.. |
ADOLFO PÉREZ
A lo largo de la historia de la humanidad han sido numerosos los viajes de circunnavegación - los llamados periplos - alrededor de un continente o del mundo del que se tenían noticias, viajes realizados desde la más lejana antigüedad hasta tiempos relativamente cercanos, cuyo fascinante relato ocupa un lugar apreciable en el relato histórico. Se trataba de una navegación precaria a base de pequeños navíos de vela pilotados por expertos marinos. De la lejana antigüedad destaca el periplo de Alejandro Magno, que en sus campañas militares desde Macedonia hasta la India abrió el mundo oriental al conocimiento heleno (336 – 324 a. C.). Y en la Edad Media el honor recayó en el veneciano Marco Polo por su viaje de 24 años por China (1271 – 1295).
La Venecia del siglo XIII en la que nació Marco Polo en el año 1254, era una gran ciudad de unos cien mil habitantes, cantidad muy importante para aquella época, una de las más poderosas de la Europa medieval. Venecia fue una potencia marítima del Mediterráneo lo que le supuso disfrutar de una floreciente economía, apoyada en una artesanía próspera, con una clase dominante formada por los gremios que controlaban las finanzas: jueces y notarios; cambistas y grandes comerciantes; boticarios y médicos; tejedores, merceros y peleteros. La artesanía producía mucho dinero y la gran burguesía aprendió a invertirlo, acuñando moneda de oro como garantía. Pero lo fundamental para el auge económico fue el comercio lejano. Las ciudades italianas se hicieron con el comercio en el Mediterráneo oriental y en el próximo y lejano Oriente. Todavía hoy perduran telas como el damasco (de Damasco, Siria), la muselina (de Mosul, ciudad de Irak) y la gasa (de Gaza, ciudad de la Franja de Gaza), que recuerdan esa edad de oro italiano.
Fue en este escenario de la ciudad de los canales, con ese ambiente tan mercantil y de viajes a Oriente donde se crio Marco Polo, que no tuvo más remedio que despertar en él el deseo de viajar y conocer el Oriente exótico asiático. Algo parecido debió ocurrir doscientos años después con Cristóbal Colón, cuando su padre puso una taberna en el puerto de Génova, ciudad marítima, cuyos barcos navegaban por todo el mar Mediterráneo, que incluso se adentraban en el Mar Tenebroso (Atlántico) para comerciar con Flandes. En ese ambiente de marineros en la taberna de su padre en el puerto genovés transcurría la vida de Cristóbal Colón, que siendo casi un niño se enroló como grumete en un barco, llegando a ser un experto marino. Es probable que a ambos sus vivencias juveniles les despertaran sus ideales, a uno viajar por el mundo oriental (Marco Polo) y al otro (Cristóbal Colón) la navegación para llegar a Asia por la ruta de Occidente.
Marco Polo tenía diecisiete años cuando en 1271 dejó su casa de Venecia y embarcó junto a su padre, Nicolás, y su tío, Mateo Polo, rumbo al este. Veinticuatro años después volvió a instalarse en su ciudad convertido en un noble rico. A la vuelta de su periplo contó la odisea de aquellos años en su “Libro de las maravillas del mundo”, unas memorias sensacionales en la historia de los conocimientos geográficos que Marco le dictó en la cárcel al escritor Rustichello de Pisa con el que se encontró en la cárcel a raíz de la batalla librada entre venecianos y genoveses frente a la isla de Kórchula (en la actual Croacia), en la que Marco Polo fue apresado y llevado a la cárcel de Génova. El libro se convirtió pronto en uno de los más vendidos de la Europa medieval, por supuesto que también en España. Dicen los expertos que es el libro de viajes más vendido de la historia, no en balde se trata de un viaje que duró tantos años, cuya reseña nos brinda ahora el escritor Jo Martín.
