La herencia, mejor en vino que perderla

Supimos hace un mes del fallecimiento del dueño de un hotelico en Jerez, que lo dejó en herencia a sus hijos. Éstos, en principio, la aceptan, como haría cualquier persona sensata en un país decente. ¡Craso error! Han terminado sin el hotel y con la casa embargada para poder pagar el Impuesto de Sucesiones. Otro caso es el de Alejandro, hijo de unos emigrantes a Alemania durante los años 60 del siglo pasado. Después de veinte años allí, regresan a su localidad natal, Arcos de la Frontera, y con el dinero ganado con tanto esfuerzo, deciden montar un hostal. Fallecido el padre, la Junta reclama 280.000 euros a la madre por heredar en concepto de Impuesto de Sucesiones, cantidad que se duplicará cuando ésta fallezca en caso de que Alejandro acepte la herencia


Manifestación contra el Impuesto de Sucesiones frente a la Delegación de la Junta en Almería.

RAMIRO TÉLLEZ

Recordarán que a finales de marzo Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, declaró que los países del sur no pueden gastarse el dinero en «licor y mujeres» y después «pedir ayuda». Juicio moral al margen, estoy de acuerdo con él en la constatación del hecho al menos en lo de que al vino y gran parte de España respecta, empezando por la zona sur peninsular. Déjenme que ilustre mi postura con esta simple anécdota: antes de Semana Santa, fui a la ventanilla del banco a ingresar el importe de un cursillo de astrofotografía —que necesitara personarme en la sucursal en lugar de poder cumplir telemáticamente con el trámite es harina de otro costal—. Mientras hacía cola, las personas que tenía delante charlaban animosamente sobre el impuesto de sucesiones, conversación cuyo volumen me impedía desatender. El consenso al que suele llegar la gente tras un rato de cháchara se podría resumir en este caso como sigue: «yo ya les he dicho que no necesito nada y que se lo gasten todo en vino y en caprichos». Como podrán comprobar, Dijsselbloem no iba desencaminado.

Lo que D. Jeroen desconoce es la razón de tal conclusión, que él, como holandés «costumbrista» (no diré racista porque holandeses y españoles compartimos raza) atribuirá a hábitos sociales rechazables, a su juicio. Sin embargo, lo que a mí me llamó la atención fue la facilidad con la que mis compañeros de cola llegaron a una decisión tan contraria a la condición humana. ¿Qué lleva a unos hijos/sobrinos/nietos/hermanos... a pensar de esa manera? ¿Renunciaban esas personas a la posibilidad de aumentar su riqueza personal por generosidad hacia sus ascendientes? Permítanme que lo dude porque, si hay algún casus belliperenne en las relaciones familiares, es el del reparto de la herencia. No conozco motivo más recurrente de enemistad intrafamiliar. ¿Qué fuerza puede haber más poderosa, entonces, como para que la gente tome decisiones tan contrarias a su naturaleza? En mi opinión ninguna, porque ese aparente sacrificio responde en realidad a la protección de lo que ya se posee ante el temor a que, por el mero hecho de heredar, se haga un negocio ruinoso. «¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!»

Por ejemplo, supimos hace un mes del fallecimiento del dueño de un hotelico en Jerez, que lo dejó en herencia a sus hijos. Éstos, en principio, la aceptan, como haría cualquier persona sensata en un país decente. ¡Craso error! Han terminado sin el hotel y con la casa embargada para poder pagar el Impuesto de Sucesiones. Otro caso es el de Alejandro, hijo de unos emigrantes a Alemania durante los años 60 del siglo pasado. Después de veinte años allí, regresan a su localidad natal, Arcos de la Frontera, y con el dinero ganado con tanto esfuerzo, deciden montar un hostal. Fallecido el padre, la Junta reclama 280.000 euros a la madre por heredar en concepto de Impuesto de Sucesiones, cantidad que se duplicará cuando ésta fallezca en caso de que Alejandro acepte la herencia.

Casos como éstos no son anécdotas, por desgracia. De hecho, la Junta de Andalucía se ha convertido en heredera universal. Hasta tal punto llega el latrocinio que cada día se producen 19 renuncias a recibir herencias en Andalucía. Ante este panorama, ¿no prefieren Uds que sus padres se gasten su dinero en vino y caprichos antes que Susana en asesores y viajes por España, o que Rajoy en sufragar independentistas o el bienestar de los presos etarras? Yo, desde luego, sí, igual que esas personas de la cola del banco. Ni siquiera la posibilidad de que al final se consiga heredar algo, aunque sea una mínima parte y en especie, parece compensar el mal trago. «Pleitos tengas y los ganes», que dicen los gitanos.

Defenderse en vida del robo que sufriremos al morir no sólo no es denunciable, sino defendible. A los burócratas les molesta que el dinero de la gente no termine en su bolsillo, pero es mucho más lícito y honrado gastarlo en vino y caprichos. No sólo tan loable conducta estimula la economía y promueve la creación de riqueza, sino que esos productores y trabajadores tienen más derecho que Jeroen, Susana o Mariano a recibir el dinero que tanto esfuerzo les ha costado a nuestros familiares ganar. Al fin y al cabo ofrecen mercancías que se pagan voluntariamente con satisfacción, no como los servicios que ofrecen ellos.

El próximo domingo 23 tendremos la posibilidad de protestar públicamente en toda España contra uno de esos servicios, el Impuesto de Sucesiones. En Almería se hará en la Plaza Vieja, a las 12.00 horas. Están todos invitados a asistir para defender su herencia y luego, si se tercia, tómense unos vinicos a la salud de nuestros políticos.