Firmas

Susana tiene razón

DIEGO JEREZ


DIEGO JEREZ / 06·06·2016

Lo bueno que tienen las obviedades es que nadie las discute, y así puede ir uno por la vida empalabrando el aire mientras los simples asienten y aplauden los serviles, que no otra gente se precisa para llenar la foto de figuras sonrientes.

Tanto es así, que si Susana Díaz subiese al escenario y comenzase a recitar la tabla periódica, no faltaría quien alabase la claridad de la sevillana al referirse a los gases nobles, o la sensibilidad que demostró al acordarse de ese colectivo marginado que constituyen los actínidos. Del mismo modo, si recitase la tabla del tres, la hinchada elogiaría las virtudes de un discurso en positivo, didáctico y sin fisuras. Lo cierto es que la mayoría continuaría aplaudiendo aún cuando en lugar de hablar rompiese a hacer ruidos con el sobaco, interpretando el gesto como un acto innovador y desenfadado de comunicación política.

Pero una cosa es la vacuidad y otra, muy distinta, la ignorancia, y si la secretaria del PSOE andaluz puede recorrer amplias zonas de su comunidad repitiendo esa nadería de que hay que modernizar el campo, hacerlo aquí, ante los productores almerienses, es como ir a California a explicarle a las startups de Silicon Valley las bondades del desarrollo tecnológico. La cara de esos agricultores, mientras escuchaban a la de Triana repetir simplezas con la misma solemnidad que si estuviese revelando los misterios de Fátima, tuvo que ser algo absolutamente memorable.

Recordarles, además, los elevados precios que se ven obligados a pagar por el agua y la electricidad en sus explotaciones, es probable que tampoco contribuyese a relajar la expresión facial de los presentes, toda vez que fue el partido de Susana Díaz el que derogó sin contemplaciones el trasvase del Ebro; iniciando, a continuación, una política de subvención a las renovables que a día de hoy continuamos pagando en el recibo de la luz.

Así pues, si lo que pretendía la secretaria del PSOE andaluz era minar las opciones de Pedro Sánchez para asegurarse su sustitución, difícilmente podría haber escogido un conjunto de argumentos más efectivo entre los profesionales del campo almeriense: un par de reuniones sectoriales como esa, una visita a Carboneras para atribuirse la demolición de El Algarrobico, y pronto podrá alquilar la sede provincial del partido a algún comerciante asiático.

Con todo, la abundante farfolla dialéctica de la sevillana sí que nos ha dejado en esta ocasión una idea valiosa: la de que la derecha «no le ha dado nada» a Almería. Y aunque no fuera esa su intención, el aserto, llevado a titular por varios medios, ha servido para recordar a muchos almerienses que no fue el discurso vanilocuente de ningún político, sino el trabajo de sus padres, sus abuelos y el suyo propio lo que ha permitido levantarse a esta provincia.

Susana tiene razón: la derecha no le ha dado nada a Almería, tampoco la izquierda. Se lo han trabajado los almerienses.