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ADOLFO PÉREZ
Durante los dos siglos que siguieron a la muerte de Nicolás Maquiavelo, su memoria soportó ataques despiadados a causa de la confusión existente con dos términos, ambos infamantes: maquiavélico y maquiavelismo. Se le acusó de todos los males políticos habidos y por haber. Pero cabía esperar que los trabajos de los historiadores, entre 1870 y 1914, restablecerían por fin la imagen más exacta de tan discutido personaje. Sin embargo, el sentido profundo de su obra no cesó de ser tergiversado y su figura humana, a fuerza de controversia, se convirtió en sospechosa, hasta que la llegada de 1942 situó al autor y su obra en su verdadera dimensión.
Para adentrarnos en la vida y obra de Maquiavelo conviene exponer primero una somera descripción de la Italia de su época, la Italia del Renacimiento, un auténtico mosaico de pequeños Estados unidos en torno a una ciudad, con querellas y diferencias entre ellos, resueltas con frecuencia por medio de luchas intestinas a cargo de mercenarios. Cinco de aquellos Estados predominaban sobre los demás: Venecia, Milán, Santa Sede, Nápoles y Florencia.
La Serenísima República de Venecia disfrutaba de un poder sólido, al norte de Italia, asentada en la región de Lombardía. El ducado de Milán con las continuas disputas entre los miembros de la familia Sforza por hacerse con el poder. La Santa Sede que dominaba en teoría una amplia zona del centro de Italia. El reino de Nápoles, disputado por los Anjou franceses y los Trastamara aragoneses, cayendo al final bajo el poder de estos últimos. La República de Florencia, que a lo largo del siglo XV buscaba el equilibrio entre la aristocracia y la burguesía. El año 1494 marca un hito en la historia de Italia, que durante cincuenta años se vio inmersa en la política exterior del occidente europeo, de manera especial dentro de la rivalidad entre Francia y España, cuya primera fase de la lucha la inició el rey francés Carlos VIII con su irrupción en el reino de Nápoles, a la que hizo frente el rey aragonés Fernando V el Católico, que aliado con el papa, el Sacro Imperio, Venecia y Milán, hizo replegarse al rey francés.
Y en aquella Italia del siglo XV, el 4 de mayo de 1469 nació en Florencia Nicolás Maquiavelo en el seno de una familia burguesa, que durante varias generaciones estuvo vinculada al gobierno de la ciudad. Sus padres fueron Bernardo Maquiavelo, notario, y su madre Bartolommea Nelli, los cuales tuvieron cuatro hijos. Poco conocidas son su infancia y adolescencia de Nicolás. Su madre y sus dos hermanas mayores, Primerana y Margarita le dieron mucho cariño. Se sabe que en su infancia recibió clases de gramática en casa del maestro Matteo. En la estancia con su padre en la oficina aprendió a llevar los libros de la República. La Enciclopedia Británica lo describe como de complexión media, delgado, de rostro huesudo con frente despejada, ojos penetrantes, labios finos que dibujaban una sonrisa enigmática y pelo negro. Respecto a su persona dice que era un hombre honesto, buen ciudadano y excelente padre. Parece mentira que con ese perfil humano tan favorable su nombre, desde su muerte, lo hayan convertido sus detractores en sinónimo de la maldad y la perfidia. Cuando lo cierto que Nicolás Maquiavelo era amante de la dignidad y la libertad humanas, dotado de una gran fe en el pueblo. Su concepto de la historia era pesimista, llegando a decir que ‘los hombres han tenido siempre las mismas pasiones’; asimismo opinaba que todas las formas de gobierno terminan inevitablemente en la descomposición del Estado.
