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ADOLFO PÉREZ
Bandera de Garrucha |
El archivo documental nos dice que ante el progreso alcanzado por el pueblo de Garrucha: gran cantidad de vecinos, buen desarrollo industrial y mercantil, así como muchas y buenas viviendas construidas, hizo que sus habitantes creyeran llegado el momento de emanciparse de Vera, por lo que tras intensas gestiones el Gobierno concedió la tan deseada gracia, de modo que cuando reinaba en España Isabel II, el 16 de marzo de 1858 el gobierno de Francisco Istúriz Montero decretó la creación del municipio de Garrucha segregándolo de su matriz: Vera. Casi tres años después, el 1º de enero de 1861, se constituyó el Ayuntamiento con los ocho miembros designados por el gobernador civil, siendo su primer alcalde Manuel Berruezo Ayora. Se cumplía así la gran aspiración de los garrucheros de la pedanía en la que desde antiguo se asentaba una colonia de pescadores. La primera Corporación constituida adoptó varios acuerdos, entre ellos el de anunciar a la población este acto para que “participe de la grata emoción de que este municipio se haya poseído, por ser un acontecimiento que ha de producir infinitos bienes a este pueblo, tanto en el desarrollo de sus intereses materiales cuanto en el de su razón moral y religiosa”. Ya han pasado ciento cincuenta y siete años y pasados cincuenta y cuatro alcaldes, el mío fue el 51.
Pero resultó, sin embargo, que el Ayuntamiento se constituyó sin disponer de territorio donde ejercer su jurisdicción, pues la Real Orden creó el municipio sin asignárselo. Así es que semejante anomalía supuso que en puridad legal ni el propio núcleo urbano de Garrucha lo era, ya que no se produjo ningún deslinde territorial. Fue un grave problema que se arrastró durante ciento treinta y tres años, hasta 1994 en que se consiguió y se hizo el deslinde en tiempo de mi alcaldía.
Desde su toma de posesión aquella primera Corporación y las siguientes hasta 1882 mostraron gran diligencia para dotar al municipio de lo preciso. Fueron veinte años de crecimiento intensivo, con la ambición de progresar. Enseguida se dispusieron a construir la casa consistorial, escuelas y hasta una cárcel. Solicitaron una cartería para el correo y un peatón que trajera la correspondencia de Vera. Al concluir el primer año de su mandato Garrucha tenía la Administración de Aduanas y Rentas Estancadas; Ayudantía de Marina; Sanidad Marítima; médico; Compañía de Carabineros; Intervención de Minas; la feria de agosto (en la calle Mayor al principio); la fundición de plomo San Jacinto; un vicecónsul inglés y otro francés. Y en su afán de engrandecer el municipio dejaron de llamarlo lugar o pueblo para darle el tratamiento de villa, aunque sin concesión Real.
En 1865 los vecinos solicitaron permiso para hacer en la playa un paseo a su costa construyendo un malecón. Las obras se ejecutaron: se construyó el muro y se niveló el terreno entre el muro y las casas. Algunos vecinos se resistieron a pagar su parte por lo que hubo que llevarlos al juzgado. Ciento veinte años después, siendo alcalde, conseguí urbanizar el paseo como es ahora. De aquella época de progreso local antes de la segregación y los veinte posteriores, se cayó en un largo periodo de decadencia que, salvo alguna breve etapa, duró casi un siglo, de 1882 a 1979. Entre febrero de 1887 y julio de 1915 hubo imprenta y se publicaron catorce periódicos. Lo más apreciable de entonces fue la llegada del fluido eléctrico, el teléfono y el camino de Carboneras.
El último cuarto del siglo XIX, igual que sucedía a nivel nacional, Garrucha estaba dominada por el caciquismo y el turno de partidos, siendo Asensio Fernández Morán el hombre fuerte de los conservadores y José García Suesa el de los liberales. Por ese tiempo (1881) se fundó en Garrucha la logia masónica “Antigua Urci”, a la que pertenecieron José García Suesa, extranjeros residentes y españoles. A principios del siglo XX recorre España una corriente regeneradora que llegó a Garrucha, aunque duró poco pues se trataba de una mascarada del caciquismo. Fue el tiempo del empresario del esparto, Simón Fuentes Caparrós, que ocupó el primer plano de la política local y comarcal, dominador del distrito electoral de Vera. Vivía en la casa del lado derecho de la capilla de la Virgen de Carmen. Mientras, el pueblo garruchero vivía ignorante y ajeno a lo que acontecía en la vida pública, pues la política era una farsa y el “pucherazo” la tónica de las elecciones.