Marco cuenta en su libro que once años antes de su partida con su padre y su tío, estos viajaron a Turquía donde el imperio selyúcida se desintegraba ante la invasión de los mongoles, y se dieron cuenta de que era un buen momento para los negocios, pues a través de los pasos de la cordillera del Karakórum los mongoles llevaban magníficas sedas, joyas y otras mercaderías que interesaban a los hermanos Polo para venderlas en Venecia. (La cordillera del Karakórum está situada entre la India, Pakistán y China y su longitud se aproxima a los 500 kilómetros.) También se dieron cuenta los hermanos que cuanto más se adentraban hacia el este los precios de las mercaderías cada vez eran más baratos, así es que, paso a paso, el camino les llevó hasta Bujará (Asia central) donde residía Kublai Kham, emperador del imperio chino, gran señor de todos los tártaros, descendiente directo de Gengis Kham, que los llamó e intimó con ellos y después de tres años les permitió regresar con la promesa de que hablarían con el papa para que les enviara cien sabios que enseñaran la doctrina católica, aunque él practicaba la religión budista y nestoriana (doctrina que considera que en Cristo hay dos personas distintas, una divina y otra humana), pero su madre se había convertido al cristianismo y deseaba que le trajeran aceite de la lámpara del sepulcro de Cristo. Los hermanos prometieron volver con los encargos del gran Khan.
Como ya se ha dicho, en el año 1271 el joven Marco Polo partió hacia Oriente con su padre y su tío, con ellos llevaban a dos frailes dominicos en vez de los cien sabios pedidos por Kublai Kham, los cuales tuvieron miedo y regresaron. Ya embarcado Marco con su padre y su tío, enseguida dio muestras de su gran habilidad como comerciante, pero ante todo como diplomático. Salía airoso de cualquier problema sin utilizar otra arma que la palabra. En Jerusalén recogieron el aceite pedido por el gran Kham del sepulcro de Jesús y ya se introdujeron en la Asia profunda, donde pocos europeos habían llegado. Cuando los vientos, las temperaturas extremas, el hambre, la sed y otras calamidades que brindaban caminos como la vía del Karakórum (luego llamada ruta de la seda) o el desierto de Taklamakán, el de la muerte, Nicolás contaba a su hijo lo que había aprendido en el viaje anterior, interesándole en las cosas que podían comprar y vender con un buen beneficio, como era la seda. La seda, que al parecer nació en el año 2675 antes de Cristo cuando la emperatriz china Si Ling – chi observó la facilidad con la que se tejían los hilos de los capullos formados en las moreras por las mariposas de los gusanos de seda.
Cuando los tres Polo, después de dos años en Venecia y tres de viaje, llegaron a la corte del gran Khan, éste los recibió con alborozo, aunque sorprendido por la tardanza. Los tres se arrodillaron, luego se humillaron con el cuerpo extendido en el suelo y la frente hundida en el piso, pero el gran Kham les requirió para que se levantaran y le hablaran puestos en pie. Así fue el comienzo de una gran amistad que duró diecisiete años. Marco conocía el árabe, el turco, el persa, el mongol, aunque no el chino, que no fue obstáculo para que Kublai le confiara misiones de diplomacia, inspección, control, gobernación, incluso el cobro de impuestos en territorios lejanos como la India y el Tíbet. No se conocen los detalles de la vida de Marco Polo en el tiempo que estuvo con el gran mogol. Los viajes que hizo le permitieron conocer grandes extensiones de Asia, así como la cultura y las costumbres de China, entonces en pleno apogeo. Mientras, su padre y su tío se dedicaban a los negocios, a la vez que actuaban como consejeros de Kublai Kham.
En la orilla del mar de Omán presagiaba que su vuelta a Venecia estaba cerca. Echando la vista atrás pensaba que diecisiete años al servicio de Kublai Kham dieron para mucho, no solo desveló el misterio de grandes paisajes o de ciudades populosas como Quinsai, su favorita, a la que describió como la más espléndida y suntuosa de cuantas había conocido, a la que no le faltaba de nada, con sus bellas cortesanas. También describió en su libro la vida cotidiana de los chinos, sus costumbres, las plantas, las especias, árboles y animales desconocidos, la xilografía, dos siglos antes de que en Europa se inventara la imprenta, el uso de billetes fabricados con la corteza interior de la morera, el correo y las postas. La higiene pública, las tasas municipales, los bomberos, un líquido oleaginoso y oscuro que una vez prendido no se apagaba (el petróleo) o una piedra negra y dura que ardía como la madera (era el carbón mineral). Todo esto lo vio Marco Polo con sus propios ojos y lo disfrutó en persona. Sin embargo, no han faltado historiadores que han sembrado de dudas la llegada de Marco Polo a China, dudas que se han desechado por no ajustarse a la realidad, entre ellas la de no haberse referido en su libro a la Gran Muralla, sin darse cuenta que hasta el año 1449 no se iniciaron las obras de las partes más espectaculares.
