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AMANDO DE MIGUEL
Un fantasma inunda España con su nívea vestidura: el yolandismo. Representa la personificación de la extrema siniestra feminista con una túnica de querube. Es un comunismo que “renta” muy bien, como se dice, ahora. Más que soviético, es de talante latinoamericano.
Una de las delicias del mundo infantil era inventar caprichoso juegos léxicos. Uno muy socorrido consistía en anteponer la voz “ti” a todas las palabras. Así, quedaba “ti tú, ti eres, ti tonto”. La cosa era pasar el rato.
Lo malo es que ese mismo esquema lo replican algunos adultos empingorotados en las situaciones más solemnes. Es el caso de la tal Yolanda, la nueva Venus de la izquierda, la musa del progresismo. No se le conocen ideas propias; así, que se decanta por lo más fácil y atrevido: una forma particular de retórica con perfil aguileño, como su figura. Pretende imponer una jerga un tanto infantiloide. Se viste para la ocasión con trajes vaporosos de alta costura, aunque es la que se estilaba hace un par de generaciones. Es todo un ejemplar de una auténtica lideresa comunista hodierna. Viene a ser como la antítesis de Pasionaria. Ya, que no célebre, se contenta con ser viral.
Yolanda llega a la apoteosis de lo que llaman “lenguaje inclusivo”, aunque, merece designarse como “jerga exclusiva” de las feministas con vocación de soltería. Son las vestales del comunismo de la época del multiverso. ¿Querrán implantar la “dictadura de la proletariada”?
La voluntariosa Yolanda, desde el escabel de su vicepresidencia del Gobierno, no deja de asombrarnos con su desenvoltura léxica. Con gran desparpajo, se refiere a las “autoridadas”, que son las mujeres ensoberbecidas con el mando. Ella mismo proclama su ardiente anhelo de “llegar a ser la señora presidenta de España”, un cargo inexistente. Se ve ungida por ”los mejores y las mejoras”. Está claro que esta deslenguada de postín va camino de presidir la Real Academia Española.
El primer objetivo de la jerga yolandista es acabar con la ignominia del masculino genérico. Empero, no se conforma con el circunloquio de “ciudadanos y ciudadanas”. La gallega impone el femenino genérico. Se dirige a su eventual electorado como si estuviera constituido, solo, por féminas. Por eso da gracias a “todas”.
Lo que menos perdonan los españoles es que se pierda el sentido del ridículo. Es lo que le ocurre a nuestra Yolanda (no logro recordar su apellido), cuando ejercita los arabescos de su atrabiliario lenguaje. Vaya por delante que nuestra ilustre gallega confunde la expresión “deber ser” (deseo o imposición moral) con “deber de ser” (probabilidad). Bueno, en esto se corresponde con el hablar de muchos otros altos cargos analfabetos.
Me parece que Yolanda nunca ha sido elegida por nadie para ocupar puestos de cierta solemnidad. En todo caso, ahora, ha logrado ser una especie de “marca blanca” para vender mejor la conjunción “podemismo + sanchismo”, que es la hegemónica. Son curiosas las etiquetas imperativas, tanto la de “Unidas podemos” como la de “Sumar”. Yolanda no funda un nuevo partido, sino una “formación política” como amalgama de una quincena de bandas dispersas.
Una de las delicias del mundo infantil era inventar caprichoso juegos léxicos. Uno muy socorrido consistía en anteponer la voz “ti” a todas las palabras. Así, quedaba “ti tú, ti eres, ti tonto”. La cosa era pasar el rato.
Lo malo es que ese mismo esquema lo replican algunos adultos empingorotados en las situaciones más solemnes. Es el caso de la tal Yolanda, la nueva Venus de la izquierda, la musa del progresismo. No se le conocen ideas propias; así, que se decanta por lo más fácil y atrevido: una forma particular de retórica con perfil aguileño, como su figura. Pretende imponer una jerga un tanto infantiloide. Se viste para la ocasión con trajes vaporosos de alta costura, aunque es la que se estilaba hace un par de generaciones. Es todo un ejemplar de una auténtica lideresa comunista hodierna. Viene a ser como la antítesis de Pasionaria. Ya, que no célebre, se contenta con ser viral.
Yolanda llega a la apoteosis de lo que llaman “lenguaje inclusivo”, aunque, merece designarse como “jerga exclusiva” de las feministas con vocación de soltería. Son las vestales del comunismo de la época del multiverso. ¿Querrán implantar la “dictadura de la proletariada”?
La voluntariosa Yolanda, desde el escabel de su vicepresidencia del Gobierno, no deja de asombrarnos con su desenvoltura léxica. Con gran desparpajo, se refiere a las “autoridadas”, que son las mujeres ensoberbecidas con el mando. Ella mismo proclama su ardiente anhelo de “llegar a ser la señora presidenta de España”, un cargo inexistente. Se ve ungida por ”los mejores y las mejoras”. Está claro que esta deslenguada de postín va camino de presidir la Real Academia Española.
El primer objetivo de la jerga yolandista es acabar con la ignominia del masculino genérico. Empero, no se conforma con el circunloquio de “ciudadanos y ciudadanas”. La gallega impone el femenino genérico. Se dirige a su eventual electorado como si estuviera constituido, solo, por féminas. Por eso da gracias a “todas”.
Lo que menos perdonan los españoles es que se pierda el sentido del ridículo. Es lo que le ocurre a nuestra Yolanda (no logro recordar su apellido), cuando ejercita los arabescos de su atrabiliario lenguaje. Vaya por delante que nuestra ilustre gallega confunde la expresión “deber ser” (deseo o imposición moral) con “deber de ser” (probabilidad). Bueno, en esto se corresponde con el hablar de muchos otros altos cargos analfabetos.
Me parece que Yolanda nunca ha sido elegida por nadie para ocupar puestos de cierta solemnidad. En todo caso, ahora, ha logrado ser una especie de “marca blanca” para vender mejor la conjunción “podemismo + sanchismo”, que es la hegemónica. Son curiosas las etiquetas imperativas, tanto la de “Unidas podemos” como la de “Sumar”. Yolanda no funda un nuevo partido, sino una “formación política” como amalgama de una quincena de bandas dispersas.