Comprendo su actitud conmigo, porque yo no coincidía con nada de lo que estaban haciendo. Ahora espero que ese régimen se desmonte, pero en la mentalidad de los ciudadanos más que en la estructura de la Administración y las Instituciones. Prueba de que esa dictadura estaba interiorizada y aceptada por los andaluces es que todos los alcaldes manifiestamente corruptos han sacado invariablemente mayorías absolutísimas. Es fruto de la clientela que ha generado el político. A mí me ha dicho un pariente de uno de ellos que la gente le decía por la calle, como si fuera un piropo, ‘¡olé tus cojones, que te lo estás llevando crudo!’ La corrupción es estructural y se desarrolla con la complicidad de los ciudadanos. Los políticos no son extraterrestres. Han nacido entre nosotros. A mí me gustaría que nadie obligue al periodista a jugarse el pecho, pero también que los medios dejen de estar al servicio del poder.
- Golpes Bajos cantaba aquello de ‘Malos tiempos para la lírica’, pero ¿ha habido alguna vez en la España de la democracia una época buena para la lírica, el conocimiento y el periodismo?
- Tal vez existió durante unos momentos de desconcierto del poder en los primeros años de la democracia. Sí que la hubo entonces, pero el régimen andaluz o estatal optimizó sus herramientas para acabar instaurando una dictadura encubierta extremadamente cruel, pero sustentada por la mayoría de los ciudadanos.
- ¿Recuerda algún tiempo profesional especialmente dulce?
- En lo profesional, no añoraré el momento actual. Sin embargo, he sido feliz en todos los sitios en que he estado, porque me he entregado con toda la pasión de que he sido capaz. Abandoné cada empleo cuando escuchaba el ‘click’ de un nuevo proyecto que me ilusionaba más, y me dedicaba en cuerpo y alma hasta que empezaba a oír ‘clack’ y cambiaba. Durante todo este tiempo, he trabajado con los mejores profesionales y me lo pasé muy bien en mi etapa de reportero descubriendo el mundo. No me quejo de mi vida profesional.
- Para terminar, ¿qué le parece el ‘buenismo’ que parece haberse instalado en la conciencia de la mayor parte de los ciudadanos?
- Una gran equivocación. Hay que tener mucho cuidado, porque puede provocar un efecto rebote. Alguien lo ha llamado ‘hipocondría moral’. Consiste en interiorizar los dolores ajenos que suceden a miles de kilómetros de nuestras casas. Nos ocupamos de resolver los problemas de Siria y se nos parte el corazón por un perrito herido en Alepo, pero no somos capaces de ver que el vecino del 3º lo está pasando mal. No podemos consideramos obligados a salvar el mundo y al gatito asustado en un árbol en medio de Afganistán. Sin embargo, la televisión ha contribuido con flashes de información muy parcial a infantilizarnos conectándonos a una visión manipulada de lo que ocurre en lugares remotos.
- Por cierto, ¿le han dicho que le da un aire a Joaquín Sabina?
- Sí que me han confundido con él. Y, como a Sabina, unos me han catalogado con una etiqueta y otros con la contraria. Eso me gusta. Me hace sentir conforme conmigo mismo.