Garrucha se benefició del hallazgo en Cuevas del Almanzora del plomo argentífero (1838). Mediado el siglo XIX Ramón Orozco Gerez montó en Garrucha la fundición San Ramón para obtener plomo de Sierra Almagrera, fundición que después convirtió en alto horno (el Martinete) para la fusión del hierro de Bédar. Negocio que fracasó por el alto coste del transporte de mineral a base de mulos. Jacinto Anglada Lloret instaló en 1860 la fundición de plomo de San Jacinto, que perduró hasta el inicio del siglo XX. Su yerno, Enrique Calvet Lara, inauguró en 1882 una fábrica de desplatación para extraer la plata de la galena, pero no resultó.
Con la llegada de la dictadura del general Primo de Rivera (1923 - 1930), personas como Pedro Juaristi y Landaida, Federico Moldenhauer Murphy, Antonio Casanova Amat y otros tomaron las riendas del municipio y regeneraron la vida local haciendo realidad una serie de proyectos vitales para Garrucha como fueron la estación de la energía eléctrica, el Pósito de Pescadores y la obra más trascendente: el puerto de refugio de pescadores, el sueño de los hombres del mar. La obra se concedió el día 9 de octubre de 1926 siendo alcalde Pedro Juaristi y Landaida (1924 - 1930). A los casi cuatro meses de proclamarse la II República, a las 11:30 horas del viernes 7 de agosto de 1931 se puso la primera piedra del muelle de levante. De su importancia da idea que el mineral de hierro de Bédar, transportado por cable y ferrocarril (17,5 km.) hasta 1923, se almacenaba en la playa para llevarlo penosamente al barco por medio de gabarras.
La República fue recibida con alborozo por la Corporación municipal, que ordenó tremolar la nueva bandera desde el balcón del Ayuntamiento. Siendo alcalde el socialista José Clemente Vidal (que lo fue dos veces) se construyó el puerto y se gestionó otro proyecto para su ampliación a comercial. La cuestión religiosa estuvo presente en la vida local, con tensiones a la hora de las procesiones. Pero el nuevo régimen no fue para Garrucha un camino de rosas. La situación económica del Ayuntamiento de aquellos años era tan precaria que apenas se podían atender los más básicos servicios, incluso a los funcionarios se les debían meses de sueldo. En la misma situación se encontraba la mayoría de los vecinos, siendo el paro el mayor azote, lo frecuentes temporales de levante dejaban a los pescadores sin sustento al no poder salir a faenar. Tal situación hizo que el Ayuntamiento ayudara a las familias que no tenían nada para comer. Pero el desastre para Garrucha fue la trágica guerra civil (1936 - 1939) en la que se ejecutaron catorce personas a manos de miembros del comité revolucionario local en la madrugada del 4 de octubre de 1936. A la tragedia vivida en la guerra civil y sus secuelas, le sucedió una posguerra sombría, donde además de diversas lacras y enfermedades, el hambre azotaba a los más pobres que se las ideaban como podían para subsistir. Ante tal calamidad, con casos de defunción por hambre, la autoridad local intentaba resolver el tremendo problema como podía con sus escasos medios.
