Principal garante de la teoría del estado en El Argar y de la aplicación de técnicas de geoarqueología a la investigación de la prehistoria, el profesor Oswaldo Arteaga ha trabajado en numerosos yacimientos de la Edad del Bronce, fundamentalmente en Fuente Álamo y El Argar.
A la izquierda, Oswaldo Arteaga cambia impresiones con el profesor Schubart ante una tumba en Fuente Álamo. Foto de Michael Kunst, gentileza del Instituto Arqueológico Alemán. 1979-120.
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ALMERÍA HOY / 25·08·2019
La impresión que deja la conversación con el profesor venezolano Oswaldo Arteaga no es únicamente la de haber entrevistado a un arqueólogo con cinco décadas de excavaciones a sus espaldas, sobre todo en yacimientos relacionados con el bronce y el mundo argárico. No es sólo la de haber estado ante una de los referentes en la investigación de la edad de los metales en el sudeste ibérico, por mucho que pretenda ocultar su inmensa humanidad tras la del Dr. Schubart, y de la enseñanza de la prehistoria desde su cátedra en la Universidad de Sevilla. Uno queda con la sensación de haber estado frente a una auténtica fuerza de la naturaleza, ante un vendaval de ideas o un océano nada pacífico de conceptos y propuestas.
Él mismo se define con unas breves, pero contundentes, pinceladas: “Yo, aunque sea indio, nunca me he puesto en fila india. Soy, por naturaleza, un opositor, pero una persona dialogante. Escucharé siempre tus argumentos sin que eso signifique, necesariamente, que me vayas a convencer. Es posible que yo te convenza utilizando tus propias explicaciones. Escuchar, pero partir siempre de una visión crítica de las cosas. Ser independiente es difícil, pero me legitima para poder decir no estoy de acuerdo.”
“No podemos creernos el ombligo del mundo, pero sí que hay que tomar postura. Tomar postura es necesario”, dice y, en consecuencia, la toma “El Argar no se puede estar buscando fuera de Antas y fuera de El Argar, debe ser la motivación para una mentalización colectiva y que todos a una empujen para poner en valor el sitio que ha dado nombre a toda una cultura. No veo la necesidad de cambiar ese nombre, entraríamos en una guerra nefasta ¿le vamos a llamar cultura de La Bastida, le vamos a llamar cultura de Monachil? Se nos adelantaron Siret y Pedro Flores y le colocaron ese nombre precisamente ellos, que habían excavado en casi todos los sitios del ámbito de esta cultura, porque observaron la singularidad del sitio y de su entorno.”
“En el territorio abarcado por lo que llamamos Cultura Micénica, existe Pilos, Argos, Tirinto, existen diversos centros de poder y, de la misma manera, aquí se puede plantear que desde Alicante hasta Salobreña y el límite de la provincia de Jaén con Ciudad Real existe una unidad cultural que llamamos cultura de El Argar. No veo la necesidad de cambiar el nombre y del mismo modo que Micenas existe, Pilos existe, Tirinto existe pero sólo Micenas es Micenas, existe Cultura Argárica en Orihuela, en La Bastida, en diversos puntos de Granada, Jaén, Murcia… existen una variedad de centros que se conocen como centros argáricos pero sólo El Argar es El Argar y está en Antas. Aquí, como en la cultura hitita, o la cultura micénica, contemplamos una serie de ciudades como centro de un poder territorial que abarcan una extensión de entre quince y treinta hectáreas, y eso existe aquí, tenemos un patrón de asentamiento tipo Argar único en su planta y, aparte de Gatas, aparte de Fuente Álamo, aparte de El Oficio, hay una estructura de territorio. El hecho de que se excave ahora en La Bastida, únicamente denota que hasta ahora allí no se había agenciado una voluntad, sea de tipo político o económico, ambas son necesarias, para que eso se ponga en valor y en otros sitios tendrá que ocurrir lo mismo, pero cada yacimiento habrá de tener su casuística y su gestión particular y la promoción tendrá que hacerse contando con lo que se tiene y con lo que se quiera poner en valor.”