Marco Polo, en su “Libros de las maravillas” habla varias veces de las especias, incluso cuenta cómo las utilizaban. Hay que tener presente que el comercio de las especias, desde siempre, fue una actividad humana fundamental en occidente. Las especias se cultivaban en oriente y de allí había que traerlas en la época medieval. Formaban parte de la riqueza imperial China, siendo Marco Polo el primer comerciante que las trajo a Europa. Eran básicas para la nutrición, como condimento para los alimentos y conservante de los mismos en las zonas y temporadas cálidas. También se utilizaban como medicina natural y para fabricar productos de perfumería. Eran un artículo de lujo, pues el transporte de tierras lejanas las encarecía mucho. Marco Polo nombra las siguientes: almizcle, canela, jengibre, cinamomo, pimienta blanca y negra, nuez moscada, galanga, azufaifas, clavo, alcanfor, bergí, sándalo bermejo, nueces de Indias y benjuí amarillento.
Asimismo, referido al petróleo dice que “en la zona limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia, de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es comestible, pero sí combustible y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el forúnculo. Y los hombres vienen desde muy lejos a recoger este aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia”. Era el petróleo, en una de las zonas más ricas en yacimientos.
Los Polo le habían pedido muchas veces a Kublai que les permitiera volver a Venecia, pero el khan siempre se había negado. Sin embargo, hubo una oportunidad cuando Marco se enteró de que el anciano Arghun, khan de los tártaros de Persia, había enviudado y le pedía a Kublai que escogiera entre su familia una princesa para que ocupara el lugar de su esposa. La joven Cocachín, hermosa princesa de diecisiete años fue la elegida, ocasión que aprovechó Marco Polo para proponer a Kublai acompañarla y protegerla en tal largo viaje, Kublai aceptó para lo que se preparó una flota de catorce navíos que navegó hasta Ormuz, llegando por tierra al palacio de Arghun, que ya había fallecido. La princesa se casó con el heredero del khan y así Cocachín se convirtió en emperatriz.
Marco Polo, su padre y su tío llegaron a Venecia en 1295. Después de veinticuatro años de ausencia a nadie conocían y tenían muchas dificultades para hablar y entender el idioma. Cuando llegaron a su casa, y debido a su mal aspecto vestidos de harapos, fueron tratados como mendigos y no los recibieron, pero cuando sacaron las hermosas joyas que llevaban escondidas debajo de la ropa y mostraron la carga de mercancías que tenían en los navíos del puerto: sedas, cerámica, objetos de oro, plata y bronce, especias y otras mercancías de gran valor, todo cambió y entonces se celebraron fiestas familiares. De este modo la familia Polo entró en la clase alta de Venecia. Marco se casó con la noble Donata Badoer con la que tuvo tres hijas. Murió el 8 de enero de 1324.
La Venecia del siglo XIII en la que nació Marco Polo en el año 1254, era una gran ciudad de unos cien mil habitantes, cantidad muy importante para aquella época, una de las más poderosas de la Europa medieval. Venecia fue una potencia marítima del Mediterráneo lo que le supuso disfrutar de una floreciente economía, apoyada en una artesanía próspera, con una clase dominante formada por los gremios que controlaban las finanzas: jueces y notarios; cambistas y grandes comerciantes; boticarios y médicos; tejedores, merceros y peleteros. La artesanía producía mucho dinero y la gran burguesía aprendió a invertirlo, acuñando moneda de oro como garantía. Pero lo fundamental para el auge económico fue el comercio lejano. Las ciudades italianas se hicieron con el comercio en el Mediterráneo oriental y en el próximo y lejano Oriente. Todavía hoy perduran telas como el damasco (de Damasco, Siria), la muselina (de Mosul, ciudad de Irak) y la gasa (de Gaza, ciudad de la Franja de Gaza), que recuerdan esa edad de oro italiano.
Fue en este escenario de la ciudad de los canales, con ese ambiente tan mercantil y de viajes a Oriente donde se crio Marco Polo, que no tuvo más remedio que despertar en él el deseo de viajar y conocer el Oriente exótico asiático. Algo parecido debió ocurrir doscientos años después con Cristóbal Colón, cuando su padre puso una taberna en el puerto de Génova, ciudad marítima, cuyos barcos navegaban por todo el mar Mediterráneo, que incluso se adentraban en el Mar Tenebroso (Atlántico) para comerciar con Flandes. En ese ambiente de marineros en la taberna de su padre en el puerto genovés transcurría la vida de Cristóbal Colón, que siendo casi un niño se enroló como grumete en un barco, llegando a ser un experto marino. Es probable que a ambos sus vivencias juveniles les despertaran sus ideales, a uno viajar por el mundo oriental (Marco Polo) y al otro (Cristóbal Colón) la navegación para llegar a Asia por la ruta de Occidente.