Cuando tenía 29 años, el 18 de junio de 1498 Nicolás Maquiavelo fue nombrado para el cargo de secretario en la segunda cancillería de Florencia (departamento de asuntos internos), también tenía que colaborar con el primer canciller. De este modo pasó a desempeñar tareas en asuntos extranjeros, especialmente en las diplomáticas. Lo mismo en las tareas administrativas que en las diplomáticas su actividad fue desbordante, lo que no es factible de detallar en el exiguo espacio de un artículo de periódico. Prestando sus servicios al Gobierno florentino, Nicolás Maquiavelo adquirió una decisiva experiencia política para escribir su obra. Su primera embajada fue ante Catalina Sforza, condesa de Imola y Forli, la ‘tigresa de la Romaña’, uno de los personajes más aguerridos del renacimiento italiano. De ella se cuenta la leyenda, al parecer cierta, de que estando en lo más alto de las almenas de la fortaleza de Rivaldino, en Forli, sitiada por tropas enemigas que tenían a sus hijos como rehenes, cuyo jefe la amenazó con matarlos si no entregaba la fortaleza. Entonces ella se subió la falda y señalándose la entrepierna les dijo que los mataran si querían, que ella tenía el ‘instrumento’ para tener más hijos. Catalina Sforza, madre de Juan de Médicis, muy admirado por Maquiavelo, se burló del seducido joven embajador, que humillado en su amor propio fracasó en su misión y con su fracaso Florencia fue la víctima. A partir de la experiencia vivida, Nicolás se guardó de las ‘damas ilustres’ y no volvió a dejarse cautivar por su encanto. Al iniciar se labor como secretario se casó con Marietta Corsini con quien tuvo seis hijos.
En 1499 escribió su importante ‘Discurso’ dirigido al magistrado relativo a Pisa. En dicho escrito aparecen algunos de sus rasgos constantes: el enfoque directo y frío de los asuntos, su rechazo a las medias verdades, aquello de ‘nadar y guardar la ropa’. Siendo siempre la situación de Florencia el objeto de su interés. A partir de 1500 llevó a cabo legaciones a Francia varias veces y lo mismo en Alemania. Eran servicios necesarios para las relaciones exteriores de Florencia en aquella fase compleja de las guerras de Italia en las que él se inclinaba por el modelo francés, aunque reprochaba la barbarie feudal. De gran nivel fueron sus embajadas ante César Borgia (de origen español, valenciano), capitán general del ejército papal, hijo natural del papa Alejandro VI. Al parecer, César Borgia fue su modelo para escribir en 1513 su obra más famosa: ‘El príncipe’.
En 1512 cayó la República de Florencia en poder de los Médicis, que lograron con el apoyo de los españoles. La caída de la República le supuso a Maquiavelo, tras catorce años de una desbordante actividad, la destitución de sus cargos que ya no volvió a recuperar debido a la hostilidad de los Médicis. Acusado de traición fue recluido en prisión y levemente torturado (1513). Tenía cuarenta y tres años en su caída.
Cuando fue puesto en libertad se retiró a su casa rural de Florencia donde escribió su obra más famosa, ’El Príncipe’, clave de su pensamiento político. La obra contiene numerosos consejos (realistas y prácticos, básicamente políticos), que no alcanzó el éxito esperado; mal interpretada durante siglos; Juliano de Médicis, el destinatario, la desdeñó. Maquiavelo no gozó en vida del triunfo de la que sería su obra más famosa, aunque el siguió con sus escritos. A partir de 1520 escribió ‘Historia de Florencia’, ‘El arte de la Guerra’ y ‘La mandrágora’ (planta aromática).
En la etapa final de su vida (1520 – 1527) recuperó el favor de los Médicis. El papa Clemente VII le abrió las puertas de la política, al fin consiguió un cargo al servicio de los Médicis, que pronto cayeron del poder. Su trabajo consistía en revisar las fortificaciones de la ciudad, inspección que se reveló necesaria cuando los florentinos se dieron cuenta de lo muy deficientes que eran las operaciones dirigidas por los mandos militares y la muy deplorable soldadesca que tenían a sus órdenes. Para solucionar el problema se creó un consejo de funcionarios encargados de las murallas de la ciudad, consejo del que Maquiavelo fue nombrado máximo responsable (1526). Pero de nuevo fue acusado de traición, ahora por apoyar a los Médicis, cuando la vez anterior fue acusado de apoyar un golpe de Estado contra los mismos. En 1527, las tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, el ‘saco de Roma’, lo que ocasionó la caída de los Médicis en Florencia y la marginación política de Maquiavelo, que separado de su cargo se refugió en su casa rural de San Casciano in Val de Pesa, su lugar de nacimiento, donde vivió hasta su muerte con los escasos medios económicos que le producían las rentas del campo. Poco tiempo después, el 21 de junio de 1527, con 58 años de edad, víctima de una peritonitis aguda, falleció Nicolás Maquiavelo en el olvido y en total soledad. Su tumba se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.
