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PERFECTO HERRERA
Siempre volaba mi imaginación ante la perspectiva de Adán y Eva al ser expulsados del Edén. Imaginaba como lugar yerto en mitad de la nada, el lugar a que encaminaban sus pasos tras la desobediencia a la divinidad. La imagen no podía ser más gráfica: de un lugar feraz, donde la frondosidad de la vegetación permitía la proliferación de cuanto el ser humano necesitaba para su subsistencia, eran exiliados a otro que cabía imaginar como inhóspito, donde el hombre habría de trabajar como maldición divina.
Hoy el mundo rural, lugar idílico para algunos, sufre en España un problema de despoblamiento, que evidentemente lleva consigo el abandono del campo y la desertización para algunos lugares de nuestra geografía. Y no es un problema de ahora: viene de lejos, aunque no necesariamente de la maldición divina.
Ha llegado el problema a tal magnitud que ya ciertas instituciones, como las comunidades autónomas, han legislado tratando de paliar este problema. Un reciente caso es el de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. También la Administración Estatal se ha hecho eco del problema, y en un reciente Consejo de Ministros se aprobaron unas directrices generales de la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico.
El problema, desde luego, es complejo y de solución difícil en un sistema económico como el que hoy impera. Mucho me temo que con políticas trasversales o paliativas no se atajará adecuadamente el mismo. Muy posiblemente, el problema es un problema que ha de ser abarcado desde una modificación de las estructuras del territorio y la planificación de la economía a nivel comarcal. La actual organización territorial, con el municipio como protagonista, es obsoleta. El Municipio se ha quedado pequeño para dar solución a los problemas de despoblamiento. Hay que tender hacia una organización administrativa más amplia (quizás la comarca) que cuente con mayores medios técnicos y económicos, con capacidad para dar mejores y mayores servicios públicos, potenciando las capitalidades de esas nuevas organizaciones y haciendo posible la coordinación de las inversiones públicas y privadas y el desarrollo de los elementos endógenos de su territorio. Las Comarcas y las Agencias de Desarrollo, más que nunca, se hacen necesarias para atajar el despoblamiento de nuestros pueblos rurales. Y las Administraciones, autonómica, estatal y europea, no pueden desconocer estos ámbitos de actuación administrativa y política.
El despoblamiento del mundo rural, por otra parte, creará otros problemas en otros lugares del territorio. No se trata de una vuelta al Edén, sino del exilio a otros lugares, donde ni la imaginación ni la divinidad tienen cabida.
Hoy el mundo rural, lugar idílico para algunos, sufre en España un problema de despoblamiento, que evidentemente lleva consigo el abandono del campo y la desertización para algunos lugares de nuestra geografía. Y no es un problema de ahora: viene de lejos, aunque no necesariamente de la maldición divina.
Ha llegado el problema a tal magnitud que ya ciertas instituciones, como las comunidades autónomas, han legislado tratando de paliar este problema. Un reciente caso es el de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. También la Administración Estatal se ha hecho eco del problema, y en un reciente Consejo de Ministros se aprobaron unas directrices generales de la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico.
El problema, desde luego, es complejo y de solución difícil en un sistema económico como el que hoy impera. Mucho me temo que con políticas trasversales o paliativas no se atajará adecuadamente el mismo. Muy posiblemente, el problema es un problema que ha de ser abarcado desde una modificación de las estructuras del territorio y la planificación de la economía a nivel comarcal. La actual organización territorial, con el municipio como protagonista, es obsoleta. El Municipio se ha quedado pequeño para dar solución a los problemas de despoblamiento. Hay que tender hacia una organización administrativa más amplia (quizás la comarca) que cuente con mayores medios técnicos y económicos, con capacidad para dar mejores y mayores servicios públicos, potenciando las capitalidades de esas nuevas organizaciones y haciendo posible la coordinación de las inversiones públicas y privadas y el desarrollo de los elementos endógenos de su territorio. Las Comarcas y las Agencias de Desarrollo, más que nunca, se hacen necesarias para atajar el despoblamiento de nuestros pueblos rurales. Y las Administraciones, autonómica, estatal y europea, no pueden desconocer estos ámbitos de actuación administrativa y política.
El despoblamiento del mundo rural, por otra parte, creará otros problemas en otros lugares del territorio. No se trata de una vuelta al Edén, sino del exilio a otros lugares, donde ni la imaginación ni la divinidad tienen cabida.