“Las prospecciones geoarquológicas nos han permitido averiguar que El Argar es mucho más marítimo de lo que parece a simple vista y desde Puerto Rey y el espolón de Garrucha, existía un estuario, que hoy vemos como rambla seca, que impedía la existencia de mareas dinámicas, es, decir, constituía un puerto natural y una actividad portuaria exactamente igual que ha ocurrido con la bahía de Troya. Eso es lo que ha hecho la Universidad de Tubingen en investigaciones recientes y lo que se ha hecho con respecto a Macedonia en Kastanas, cuando se investigó la línea de costas. El paisaje ha cambiado y hay que mentalizarse que la naturaleza que hoy vemos no es la misma que existió en aquellos tiempos. Hay que dimensionar el concepto de territorio también, desde otras perspectivas, no sólo desde una perspectiva antrópica, sino, además, de sobre cómo y porqué se montó una estrategia para ese modo de vida, reinventaron, si cabe, la lectura de los conceptos agrícolas, de los conceptos ganaderos e integraron los conceptos mineros y metalúrgicos. Cada avance debe conducirnos a una relectura del pasado, de cómo lo interpretaron y explicaron desde el siglo XIX y tener en cuenta cómo ha sido el propio proceso de investigación. Pongo como hito el congreso de 1984 de homenaje a Siret, allí hubo la posibilidad de traer a una mesa de debate los distintos enfoques que hasta mediados del siglo pasado estaban vigentes y que, naturalmente, obligaron a una revisión epistemológica de los conceptos que veníamos manejando desde los tiempos de Siret, sin desmerecimiento de lo que en su época corresponda a cada investigación. Estamos en el siglo XXI, no podemos analizar eso desde la perspectiva de Siret, ahora las discusiones han pasado a debatir desde la perspectiva de la arqueología social los conceptos de territorio y estado, lo que era impensable antes del 84.”
Cuando habla del cambio de perspectiva que supuso el descubrimiento de El Argar como estado, el primero de este lado del Mediterráneo, el profesor Arteaga, cuyos trabajos de investigación en nuestra comarca tanto contribuyeron a la argumentación de esa teoría, lo hace desde el rigor, pero, también, desde la emoción “remontamos el origen y formación de ese tipo de sociedades complejas en cuanto que estratificadas en clases sociales que, el mero hecho de existir, implican que haya una organización estatal, que no tiene por qué suponer el modelo actual de estado, pero que implica un sistema de imposición. No nos basta decir que existe una cultura, que seguiremos llamando argárica, si no analizamos cómo se ordenan esos territorios, cómo se organizan esos sistemas de coerción, esos sistemas de tributación y distribución desigual. Hoy hablamos de estado, es decir, hemos elevado el nivel de un debate que antes de los años ochenta no existía.”
Su condición iconoclasta que le empuja permanentemente a cuestionarse la raíz de todas las cosas, de todos los conceptos aparece durante toda la entrevista “Hemos estado durante casi todo el siglo XX mirando la historia de norte a sur, como si este sur sólo fuera el recipiente. Tenemos que empezar a mirar la historia desde la perspectiva del sur. Asumir la existencia del estado argárico supone que hemos de entender que hay un comercio, que existe un intercambio. Siret, cuando no encontraba respuestas, se resignaba a decir que esto o aquello venía de Oriente. En el Mediterráneo hay relaciones entre Oriente y Occidente y Cerdeña y eso, que el positivismo del XIX se empeñaba en decir que todo viene de fuera, ahora lo vamos a llamar comercio.”
“Somos de tradición siretiana, pero hace falta fomentar la idea de que, igual que desde Lovaina vino un señor de su universidad, aquí hubo un Pedro Flores que acumuló a lo largo de los años una experiencia derivada de su ingente trabajo de campo, con sus gráficos y una apoyatura que aún hoy seguimos utilizando los arqueólogos del siglo XXI. Hay que reivindicar que la universidad se puede llevar al pueblo, que hay que fomentar la participación de muchas universidades sembrando para que existan multitud de Pedro Flores. Del mismo modo que Lovaina vino a Antas, hay que fomentar que muchas otras universidades vengan, de igual manera, también a Antas.”
