En efecto, aquí pasamos sin pudor alguno del 'yo dimitiré si me imputan y sin que nadie me lo pida' al 'los que me piden que dimitan por estar imputado no tienen corazón'. Y oiga; con su coro de plañideras e incondicionales que le aplauden semejantes patochadas, y con encuestas —¡ay, las encuestas!— que dicen que, en caso de repetirse elecciones ahora mismo, el murciano sin palabra sacaría más votos todavía, obteniendo incluso la mayoría absoluta
Imagen de archivo del presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez. |
PABLO REQUENA
Andan muchos de nuestros vecinos murcianos mosqueados con el rostro de cemento armado de su presidente autonómico, Pedro Antonio Sánchez, también conocido como aquél que te promete cosas en campaña electoral que luego le parecen «chantajes» y «persecuciones». Argumenta Pedro Antonio que la denuncia que le tiene en el ojo del huracán fue interpuesta por el PSOE; que ya han sido tumbadas otras tantas denuncias parecidas; que se le acusa de un delito administrativo, pero no de corrupción o de habérselo llevado 'calentito'; que las exigencias de Albert Rivera no son las mismas en Andalucía o en Murcia. Y ojo; el todavía presidente murciano tiene razón en cada uno de dichos argumentos. Tanta razón como tiene la oposición al recordarle que fue él y sólo él quien anunció su marcha si le imputaban; que firmó un compromiso que le hacía presidente bajo una serie de condiciones, incluyendo la dimisión si había imputación; y que en Murcia existe una ley de transparencia que le obliga a dimitir «ipso facto».
Sabemos de políticos en países no muy lejanos que dimiten por engordar su currículum —mentirijillas, digamos—, pero aquí, ya se sabe, dimitir debe ser un nombre de pila ruso, nunca un verbo de la tercera conjugación. A la salida del juzgado, 'el niño bola' —referencia más al escritor tocayo del murciano que al enredo del 'donde dije digo digo Diego'— ha dicho que dimitirá cuando se produzca una «imputación formal». Vaya. Ahora resulta que las imputaciones se dividen en formales e informales.
En efecto, aquí pasamos sin pudor alguno del 'yo dimitiré si me imputan y sin que nadie me lo pida' al 'los que me piden que dimitan por estar imputado no tienen corazón'. Y oiga; con su coro de plañideras e incondicionales que le aplauden semejantes patochadas, y con encuestas —¡ay, las encuestas!— que dicen que, en caso de repetirse elecciones ahora mismo, el murciano sin palabra sacaría más votos todavía, obteniendo incluso la mayoría absoluta.
O jodemos todos o la puta la río. Es lo que deben estar pensando en la sede del PP de Génova, donde observan con disgusto la permisividad de Ciudadanos en Andalucía en contraste con la «dureza» que exhiben en Murcia. Por contra, en la sede del partido de Albert Rivera los pensamientos van más por el papelón que se les viene encima en caso de que terminase prosperando una moción de censura en el parlamento murciano, viéndose obligados a un gobierno tripartito con PSOE y Podemos.
Sabemos de políticos en países no muy lejanos que dimiten por engordar su currículum —mentirijillas, digamos—, pero aquí, ya se sabe, dimitir debe ser un nombre de pila ruso, nunca un verbo de la tercera conjugación. A la salida del juzgado, 'el niño bola' —referencia más al escritor tocayo del murciano que al enredo del 'donde dije digo digo Diego'— ha dicho que dimitirá cuando se produzca una «imputación formal». Vaya. Ahora resulta que las imputaciones se dividen en formales e informales.
En efecto, aquí pasamos sin pudor alguno del 'yo dimitiré si me imputan y sin que nadie me lo pida' al 'los que me piden que dimitan por estar imputado no tienen corazón'. Y oiga; con su coro de plañideras e incondicionales que le aplauden semejantes patochadas, y con encuestas —¡ay, las encuestas!— que dicen que, en caso de repetirse elecciones ahora mismo, el murciano sin palabra sacaría más votos todavía, obteniendo incluso la mayoría absoluta.
O jodemos todos o la puta la río. Es lo que deben estar pensando en la sede del PP de Génova, donde observan con disgusto la permisividad de Ciudadanos en Andalucía en contraste con la «dureza» que exhiben en Murcia. Por contra, en la sede del partido de Albert Rivera los pensamientos van más por el papelón que se les viene encima en caso de que terminase prosperando una moción de censura en el parlamento murciano, viéndose obligados a un gobierno tripartito con PSOE y Podemos.