Marco Polo tenía diecisiete años cuando en 1271 dejó su casa de Venecia y embarcó junto a su padre, Nicolás, y su tío, Mateo Polo, rumbo al este. Veinticuatro años después volvió a instalarse en su ciudad convertido en un noble rico. A la vuelta de su periplo contó la odisea de aquellos años en su “Libro de las maravillas del mundo”, unas memorias sensacionales en la historia de los conocimientos geográficos que Marco le dictó en la cárcel al escritor Rustichello de Pisa con el que se encontró en la cárcel a raíz de la batalla librada entre venecianos y genoveses frente a la isla de Kórchula (en la actual Croacia), en la que Marco Polo fue apresado y llevado a la cárcel de Génova. El libro se convirtió pronto en uno de los más vendidos de la Europa medieval, por supuesto que también en España. Dicen los expertos que es el libro de viajes más vendido de la historia, no en balde se trata de un viaje que duró tantos años, cuya reseña nos brinda ahora el escritor Jo Martín.
Marco cuenta en su libro que once años antes de su partida con su padre y su tío, estos viajaron a Turquía donde el imperio selyúcida se desintegraba ante la invasión de los mongoles, y se dieron cuenta de que era un buen momento para los negocios, pues a través de los pasos de la cordillera del Karakórum los mongoles llevaban magníficas sedas, joyas y otras mercaderías que interesaban a los hermanos Polo para venderlas en Venecia. (La cordillera del Karakórum está situada entre la India, Pakistán y China y su longitud se aproxima a los 500 kilómetros.) También se dieron cuenta los hermanos que cuanto más se adentraban hacia el este los precios de las mercaderías cada vez eran más baratos, así es que, paso a paso, el camino les llevó hasta Bujará (Asia central) donde residía Kublai Kham, emperador del imperio chino, gran señor de todos los tártaros, descendiente directo de Gengis Kham, que los llamó e intimó con ellos y después de tres años les permitió regresar con la promesa de que hablarían con el papa para que les enviara cien sabios que enseñaran la doctrina católica, aunque él practicaba la religión budista y nestoriana (doctrina que considera que en Cristo hay dos personas distintas, una divina y otra humana), pero su madre se había convertido al cristianismo y deseaba que le trajeran aceite de la lámpara del sepulcro de Cristo. Los hermanos prometieron volver con los encargos del gran Khan.
Como ya se ha dicho, en el año 1271 el joven Marco Polo partió hacia Oriente con su padre y su tío, con ellos llevaban a dos frailes dominicos en vez de los cien sabios pedidos por Kublai Kham, los cuales tuvieron miedo y regresaron. Ya embarcado Marco con su padre y su tío, enseguida dio muestras de su gran habilidad como comerciante, pero ante todo como diplomático. Salía airoso de cualquier problema sin utilizar otra arma que la palabra. En Jerusalén recogieron el aceite pedido por el gran Kham del sepulcro de Jesús y ya se introdujeron en la Asia profunda, donde pocos europeos habían llegado. Cuando los vientos, las temperaturas extremas, el hambre, la sed y otras calamidades que brindaban caminos como la vía del Karakórum (luego llamada ruta de la seda) o el desierto de Taklamakán, el de la muerte, Nicolás contaba a su hijo lo que había aprendido en el viaje anterior, interesándole en las cosas que podían comprar y vender con un buen beneficio, como era la seda. La seda, que al parecer nació en el año 2675 antes de Cristo cuando la emperatriz china Si Ling – chi observó la facilidad con la que se tejían los hilos de los capullos formados en las moreras por las mariposas de los gusanos de seda.
Cuando los tres Polo, después de dos años en Venecia y tres de viaje, llegaron a la corte del gran Khan, éste los recibió con alborozo, aunque sorprendido por la tardanza. Los tres se arrodillaron, luego se humillaron con el cuerpo extendido en el suelo y la frente hundida en el piso, pero el gran Kham les requirió para que se levantaran y le hablaran puestos en pie. Así fue el comienzo de una gran amistad que duró diecisiete años. Marco conocía el árabe, el turco, el persa, el mongol, aunque no el chino, que no fue obstáculo para que Kublai le confiara misiones de diplomacia, inspección, control, gobernación, incluso el cobro de impuestos en territorios lejanos como la India y el Tíbet. No se conocen los detalles de la vida de Marco Polo en el tiempo que estuvo con el gran mogol. Los viajes que hizo le permitieron conocer grandes extensiones de Asia, así como la cultura y las costumbres de China, entonces en pleno apogeo. Mientras, su padre y su tío se dedicaban a los negocios, a la vez que actuaban como consejeros de Kublai Kham.