La conversación no podía terminar sin una llamada a las conciencias: “El que tiene petróleo vive del petróleo. Aquí no tenemos petróleo, pero tenemos otra cosa que se llama patrimonio que hemos de fomentar ¿cuántos visitantes tiene la Alhambra? ¿y Maro, en Nerja? esa es la perspectiva. Nuestro 'petróleo' existe y se llama El Argar, que es un motor colosal para la economía de cualquier sitio y su puesta en valor cambiaría por completo la fisonomía económica, no sólo de Antas, sino de toda la comarca. Si seguimos permitiendo que se caiga a trozos y dejamos que se pierda, estamos desperdiciando y dejando que se pierda ese petróleo que tenemos a la orilla de nuestra casa. Tiene que partir su puesta en valor desde el propio municipio, de la confluencia y toma de conciencia de todos los ciudadanos y de todos los políticos.”
Él mismo se define con unas breves, pero contundentes, pinceladas: “Yo, aunque sea indio, nunca me he puesto en fila india. Soy, por naturaleza, un opositor, pero una persona dialogante. Escucharé siempre tus argumentos sin que eso signifique, necesariamente, que me vayas a convencer. Es posible que yo te convenza utilizando tus propias explicaciones. Escuchar, pero partir siempre de una visión crítica de las cosas. Ser independiente es difícil, pero me legitima para poder decir no estoy de acuerdo.”
“No podemos creernos el ombligo del mundo, pero sí que hay que tomar postura. Tomar postura es necesario”, dice y, en consecuencia, la toma “El Argar no se puede estar buscando fuera de Antas y fuera de El Argar, debe ser la motivación para una mentalización colectiva y que todos a una empujen para poner en valor el sitio que ha dado nombre a toda una cultura. No veo la necesidad de cambiar ese nombre, entraríamos en una guerra nefasta ¿le vamos a llamar cultura de La Bastida, le vamos a llamar cultura de Monachil? Se nos adelantaron Siret y Pedro Flores y le colocaron ese nombre precisamente ellos, que habían excavado en casi todos los sitios del ámbito de esta cultura, porque observaron la singularidad del sitio y de su entorno.”
“En el territorio abarcado por lo que llamamos Cultura Micénica, existe Pilos, Argos, Tirinto, existen diversos centros de poder y, de la misma manera, aquí se puede plantear que desde Alicante hasta Salobreña y el límite de la provincia de Jaén con Ciudad Real existe una unidad cultural que llamamos cultura de El Argar. No veo la necesidad de cambiar el nombre y del mismo modo que Micenas existe, Pilos existe, Tirinto existe pero sólo Micenas es Micenas, existe Cultura Argárica en Orihuela, en La Bastida, en diversos puntos de Granada, Jaén, Murcia… existen una variedad de centros que se conocen como centros argáricos pero sólo El Argar es El Argar y está en Antas. Aquí, como en la cultura hitita, o la cultura micénica, contemplamos una serie de ciudades como centro de un poder territorial que abarcan una extensión de entre quince y treinta hectáreas, y eso existe aquí, tenemos un patrón de asentamiento tipo Argar único en su planta y, aparte de Gatas, aparte de Fuente Álamo, aparte de El Oficio, hay una estructura de territorio. El hecho de que se excave ahora en La Bastida, únicamente denota que hasta ahora allí no se había agenciado una voluntad, sea de tipo político o económico, ambas son necesarias, para que eso se ponga en valor y en otros sitios tendrá que ocurrir lo mismo, pero cada yacimiento habrá de tener su casuística y su gestión particular y la promoción tendrá que hacerse contando con lo que se tiene y con lo que se quiera poner en valor.”