Por último, recojo lo que el profesor Albert Renner tiene escrito sobre el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo en la ‘Historia Universal Ilustrada de E. TH Rali, y que el lector conforme su opinión sobre tan controvertido personaje. Dice el profesor que Italia fue el país donde quienes detentaron el poder lo impusieron con mayor cinismo. Y allí nació el autor teórico de esa política, el florentino Nicolás Maquiavelo, reflejo del espíritu de su época, profeta evocador de un futuro Estado, pagano y ajeno a los principios del cristianismo. Sus ideas políticas sobre la esencia del Estado las refleja en ‘El príncipe’, las cuales no prevén ninguna clase de poder moral o religioso. Su política se fundamenta en el más absoluto realismo humano, su Estado es absolutamente laico y sus gobernantes no responden ante nadie. Ninguna obra de su tiempo fue más revolucionaria, que a la vez dejó al descubierto una separación total del cristianismo.
Y añade el profesor Renner que Maquiavelo aborrecía la religión de Cristo, a la que culpaba de haber privado al hombre de su dignidad, de no haberle enseñado otra cosa que a sufrir, y, por eso mismo, de haberle hecho débil. Admitía su admiración a César Borgia porque había alcanzado el poder y obtenido la victoria gracias a su carencia total de escrúpulos. En consecuencia, pensaba que el príncipe inteligente debe emplear, cuantas veces lo precise: la mentira, la hipocresía y el régimen de terror, desempeñar lo mismo el papel de hombre que de bestia, y ser, juntamente, león y zorro. Asimismo, le recomienda al príncipe que la religión debe ser sometida a su servicio, que es la forma más segura de someter a los humildes. Sin embargo, junto a este humanismo pagano llevado hasta las últimas consecuencias, se hallaba en acción la reforma luterana, que difundía triunfalmente una seria y profunda explicación del cristianismo.
Bibliografía: Edmond Barincou. ‘Maquiavelo’. Grandes Biografías. SALVAT Editores, S.A. Profesor Albert Renner. ‘De la Reforme Cluniacense a los orígenes de la Edad Moderna’. Historia Universal Ilustrada, E. Th. Rimli.
Para adentrarnos en la vida y obra de Maquiavelo conviene exponer primero una somera descripción de la Italia de su época, la Italia del Renacimiento, un auténtico mosaico de pequeños Estados unidos en torno a una ciudad, con querellas y diferencias entre ellos, resueltas con frecuencia por medio de luchas intestinas a cargo de mercenarios. Cinco de aquellos Estados predominaban sobre los demás: Venecia, Milán, Santa Sede, Nápoles y Florencia.
La Serenísima República de Venecia disfrutaba de un poder sólido, al norte de Italia, asentada en la región de Lombardía. El ducado de Milán con las continuas disputas entre los miembros de la familia Sforza por hacerse con el poder. La Santa Sede que dominaba en teoría una amplia zona del centro de Italia. El reino de Nápoles, disputado por los Anjou franceses y los Trastamara aragoneses, cayendo al final bajo el poder de estos últimos. La República de Florencia, que a lo largo del siglo XV buscaba el equilibrio entre la aristocracia y la burguesía. El año 1494 marca un hito en la historia de Italia, que durante cincuenta años se vio inmersa en la política exterior del occidente europeo, de manera especial dentro de la rivalidad entre Francia y España, cuya primera fase de la lucha la inició el rey francés Carlos VIII con su irrupción en el reino de Nápoles, a la que hizo frente el rey aragonés Fernando V el Católico, que aliado con el papa, el Sacro Imperio, Venecia y Milán, hizo replegarse al rey francés.