Un pueblo que en el siglo XIX y parte del XX tenía una amplia clase alta, visitado por extranjeros, personalidades de las minas, del comercio, agencias consulares y veraneantes, para los que el municipio estaba dotado de unas mínimas comodidades: casinos y centros culturales, etc. Siendo la Sociedad de Salvamento de Náufragos (1887 - 1932) el centro social más importante de la villa, sin olvidar el Casino de Garrucha. Centros de reunión social durante el verano se con numerosas actividades de recreo, tertulias, veladas literarias, teatros, etc. Eco tuvo en Garrucha la primera guerra mundial (1914 - 1918), que encendió pasiones entre los extranjeros residentes de ambos bandos. Sin embargo, junto a la Garrucha esplendorosa de las minas y lo buenos negocios se escondía otra Garrucha, la de los trabajadores manuales (el 70% de la población): obreros de embarque, mineros, pescadores y personal de servicios, todos con jornales de miseria, acosados por un capitalismo de poca sensibilidad social. Estos sectores de la población vivían hacinados en las partes altas del núcleo urbano y las cimbras abandonadas del Martinete y la fábrica de San Jacinto, en condiciones de insalubridad. De esta forma tan cruel se cumplían los primeros ochenta años del municipio de Garrucha, años de contrastes sociales y claroscuros.
Los cuarenta años siguientes a la guerra civil (1939 - 1979) fueron de decadencia para Garrucha. A la escasez de recursos que tenía el Ayuntamiento, se unía la desidia de los sucesivos gobiernos municipales, dedicados a las pequeñas cosas y a la rutina diaria del trámite. Eso suponía que el municipio careciera de lo más elemental. Fueron años de una Garrucha postrada, que dio lugar a que familias enteras y muchos jóvenes emigraran a Barcelona y a Madrid en busca de nuevos horizontes. Sin embargo, en la segunda parte de esa cuarentena de años, dos hechos fueron decisivos para el despegue económico del municipio: el turismo y la pesca. En los años sesenta del siglo XX comienza el boom del turismo, convertido en pilar básico de la economía municipal. En el último tercio del siglo XX, con los barcos de motor, es la época de mayor florecimiento de la pesca. Son muchas las vicisitudes por las que ha pasado el sector pesquero, ahora algo decaída.
El año 1979 señala el punto de inflexión de Garrucha. De la dejación que sobrevino a causa de la guerra civil, 1979 será el año del comienzo de la prosperidad y modernización del municipio, fue el año de las primeras elecciones locales (3 de abril) en las que fui elegido por primera vez alcalde de Garrucha. Desde esas primeras elecciones hasta la fecha el crecimiento no ha cesado, valga como dato que Garrucha tenía 3.500 habitantes en 1979 y ahora 8.600. La evidencia muestra lo mucho que se ha hecho en los últimos 40 años. Con las once corporaciones municipales que se han sucedido en ese tiempo, de las que presidí las cinco primeras, el municipio se ha promocionado, instalándose en la modernidad, dotado cada vez con más y mejores servicios. De lo hecho, solo me voy a detener en la historia del término municipal.
Dicho queda que el municipio de Garrucha se segregó de Vera, sin que se le fijara su término, hasta el punto de que ni el propio núcleo urbano era su jurisdicción territorial. Desde su inicio, enero de 1861, el Ayuntamiento de Garrucha reclamó que se le fijara su término, pero Vera hizo caso omiso de la reclamación a pesar de la orden del gobernador civil. El 30 de abril de 1861 se cumplió la orden gubernativa, con la cesión por parte de Mojácar de una pequeña porción de terreno; sin embargo, al acto no asistió delegado alguno de Vera. Garrucha tomó posesión del territorio a los dos días. Pero las actuaciones carecieron de validez al no ser aprobadas por el Ministerio de la Gobernación. A finales del siglo XIX hubo otros intentos baldíos. Ya en la segunda República el alcalde José Clemente Vidal lo consiguió en 1934, cuya asignación fue revocada después de la guerra civil, en 1941, mediante una sentencia injusta y politizada del Tribunal Supremo a instancia del Ayuntamiento de Vera. Sin embargo, en mi cuarto mandato (1991 - 1995), después de cinco años de intensas gestiones, llegó el deseado momento cuando el 24 de enero de 1994 negocié la cesión con los alcaldes de Vera y Mojácar en el parador nacional mojaquero. Así, después de ciento treinta y tres años, el problema del término municipal quedó resuelto, lo que supuso mi mayor satisfacción al frente de la alcaldía de Garrucha.
Cabe destacar la gran labor social desarrollada a lo largo de los años por las comunidades de religiosas en la enseñanza de las niñas. Por último decir que en Garrucha nacieron dos poetas importantes de Almería: José Durbán Orozco y Antonio Cano Cervantes, “el poeta ciego”.