“Las prospecciones geoarquológicas nos han permitido averiguar que El Argar es mucho más marítimo de lo que parece a simple vista y desde Puerto Rey y el espolón de Garrucha, existía un estuario, que hoy vemos como rambla seca, que impedía la existencia de mareas dinámicas, es, decir, constituía un puerto natural y una actividad portuaria exactamente igual que ha ocurrido con la bahía de Troya. Eso es lo que ha hecho la Universidad de Tubingen en investigaciones recientes y lo que se ha hecho con respecto a Macedonia en Kastanas, cuando se investigó la línea de costas. El paisaje ha cambiado y hay que mentalizarse que la naturaleza que hoy vemos no es la misma que existió en aquellos tiempos. Hay que dimensionar el concepto de territorio también, desde otras perspectivas, no sólo desde una perspectiva antrópica, sino, además, de sobre cómo y porqué se montó una estrategia para ese modo de vida, reinventaron, si cabe, la lectura de los conceptos agrícolas, de los conceptos ganaderos e integraron los conceptos mineros y metalúrgicos. Cada avance debe conducirnos a una relectura del pasado, de cómo lo interpretaron y explicaron desde el siglo XIX y tener en cuenta cómo ha sido el propio proceso de investigación. Pongo como hito el congreso de 1984 de homenaje a Siret, allí hubo la posibilidad de traer a una mesa de debate los distintos enfoques que hasta mediados del siglo pasado estaban vigentes y que, naturalmente, obligaron a una revisión epistemológica de los conceptos que veníamos manejando desde los tiempos de Siret, sin desmerecimiento de lo que en su época corresponda a cada investigación. Estamos en el siglo XXI, no podemos analizar eso desde la perspectiva de Siret, ahora las discusiones han pasado a debatir desde la perspectiva de la arqueología social los conceptos de territorio y estado, lo que era impensable antes del 84.”
Cuando habla del cambio de perspectiva que supuso el descubrimiento de El Argar como estado, el primero de este lado del Mediterráneo, el profesor Arteaga, cuyos trabajos de investigación en nuestra comarca tanto contribuyeron a la argumentación de esa teoría, lo hace desde el rigor, pero, también, desde la emoción “remontamos el origen y formación de ese tipo de sociedades complejas en cuanto que estratificadas en clases sociales que, el mero hecho de existir, implican que haya una organización estatal, que no tiene por qué suponer el modelo actual de estado, pero que implica un sistema de imposición. No nos basta decir que existe una cultura, que seguiremos llamando argárica, si no analizamos cómo se ordenan esos territorios, cómo se organizan esos sistemas de coerción, esos sistemas de tributación y distribución desigual. Hoy hablamos de estado, es decir, hemos elevado el nivel de un debate que antes de los años ochenta no existía.”
Su condición iconoclasta que le empuja permanentemente a cuestionarse la raíz de todas las cosas, de todos los conceptos aparece durante toda la entrevista “Hemos estado durante casi todo el siglo XX mirando la historia de norte a sur, como si este sur sólo fuera el recipiente. Tenemos que empezar a mirar la historia desde la perspectiva del sur. Asumir la existencia del estado argárico supone que hemos de entender que hay un comercio, que existe un intercambio. Siret, cuando no encontraba respuestas, se resignaba a decir que esto o aquello venía de Oriente. En el Mediterráneo hay relaciones entre Oriente y Occidente y Cerdeña y eso, que el positivismo del XIX se empeñaba en decir que todo viene de fuera, ahora lo vamos a llamar comercio.”
“Somos de tradición siretiana, pero hace falta fomentar la idea de que, igual que desde Lovaina vino un señor de su universidad, aquí hubo un Pedro Flores que acumuló a lo largo de los años una experiencia derivada de su ingente trabajo de campo, con sus gráficos y una apoyatura que aún hoy seguimos utilizando los arqueólogos del siglo XXI. Hay que reivindicar que la universidad se puede llevar al pueblo, que hay que fomentar la participación de muchas universidades sembrando para que existan multitud de Pedro Flores. Del mismo modo que Lovaina vino a Antas, hay que fomentar que muchas otras universidades vengan, de igual manera, también a Antas.”
La conversación no podía terminar sin una llamada a las conciencias: “El que tiene petróleo vive del petróleo. Aquí no tenemos petróleo, pero tenemos otra cosa que se llama patrimonio que hemos de fomentar ¿cuántos visitantes tiene la Alhambra? ¿y Maro, en Nerja? esa es la perspectiva. Nuestro 'petróleo' existe y se llama El Argar, que es un motor colosal para la economía de cualquier sitio y su puesta en valor cambiaría por completo la fisonomía económica, no sólo de Antas, sino de toda la comarca. Si seguimos permitiendo que se caiga a trozos y dejamos que se pierda, estamos desperdiciando y dejando que se pierda ese petróleo que tenemos a la orilla de nuestra casa. Tiene que partir su puesta en valor desde el propio municipio, de la confluencia y toma de conciencia de todos los ciudadanos y de todos los políticos.”