Y en aquella Italia del siglo XV, el 4 de mayo de 1469 nació en Florencia Nicolás Maquiavelo en el seno de una familia burguesa, que durante varias generaciones estuvo vinculada al gobierno de la ciudad. Sus padres fueron Bernardo Maquiavelo, notario, y su madre Bartolommea Nelli, los cuales tuvieron cuatro hijos. Poco conocidas son su infancia y adolescencia de Nicolás. Su madre y sus dos hermanas mayores, Primerana y Margarita le dieron mucho cariño. Se sabe que en su infancia recibió clases de gramática en casa del maestro Matteo. En la estancia con su padre en la oficina aprendió a llevar los libros de la República. La Enciclopedia Británica lo describe como de complexión media, delgado, de rostro huesudo con frente despejada, ojos penetrantes, labios finos que dibujaban una sonrisa enigmática y pelo negro. Respecto a su persona dice que era un hombre honesto, buen ciudadano y excelente padre. Parece mentira que con ese perfil humano tan favorable su nombre, desde su muerte, lo hayan convertido sus detractores en sinónimo de la maldad y la perfidia. Cuando lo cierto que Nicolás Maquiavelo era amante de la dignidad y la libertad humanas, dotado de una gran fe en el pueblo. Su concepto de la historia era pesimista, llegando a decir que ‘los hombres han tenido siempre las mismas pasiones’; asimismo opinaba que todas las formas de gobierno terminan inevitablemente en la descomposición del Estado.
Cuando tenía 29 años, el 18 de junio de 1498 Nicolás Maquiavelo fue nombrado para el cargo de secretario en la segunda cancillería de Florencia (departamento de asuntos internos), también tenía que colaborar con el primer canciller. De este modo pasó a desempeñar tareas en asuntos extranjeros, especialmente en las diplomáticas. Lo mismo en las tareas administrativas que en las diplomáticas su actividad fue desbordante, lo que no es factible de detallar en el exiguo espacio de un artículo de periódico. Prestando sus servicios al Gobierno florentino, Nicolás Maquiavelo adquirió una decisiva experiencia política para escribir su obra. Su primera embajada fue ante Catalina Sforza, condesa de Imola y Forli, la ‘tigresa de la Romaña’, uno de los personajes más aguerridos del renacimiento italiano. De ella se cuenta la leyenda, al parecer cierta, de que estando en lo más alto de las almenas de la fortaleza de Rivaldino, en Forli, sitiada por tropas enemigas que tenían a sus hijos como rehenes, cuyo jefe la amenazó con matarlos si no entregaba la fortaleza. Entonces ella se subió la falda y señalándose la entrepierna les dijo que los mataran si querían, que ella tenía el ‘instrumento’ para tener más hijos. Catalina Sforza, madre de Juan de Médicis, muy admirado por Maquiavelo, se burló del seducido joven embajador, que humillado en su amor propio fracasó en su misión y con su fracaso Florencia fue la víctima. A partir de la experiencia vivida, Nicolás se guardó de las ‘damas ilustres’ y no volvió a dejarse cautivar por su encanto. Al iniciar se labor como secretario se casó con Marietta Corsini con quien tuvo seis hijos.
En 1499 escribió su importante ‘Discurso’ dirigido al magistrado relativo a Pisa. En dicho escrito aparecen algunos de sus rasgos constantes: el enfoque directo y frío de los asuntos, su rechazo a las medias verdades, aquello de ‘nadar y guardar la ropa’. Siendo siempre la situación de Florencia el objeto de su interés. A partir de 1500 llevó a cabo legaciones a Francia varias veces y lo mismo en Alemania. Eran servicios necesarios para las relaciones exteriores de Florencia en aquella fase compleja de las guerras de Italia en las que él se inclinaba por el modelo francés, aunque reprochaba la barbarie feudal. De gran nivel fueron sus embajadas ante César Borgia (de origen español, valenciano), capitán general del ejército papal, hijo natural del papa Alejandro VI. Al parecer, César Borgia fue su modelo para escribir en 1513 su obra más famosa: ‘El príncipe’.
En 1512 cayó la República de Florencia en poder de los Médicis, que lograron con el apoyo de los españoles. La caída de la República le supuso a Maquiavelo, tras catorce años de una desbordante actividad, la destitución de sus cargos que ya no volvió a recuperar debido a la hostilidad de los Médicis. Acusado de traición fue recluido en prisión y levemente torturado (1513). Tenía cuarenta y tres años en su caída.