En la orilla del mar de Omán presagiaba que su vuelta a Venecia estaba cerca. Echando la vista atrás pensaba que diecisiete años al servicio de Kublai Kham dieron para mucho, no solo desveló el misterio de grandes paisajes o de ciudades populosas como Quinsai, su favorita, a la que describió como la más espléndida y suntuosa de cuantas había conocido, a la que no le faltaba de nada, con sus bellas cortesanas. También describió en su libro la vida cotidiana de los chinos, sus costumbres, las plantas, las especias, árboles y animales desconocidos, la xilografía, dos siglos antes de que en Europa se inventara la imprenta, el uso de billetes fabricados con la corteza interior de la morera, el correo y las postas. La higiene pública, las tasas municipales, los bomberos, un líquido oleaginoso y oscuro que una vez prendido no se apagaba (el petróleo) o una piedra negra y dura que ardía como la madera (era el carbón mineral). Todo esto lo vio Marco Polo con sus propios ojos y lo disfrutó en persona. Sin embargo, no han faltado historiadores que han sembrado de dudas la llegada de Marco Polo a China, dudas que se han desechado por no ajustarse a la realidad, entre ellas la de no haberse referido en su libro a la Gran Muralla, sin darse cuenta que hasta el año 1449 no se iniciaron las obras de las partes más espectaculares.
Marco Polo, en su “Libros de las maravillas” habla varias veces de las especias, incluso cuenta cómo las utilizaban. Hay que tener presente que el comercio de las especias, desde siempre, fue una actividad humana fundamental en occidente. Las especias se cultivaban en oriente y de allí había que traerlas en la época medieval. Formaban parte de la riqueza imperial China, siendo Marco Polo el primer comerciante que las trajo a Europa. Eran básicas para la nutrición, como condimento para los alimentos y conservante de los mismos en las zonas y temporadas cálidas. También se utilizaban como medicina natural y para fabricar productos de perfumería. Eran un artículo de lujo, pues el transporte de tierras lejanas las encarecía mucho. Marco Polo nombra las siguientes: almizcle, canela, jengibre, cinamomo, pimienta blanca y negra, nuez moscada, galanga, azufaifas, clavo, alcanfor, bergí, sándalo bermejo, nueces de Indias y benjuí amarillento.
Asimismo, referido al petróleo dice que “en la zona limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia, de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es comestible, pero sí combustible y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el forúnculo. Y los hombres vienen desde muy lejos a recoger este aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia”. Era el petróleo, en una de las zonas más ricas en yacimientos.
Los Polo le habían pedido muchas veces a Kublai que les permitiera volver a Venecia, pero el khan siempre se había negado. Sin embargo, hubo una oportunidad cuando Marco se enteró de que el anciano Arghun, khan de los tártaros de Persia, había enviudado y le pedía a Kublai que escogiera entre su familia una princesa para que ocupara el lugar de su esposa. La joven Cocachín, hermosa princesa de diecisiete años fue la elegida, ocasión que aprovechó Marco Polo para proponer a Kublai acompañarla y protegerla en tal largo viaje, Kublai aceptó para lo que se preparó una flota de catorce navíos que navegó hasta Ormuz, llegando por tierra al palacio de Arghun, que ya había fallecido. La princesa se casó con el heredero del khan y así Cocachín se convirtió en emperatriz.
Marco Polo, su padre y su tío llegaron a Venecia en 1295. Después de veinticuatro años de ausencia a nadie conocían y tenían muchas dificultades para hablar y entender el idioma. Cuando llegaron a su casa, y debido a su mal aspecto vestidos de harapos, fueron tratados como mendigos y no los recibieron, pero cuando sacaron las hermosas joyas que llevaban escondidas debajo de la ropa y mostraron la carga de mercancías que tenían en los navíos del puerto: sedas, cerámica, objetos de oro, plata y bronce, especias y otras mercancías de gran valor, todo cambió y entonces se celebraron fiestas familiares. De este modo la familia Polo entró en la clase alta de Venecia. Marco se casó con la noble Donata Badoer con la que tuvo tres hijas. Murió el 8 de enero de 1324.