Cuando fue puesto en libertad se retiró a su casa rural de Florencia donde escribió su obra más famosa, ’El Príncipe’, clave de su pensamiento político. La obra contiene numerosos consejos (realistas y prácticos, básicamente políticos), que no alcanzó el éxito esperado; mal interpretada durante siglos; Juliano de Médicis, el destinatario, la desdeñó. Maquiavelo no gozó en vida del triunfo de la que sería su obra más famosa, aunque el siguió con sus escritos. A partir de 1520 escribió ‘Historia de Florencia’, ‘El arte de la Guerra’ y ‘La mandrágora’ (planta aromática).
En la etapa final de su vida (1520 – 1527) recuperó el favor de los Médicis. El papa Clemente VII le abrió las puertas de la política, al fin consiguió un cargo al servicio de los Médicis, que pronto cayeron del poder. Su trabajo consistía en revisar las fortificaciones de la ciudad, inspección que se reveló necesaria cuando los florentinos se dieron cuenta de lo muy deficientes que eran las operaciones dirigidas por los mandos militares y la muy deplorable soldadesca que tenían a sus órdenes. Para solucionar el problema se creó un consejo de funcionarios encargados de las murallas de la ciudad, consejo del que Maquiavelo fue nombrado máximo responsable (1526). Pero de nuevo fue acusado de traición, ahora por apoyar a los Médicis, cuando la vez anterior fue acusado de apoyar un golpe de Estado contra los mismos. En 1527, las tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, el ‘saco de Roma’, lo que ocasionó la caída de los Médicis en Florencia y la marginación política de Maquiavelo, que separado de su cargo se refugió en su casa rural de San Casciano in Val de Pesa, su lugar de nacimiento, donde vivió hasta su muerte con los escasos medios económicos que le producían las rentas del campo. Poco tiempo después, el 21 de junio de 1527, con 58 años de edad, víctima de una peritonitis aguda, falleció Nicolás Maquiavelo en el olvido y en total soledad. Su tumba se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.
Por último, recojo lo que el profesor Albert Renner tiene escrito sobre el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo en la ‘Historia Universal Ilustrada de E. TH Rali, y que el lector conforme su opinión sobre tan controvertido personaje. Dice el profesor que Italia fue el país donde quienes detentaron el poder lo impusieron con mayor cinismo. Y allí nació el autor teórico de esa política, el florentino Nicolás Maquiavelo, reflejo del espíritu de su época, profeta evocador de un futuro Estado, pagano y ajeno a los principios del cristianismo. Sus ideas políticas sobre la esencia del Estado las refleja en ‘El príncipe’, las cuales no prevén ninguna clase de poder moral o religioso. Su política se fundamenta en el más absoluto realismo humano, su Estado es absolutamente laico y sus gobernantes no responden ante nadie. Ninguna obra de su tiempo fue más revolucionaria, que a la vez dejó al descubierto una separación total del cristianismo.
Y añade el profesor Renner que Maquiavelo aborrecía la religión de Cristo, a la que culpaba de haber privado al hombre de su dignidad, de no haberle enseñado otra cosa que a sufrir, y, por eso mismo, de haberle hecho débil. Admitía su admiración a César Borgia porque había alcanzado el poder y obtenido la victoria gracias a su carencia total de escrúpulos. En consecuencia, pensaba que el príncipe inteligente debe emplear, cuantas veces lo precise: la mentira, la hipocresía y el régimen de terror, desempeñar lo mismo el papel de hombre que de bestia, y ser, juntamente, león y zorro. Asimismo, le recomienda al príncipe que la religión debe ser sometida a su servicio, que es la forma más segura de someter a los humildes. Sin embargo, junto a este humanismo pagano llevado hasta las últimas consecuencias, se hallaba en acción la reforma luterana, que difundía triunfalmente una seria y profunda explicación del cristianismo.
Bibliografía: Edmond Barincou. ‘Maquiavelo’. Grandes Biografías. SALVAT Editores, S.A. Profesor Albert Renner. ‘De la Reforme Cluniacense a los orígenes de la Edad Moderna’. Historia Universal Ilustrada, E. Th. Rimli.